Paseo submarino

Capítulo 12: Hasta los confines del universo.

Capítulo 12: Hasta los confines del universo. 
“—¿Estas segura de que seremos  mejores amigas por siempre? —preguntó inocentemente una chica cuya cabellera castaña ondulada había crecido en los últimos años y el color de su tez blanca comenzaba a broncearse ligeramente. 
—Claro que sí, nuestra amistad llegará hasta los confines del universo —aseguró sonrientemente la otra chicuela de largo cabello azabache y cuyos ojos parecían hipnotizar a todo el mundo. 
—¿Segura? 
—Estoy segura Let, te lo prometo por todas las galaxias del mundo. —Ambas sonrieron mutuamente porque era una promesa que ellas habían creado e hipotéticamente no podían romper o eso creyeron ambas en la dulzura de la niñez.” 
Sonrió tristemente ante el recuerdo de su versión más pequeña, habían pasado tantos años desde que ese suceso tomó lugar en su vida, aunque aún el momento persistía en permanecer anclado a su memoria y tristemente a su corazón; sin importar su duro esfuerzo por borrar cualquier rastro de amistad que ambas niñas tuvieron en el pasado. 
Mientras corría hacia la pista trató de apartar sus pensamientos del camino mental lleno de memorias que estaban siguiendo para orientarlos hacia las actividades que había planteado durante los meses que estarían en este lugar. Se esforzó por recordar algunas de ellas; comer en restaurantes cercanos a la playa, hecho; comprar ropa en una tienda departamental, aunque ese día no acompañó a sus progenitores sabía de muy buena fuente que habían ido y disfrutado de su tiempo esa tarde; buceo submarino, un escalofrío la recorrió por toda la espalda al recordar aquel último suceso que casi logra terminar con su vida. 
Con la respiración agitada se llevó una mano hacia su corazón sintiendo sus agitados latidos; como un constante recuerdo de que aún seguía con vida, gracias a una persona que no desea su gratitud por haberle salvado la vida. 

ALEJANDRO. 
—No entiendo porque estás empeñado por alejarte de una chica como ella —dijo Marcus mientras terminaba de anclar la pequeña lancha al muelle en donde los turistas que decidían quedarse en el hotel debían esperar para ser transportados hasta Pueblo Bonito Sunset. 
—Ya te expliqué eso cien veces —expresé exasperado. 
—Lo sé, pero… —cuando terminó de hacer el último nudo dejó salir un suspiro y se enderezó para poder mirarme fijamente—, simplemente no lo entiendo. 
—No se trata de que lo entiendas o no —me encogí de hombros—. Además, conoces perfectamente que no puedo permitirme ninguna distracción, no ahora cuando estoy tan cerca de alcanzar mi sueño. 
—Pero las chicas no son una distracción —objetó. 
—Claro que lo son. 
—Que no. 
—Perfecto —articulé al momento en que me puse en pie y caminé lentamente hacia mi amigo de manera desafiante—, dame una razón lo suficientemente firme para creer que tienes razón. 
Abrió la boca como su fuera a hablar, pero tan rápido como lo hizo la volvió a cerrar infinidad de veces, sonreí complacido; porque sin importar cuanto intentara hacerme cambiar de opinión nunca lo lograría. Ni él, ni nadie. 


AEILET. 
Cerré los ojos disfrutando de la fría agua de la ducha recorriendo cada parte de mi acalorado cuerpo; que había quedado en esta condición debido a la exigente actividad física a la que me sometí fervientemente, esperando que fuera mi balsa para sobrellevar las emociones que el reencuentro con Abigail despertó dentro de mí. Definitivamente no estaba preparada, pero… debería estarlo, por mi bien. Porque mi bienestar psicológico y emocional son mi mayor prioridad, una qué debo proteger a toda costa. 
“—¿No es más fácil fingir que este desgarrador dolor que está aquí dentro, —expresé a la par que llevaba mi mano derecha cerraba en un puño hacia donde estaba mi corazón— no existe? 
—Podrías hacerlo, pero… ese sería el camino más fácil que cualquier persona podría seguir, y tú, Aielet. No eres cualquier persona en el mundo.” 
Sintiéndome mejor al recordar las palabras que hace un año compartí con Valentino dejé que el baño hiciera su respectiva función en compañía de un par de velas aromáticas que había encendido antes de entrar en la ducha. 

