Paseo submarino

Capítulo 2: La cena perfecta

Capítulo 2: La cena perfecta.  
  
Teníamos un plan que no podía fallar; nuestros padres llegarían del trabajo en dos horas dándonos el tiempo limitado para poder organizarles una pequeña cena en donde el gran misterio -al menos para ellos- sería revelado; pues alrededor de este tiempo hemos mantenido todo estrictamente sorpresa, aunque; en los últimos meses empezaron a advertir nuestras extrañas “reuniones” en nuestra vieja casa del árbol -en la que apenas si cupimos- o las repentinas discusiones que manteníamos sobre el lugar al cual les podría gustar viajar a nuestros progenitores.  
Por eso procuraban mantener los ojos y oídos alrededor del lugar; ya que nunca les han gustado las sorpresas o los secretos. En fin, resultó ser una misión imposible en algunos momentos, pero al final casi todo ha salido conforme a la idea inicial.  


—Aielet, apúrate corre que aún nos falta pagar todas las cosas e ir inmediatamente a casa porque Edwin me mandó un mensaje diciendo que teníamos alrededor de dos horas para preparar todo antes de que lleguen papá y mamá —dijo apurándome mi hermano mayor que iba al frente empujando el carrito del súper mercado en el cual colocamos los ingredientes que fuimos encontrando a excepción de uno que nos tenía recorriendo la tienda sección por sección y eran los famosos champiñones.

  
—Ya sé Valentino, pero estoy viendo producto por producto para ver si los encuentro, aunque… de verdad ¿es muy necesario los champiñones al natural? —cuestioné sosteniendo entre mis manos una lata que podría salvar nuestro trasero— porque estos son fáciles de preparar sin necesidad de llevar la fécula de maíz, la mantequilla y la cebolla; además de que nos va a resultar más económico. 

 
—Probablemente, pero el sabor no es el mismo; sin olvidar que no estamos escatimando en cantidad sino en calidad Let —sonrío un poco intentando volver a levantar mi ánimo antes de proseguir en nuestro deber— es más si nos apuramos podemos irnos rápido a casa y de camino te puedo comprar un helado de oreo en una heladería nueva que acaban de inaugurar y en donde encuentras los mejores postres fríos—. Mencionó conociendo el hecho de que por el helado de oreo puedo mover tierra, cielo y mar. 

  
—Está bien —inhalé profundamente a la par que cerré por un momento mis parpados tratando de renovar mi fuerza y paciencia— vamos por esos champiñones Vale.  


Si su sonrisa era pequeña y amable hace cinco segundos atrás ahora al oír esas palabras se había ensanchado preso de la emoción. —¡Perfecto!, vamos.  
Exclamó girando sobre sus talones a la par que regresaba ambas manos a la barra del carrito mientras emprendía su caminar desapareciendo lentamente de mi campo de visión y cuando ya no pude verlo le devolví una última mirada al producto que aun sostenía en mis manos unos cuantos segundos antes de que en contra de toda mi lógica lo dejará en el mismo lugar en donde reposaba minutos atrás para seguir los pasos de mi consanguíneo esperando encontrar este último elemento para la cena perfecta de esta noche.  
 
 
 
 
 
 
—¿Viste cómo puedes lograr todo lo que te propongas con un poco de determinación? —volvió a preguntar por milésima vez Valentino posteriormente de haber cumplido la compra de todos los ingredientes de nuestra pequeña (porque era todo menos eso) lista.  
Bufé sobre los mechones castaños que se revelaban a ser sujetados por mi liga para el cabello —Si señor Rodríguez, ahora ¿sería tannn —procuré en resaltar esta palabra para darle a entender que era hora de largarse y no hablar —amable de llevarnos a casa antes de que todo nuestro esfuerzo se vaya por la borda?  


—¡Huy! —su gesto divertido decayó e inmediatamente sacó las llaves de su sudadera para abrir el coche de una buena vez —bien, eso haré señorita gruñona.  
Una vez adentro acomodamos las bolsas que contenían todo lo que íbamos a necesitar con cuidado de no dañar los frascos de vidrio que contenían una que otra salsa o chiles que nos resultarían útiles en esta celebración.  
 

 

 

 


Tras veinte minutos manejando rápidamente y esquivando uno que otro vehículo nos encontrábamos en la entrada de nuestro hogar desabrochando los cinturones de seguridad en cuanto nos aseguramos de poner el freno de mano; para salir en busca de los bultos que contenían los elementos para la comida que cada uno de nosotros había escogido para la velada. 


Así que sin esperar ni un solo minuto más dentro del vehículo abrí la puerta del copiloto para rodear el vehículo a través del verdoso pasto de nuestro jardín y poner mi huella en el lector digital de la cajuela para lograr entreabrirla sacando las mayor cantidad de costales que mi cuerpo pudiera cargar hasta llegar a la puerta principal, en donde tuve que aspirar la mayor de dosis de aire y gritar con todas mis fuerzas. –¡Ed! ¡Ven y ayúdanos! 


Tuvieron que pasar unos escasos minutos hasta que a lo lejos el sonidos de unos pasos corriendo empezaron a ser más fuertes y pronunciados dando a entender que mi llamado había sido escuchado con éxito y por el cual la puerta fue abierta en su totalidad para permitirnos el paso al interior de la casa; una vez ingresé a la misma tuve que apresurar el paso porque mis fuerzas empezaban a decaer y quería evitar a toda costa que todo terminara expandido en el piso sin poder ser utilizado. 


Abriendo paso logré llegar a la mesa del comedor en donde con sumo cuidado dejé mi carga empezando a extraer de su interior todas las cosas que fuimos comprando para no perder más tiempo del que ya habíamos hecho. 


 

 



—¿Estás seguro de que esos hongos no se deberían cortar en rodajas para la crema? —interrogó Edwin mirando extrañamente a su hermano quién detuvo su tarea para observarlo exasperado por su interrupción.  
—Claro que si Edwin, ya te dije que revisé la receta tres veces y eso es lo que decían. —expresó Valentino muy seguro de sí mismo antes de que su hermana regresará del comedor que se había esmerado en decorar.  




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