Paseo submarino

Capítulo 11: Era mi mejor amiga.

Capítulo 11: Era mi mejor amiga. 

—¿Qué estabas haciendo con ellos? —preguntó desinteresadamente Edwin quien se encontraba caminando a mi lado derecho. 
—Nada —respondí encogiéndome de hombros despreocupadamente. 
—Ok. 
—Ok —dije antes de inhalar una cantidad generosa de aire que mi cuerpo comenzaba a demandar. 
Después de aquella pequeña interacción de palabras nadie hizo el esfuerzo de romper el silencio en el cual nos habíamos sumergido, así que cómodamente proseguimos en nuestro camino de regreso al hotel para ir a desayunar con nuestros progenitores. 


—¿Te imaginas que la vida resultara ser un simple sueño en el cual hemos vivido y que nada de lo que creíamos hacer hubiera sido real sino meramente soñado por nuestra mente? —expresó Valentino, quien tenía la boca llena de Waffles con tocino. 
—Claro, así como me imagino lo bonito que sería si comieras con la boca cerrada —contesté después de pasarme el trozo de panqueque que había pedido —. Además —agregué— así nos evitarías a todos ver los residuos de comida que aún tienes entre los dientes.  
—En eso le doy la razón a Let —aseguró Edwin después de dejar su vaso de jugo de naranja sobre el delicado mantel blanco. 
—Te lo dije Valen… 
Antes de que pudiera acompletar mi frase una voz gruesa llamó la atención de nosotros. —Lamento la interrupción, pero vengo a preguntarles si desean algo más para desayunar —expresó con perfecta claridad y seriedad igual a cuando lo observé por primera vez. 
—Por el momento no joven —habló mi padre con cortesía y amabilidad. 
—Perfecto, si se les ofrece algún platillo del menú no duden en avisarnos. Con permiso —realizó una ligera inclinación hacia adelante y regresó al interior de la enorme cocida del restaurante. 
Me quedé mirando la ruta que siguió hace unos segundos tan entretenidamente  por algunos minutos que no percibí la mirada de todos los presentes hacia mi persona, hasta que mi padre carraspeó reclamando mi atención. —¿Estás bien Aielet?  
Parpadeé confusa tratando de regresar mis pensamientos a la Tierra para no decir ninguna cosa que pudiera delatarme ante mi familia —. Por supuesto papá. 
—¿Entonces porque te quedaste embobada viendo al chico de cabellera castaña? —inquirió mi hermano mayor en actitud sospechosa. 
Piensa Let, piensa. Vamos. —Porque su rostro se me hace ligeramente familiar —traté de sonar casual, tranquila y serena. Porque si me alteraba verían que algo no encajaba en mis palabras. 
—¿Estás segura? —fue el turno de mi mamá de preguntar. 
Por debajo de la mesa retorcí mis manos con la tela del vestido de mezclilla azul que decidí usar para el día de hoy. 
—Por supuesto, además no es como si les estuviera ocultando algo como ustedes a mí —esperaba que mi estrategia de darle otro rumbo a la conversación funcionara. Y… lo hizo, porque ninguno de ellos reaccionó. Valentino, Ed, mamá y papá no hablaron; así que me armé de valor con el fin de terminar mi discurso—. Nunca me dijeron quien fue la persona que me sacó del mar aquella tarde, ni quisiera una descripción o una señal. Nada, absolutamente nada.  
—Let… 
—Let, mangos Tino. —espeté furiosamente— Únicamente quería agradecerle, decirle “¿Sabes algo? Venía a decirte gracias por salvar mi vida, porque cada vez que me percato de mi respiración llevo una mano hacia mi corazón para comprobar que aún siga latiendo.”  
—¿Y qué pasa si te dijera que él no quiere ser buscado? —la pregunta fría y sin filtro de mi madre me dejó paralizada, porque no contemplé esa opción en ningún instante. 
—Yo… 
—¿Tú? —volvió a interrogar. 
Pasaron unos segundos en donde al fin pude formular una nueva pregunta —¿Por qué están seguros de eso? —solté, estudiando sus rostros detenidamente para captar alguna pista que me dijera que eso no podía ser cierto. 
—Porque después de darte respiración boca a boca él nos hizo prometer que nunca te diríamos su identidad —aclaró mi padre. 
—Pero… ¿Por qué? Sigo sin entender. 
—Y nosotros igual, pero respetamos su condición porque tú eres más importante. 
—Let… —intentó reclamar mi atención Vale, pero en está ocasión estaba segura que no iba a funcionar. 
—Yo… debo ir a tomar aire afuera. Regreso en unos minutos —tan rápido como la última palabra abandonó mis labios me puse en pie arrastrando la silla hacia atrás para ir a aclarar mis pensamientos. 
Pues lo único que rondaba mi mente era la constante interrogante de ¿Por qué no quería que supiese quién era? 



