Paseo submarino

Capítulo 4: Vuelo F1592

Capítulo 4: Vuelo F1592

 

Solté un suspiro después de colocar la última prenda dentro de la enorme maleta que había estado preparando durante horas para el viaje hacia los Cabos San Lucas una ciudad ubicada entre el océano Pacífico y el Mar de Cortés en el estado de Baja California Sur que había escogido -por designio de mis hermanos- para vacacionar por los próximos dos meses en compañía de nuestros padres, quienes se llevaron una enorme sorpresa al observar el enorme boleto de viaje que habíamos preparado una vez terminaron de disfrutar sus fresas con crema. Solté un suspiro caminando hacia la única ventana con la que contaba mi alcoba mientras los recuerdos del día de ayer se precipitaban dentro de mí.

—Creo que nunca habíamos probado semejante banquete en nuestra vida —dijo mi mamá con los ojos cerrados mientras saboreaba el sabor de las fresas con crema que Edwin y Valentino había preparado— ¿cómo es que lograron montar semejante cena hijos? —cuestionó a la par que salía del hechizo mágico del postre y nos dedicaba una mirada a cada uno de nosotros esperando una respuesta.

Antes de responderle miré a los ojos a cada uno de mis hermanos y sonreí contenta del flujo natural de la cena —No fue sencillo mami, pero todo fue posible con amor, amistad y mucha paciencia—regresé mi vista hacia ella admirando como sus ojos se humedecían ligeramente delatando la mezcla de emociones en su interior— pero aún les tenemos una sorpresa más, ¿verdad Edwin y Valentino?

Mis hermanos asintieron y los tres nos marchamos del comedor rumbo a la cocina por el boleto que habíamos mandado a imprimir con la dicha de que fuera del agrado de nuestros progenitores.

—¿Crees que les vaya a gustar Let? —preguntó Tino pausando nuestra caminar de regreso a la mesa.

—Por supuesto que sí Valentino, hemos logrado mucho para dudar justo ahora —con la mano que tenía libre lo tomé del hombro para llamar su atención y darle una tranquilizadora sonrisa— vamos que de seguro nos estarán esperando.

Asintió tomando una respiración profunda para caminar hacia donde nuestros padres aguardaban.

 

—Si no te conociera perfectamente diría que algún chico está rondando tus pensamientos tanto que estas empezando a creer que has sido atrapada por las garras del amor —el tono burlesco de la voz de mi mamá me sacó de mis pensamientos trayéndome a la realidad.

Me giré para poder verla apoyada al marco de la puerta con los brazos cruzados sobre su pecho con una mirada cargada de alegría y diversión. —Tal vez eso estoy haciendo madre —proseguí a contestarle con fingida altivez.

Ella levantó una ceja en señal de asombro por como había tomado curso nuestra plática —Por favor, la Aielet que yo conozco suele preferir el amor de libros antes que uno real, además de no le gusta gastar el tiempo pensando en los chicos pues cree que es una pérdida de tiempo.

Una sonrisa sincera creció en mi rostro y con gran satisfacción y orgullo le contesté —Realmente me conoces.

—¿Cómo no hacerlo si eres uno de los maravillosos tesoros que me ha dado la vida mi niña?

Al momento de que una pequeña lágrima se deslizó por mi mejilla caminé hacia el ser que me ha brindado su amor incondicional todo este tiempo para envolver mis brazos alrededor suyo y esconder mi cabeza en ella; tal como solía hacerlo cuando era pequeña en busca de su protección y calidez. —Gracias mami, por brindarme tu apoyo, cariño y por velar siempre mi vida. Te amo mamita.

—Y yo a ti mi cielo, sin importar la edad que tengas siempre serás mi bebé, la pequeña Aielet que llegó a la vida una tarde lluviosa del 15 de septiembre con una piel tan blanca que por un momento tu padre pensó que te estabas ahogando —sonreí sobre su blusa porque recordaba perfectamente como mi madre entre risas y bromas nos contaba la reacción de mi papá al ver que mi tez era totalmente blanca y como había entrado en pánico en aquel momento porque según él y su “experiencia de paternidad” no era normal— o algo parecido.

Posteriormente ambas nos quedamos en aquel silencio tranquilizador unos minutos más sin querer romper la burbuja de amor que nos rodeaba hasta que la voz masculina y ronca de mi padre nos trajo a la realidad. —¿Están planeando un abrazo sin mí? —profirió tratando de mantener su expresión hermética que siempre lo caracterizaba, sin embargo; el gesto le duró los segundos en los que ambas nos miramos a los ojos, alzamos una ceja y asentimos para acercarnos al señor de la casa con expresión inocente— ¡oh no! —expresó aterrorizado caminando lentamente hacia el pasillo que conectaba las habitaciones con la estancia— conozco esas caras.




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