AHMED. 
Mis ojos danzaron melodiosamente entre cada línea del texto que tenía impreso frente a mí como una perfecta sinfónica compuesta por el maestro Bethoven. 
—Si sigues estudiando de esa manera tu cerebro explotará —reprochó mi madre quién se encontraba recargada contra el marco de la puerta de mi habitación. 
Dejando a un lado el maravilloso texto deposité toda mi atención en mi progenitora quien había cruzado ambos brazos a la altura de su pecho. —No creo que haga eso mamá. 
—¿Cómo estás tan seguro Ahmed? 
—Porque mi cerebro está entrenado para recibir esa cantidad de información y más. Además es imposible que suceda literalmente hablando. 
—Si lo que dices fuera cierta, entonces; ¿por qué el hijo de la hermana de la tía de la vecina le pasó lo mismo? 
—¿Quién te contó aquello? —interrogué frunciendo el ceño. 
—La vecina. 
—Mamá, ya te dije que no antes creyendo lo que todas las personas te digan 
—Lo sé, pero… 
—Pero nada mamá, ya hemos hablado de no creer ninguna de las especulaciones que se presenten hasta tener hechos verídicos que lo sustenten. 
—Si hijo, pero… me preocupas, no necesariamente porque tú cerebro vaya a explotar. 
—Mamá, ya te dije que estoy perfectamente bien —agregué, intentando darle un tono tranquilizador a mi voz. 
—Lo mismo dijiste aquella noche —objetó soltando un suspiro cargado de tristeza y frustración—. Mira, únicamente me preocupó por tu bienestar, has trabajado arduamente los últimos meses para conseguir lo que deseas que… tengo miedo en que te malpases y tengas algún desmayo o termines en algún hospital. Sabes que si algo te pasara a ti o a tu hermana… —no terminó de a completar la oración antes de que la tristeza y el temor se hicieran presentes en ella a través de lágrima que no pudo calmar ni llevándose una mano a su boca paga ahogar el sonido de sus sollozos.  
Me puse en pie saliendo de mi escritorio para acortar la distancia que me separaba de mi mamá, una vez estuve frente a ella la envolví en un cálido abrazo que pudiera confortar si dolor lo mejor posible. —Lo sé mamá, pero nada malo nos pasará a mi o a Hatshepsut. Ambos estaremos bien. No te preocupes por nosotros. Después de todo sabemos cuidarnos perfectamente. 
Haciendo una respiración profunda la mujer que sostenía entre mis brazos habló. —Sí tengo porque preocuparme; son mis hijos y lo único que me queda en esta vida y por lo tanto juré protegerlos. 
Antes de que pudiera refutar su argumento alguien más se adelantó y estaba segura de quien era a pesar de que aún no había visualizado su cuerpo. —Odio decirlo mami, pero Ahmed tiene razón. El tiempo nos ha convertido en personas más fuertes que hace unos años, así que no deberías pasar toda tu vida preocupándote por dos adolescentes deseosos de dar lo mejor de sí mismos para superarse. 
—Además de que todo sacrificio físico que hagamos tendrá su fruto después. —A completé por ella. 
—Pero no deberían esforzarse tanto…  
—Sí debemos madre, tú en los últimos años has trabajado arduamente para darnos lo que tenemos hoy en día, por lo cual es justo que nos dejes hacer lo mismo. 
Separándose de mi abrazo mi mamá contestó con resignación —Adelante. Pero los quiero ver ingerir todos sus alimentos y nada de “estamos ocupado”. ¿Entendido? 
—Entendido —aseguramos mi hermanita y yo al mismo tiempo. 
—Por cierto Ahmed, ¿cómo vas con los trámites para ir a la universidad? —preguntó mi madre llena de curiosidad por terminar de conocer el plan que había empezado a trazar hace tres años y que estaba a meses de ejecutarse por completo. 
AIELET. 
La alarma de mi teléfono celular comenzó a sonar insistentemente despejándome del sueño que estaba teniendo, en dónde la sombra de un chico se inclinaba hacia adelante tratando de escuchar algún sonido proviniente de mi nariz; mientras clavaba su miraba en mi pecho esperando ver un pequeño movimiento, pero nada sucedía, asustada abrí ambos ojos abruptamente tratando de alejar aquellos… ¿recuerdos?, Qué venían únicamente a inquietar mi paz. 
Conservando mi agitación me llevé una mano a mi corazón, intentando sentir desesperadamente los latidos alocados de mi corazón para recordarme que estaba perfectamente bien, que estaba a salvó y que tenía que encontrar al chico que me salvó para darle mi más sincera gratitud. Aún si él no quería. 
A tientas busqué mi celular entre las sábanas de la cama hasta hallarlo, mucho más consiente y tranquila deslicé mi dedo por la pantalla calmando al fin el insufrible sonido que emitía, terminando eso enfoqué mi mirada en el número de la esquina superior derecha del móvil para visualizar la hora y al darme cuenta de eso salté velozmente de la calidez de las mantas para ir al baño y empezar a prepararme para ir a correr aquel día en dónde esperaba encontrarme al chico de hipnóticos ojos miel para asegurarme de que cumpliera su palabra del día anterior. 
NOTA DE AUTORA: 
Hola, primeramente quisiera presentarme; mi nombre es Abigail y tengo 19 años, vivo en México y estoy estudiando la licenciatura en Pedagogía. 
Hace muchos años me enamoré del arte de escribir y durante ese tiempo mi mayor sueño ha sido publicar un libro con alguna editorial que le abra las puertas a mis proyectos y mundos completamente alocados. Por eso empecé este sueño al lado de cada uno de ustedes que le han dado un lugar a Aielet en su corazón y por eso quiero agradecerles. Sé que he estado ausente por muchas semanas y que los he dejado abandonados, lo siento, créanme que lo lamento. Pero prometo ponerme las pilas (como decimos aquí) para que este libro se desarrolle como debe ser. Gracias por aún conservarlo en sus bibliotecas y por ser parte de mi vida. 
Los quiero. 
Besos y abrazos sabor a Nutella💖 


 




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