Hace aproximadamente diez minutos que estaba recargada en un pequeño barandal con el que contaba el hotel, pensando profundamente en las palabras de mi padre. 
” Porque después de darte respiración boca a boca él nos hizo prometer que nunca te diríamos su identidad”  
—¿Por qué no quieres ser encontrado? —le susurré al viento mientras mi vista se perdía en algún punto del paisaje. 
—Tal vez porque no quiere y ya. Sencillo —expresó una voz a mi espalda que no me resultaba desconocida. 
Giré sobre mis pies separándome del barandal para verlo frente a frente. Llevaba el mismo uniforme del restaurante, un pantalón de vestir negro, camisa manga larga blanca y encima un delantal rojo completamente impecable. 
—¿Por qué dices eso? —señale desafiante. 
—Porque es lo más lógico que puedes pensar; cuando nadie quiere ser encontrado se esconde y desaparece por un tiempo o para siempre —al ver mi mutismo decidió agregar—. Por cierto, soy Ahmed. Un gusto. 
—No es gusto por parte mía, pero… —solté un suspiro exasperada— supongo que debo decirte mi nombre por educación—asintió dándome la razón aún conservando su actitud implacablemente seria—. Soy Aielet. 
—Bonito nombre 
—Lo es. 
—Oye, sé que empezamos con el pie izquierdo el día en que casi te hice chocar en la mañana cuando ibas corriendo —no dije absolutamente nada, esperando que terminara de hablar—, pero venía a ofrecerte disculpas por aquel incidente. Y por lo de mi hermana. 
—Ella…  
—No es necesario que mientas —dijo mirándome fijamente a los ojos 
—¿Cómo supiste que estaba mintiendo? —mi voz sonó sorprendida, porque había pensado que mi actuación había sido creíble. 
—Lo observé en tus gestos, en tu postura y el tono de tu voz de delató —explicó. 
—¿Puedes leer a las personas?  
—Así es. 
Miles de ideas comenzaron a precipitarse rápidamente como lluvia dentro de mi mente, algunas con coherencia y otras con no tanta. Pero antes de expresarlas debía saber un dato más —. ¿A todas las personas? 
—Sí, ¿Por qué la pregunta? 
—Porque necesito tu ayuda. 
Levantó una ceja sorprendido por mis palabras —. Y… ¿por qué piensas que te ayudaría? 
—Excelente preguntar —traté de ordenar todo mi discurso para conversarlo de ayudarme a pesar de que era una completa desconocida para él—. Tal vez no me conoces. 
—No, de hecho no. 
—Exacto, pero si tú me ayudas a encontrar al sujeto que me salvó la vida prometo que nunca más me verás en toda tu vida. 
—Y ¿Qué pasa si nunca lo encontramos? —volvió a preguntar esta vez más interesado en mi respuesta. 
—Si nunca lo encontramos después de haber buscado debajo de las piedras prometo desaparecer de tu vida. 
—¿Y?...  
Gruñí, porque hacer tratos con desconocidos siempre implicaba algo más de lo que podías ofrecer —. Dos libros sobre la mitología griega y egipcia. 
Pasaron escasamente dos minutos antes que volviera a hablar tomándome por sorpresa —. Acepto, pero tengo una condición. 
—¿Cuál? 





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