Paseo submarino

Capítulo 14: ¿Alguna idea?

Hola, soy yo de nuevo. Este capítulo me tardé dos semanas en escribirlo y aún no está listo, pero en cuanto acabe el libro les prometo corregir todos los errores. Por su amor y apoyo gracias.

Pd. Si quieren spoilers de otras cosas no olviden seguirme en mis redes sociales.

Besos y abrazos sabor a Nutella.

 

Capítulo 14: ¿Alguna idea?
AIELET. 
Suspiré frustrada de nuevo porque el chico de los ojos color miel no había venido a correr en el tiempo que he estado “entrenando” está mañana, provocándome una interrogante que constantemente revoloteaba en mi cabeza, ¿Por qué las otras veces que no quería ni verlo en pintura se aparecía de la nada y ahora que necesito de su ayuda él no aparece?, ¿Por qué?. Llevé mis manos a mi cabeza para frotarlas como si aquel gesto de exasperación pudiera liberar toda la energía acumulada dentro de mí. 
Cerré los ojos tratando de contar del uno al diez paulatinamente acompañada de las suaves respiraciones de mis pulmones. Cuando hube acabado mi cerebro está en paz mental y perfectamente ordenado, cómo debería estar. 
Tomé mi bote de agua comenzando a trotar de regreso al hotel para ducharme y empezar este día que al parecer estaba destinado a llevarme la contraria. 

AHMED. 
—¿Cuánto tiempo más te vas a esconder ahí, Ahmed? —preguntó una voz a mi espalda, asustandome al no reparar en su presencia. 
Alterado por su interrupción llevé una mano a mi corazón mientras expresaba bruscamente. —¡Caramba! Marcus, siempre tienes la manía de entrometerte dónde no te llaman. 
El se encogió de hombros para regalarme una sonrisa torcida. —Es parte de mi encanto hermano. 
—Claro, claro. Fingiré que te creo. —Expresé regresando mi atención hacia la chica de cabellera castaña ondulada que empezaba a marcharse probablemente de vuelta al hotel. 
—No puedo creer que aún te escondas de esa niña que lo único que quiere es tu ayuda. 
—No me estoy escondiendo —dije viéndolo de nuevo con mi ceño fruncido—. Únicamente estoy… meditando sobre mi siguiente movimiento —respondí casualmente, o al menos eso creí. 
—Claro, claro. ¿Cómo era? —preguntó, llevándose una mano a la barbilla fingiendo recordar algo—, ah sí. Fingiré que te creo, hermano. 
—No puedes usar mis palabras contra mí —dije, señalandolo acusatoriamente 
Soltando un suspiro Marcus apoyo una de sus manos sobre mi hombro ejerciendo un leve apretón de hermano mayor. —¿Sabes?, Para ser una persona inteligente eres demasiado menso con el trato a otros seres humanos. Prometiste ayudar a esa chica a encontrar al sujeto que le salvó la vida y no has hecho nada para cumplir con tu palabra. Me sorprende viniendo de tu parte Ahmed Mogollan. Tu nunca rompes tus promesas, hermano. 
Antes de que tuviera oportunidad de replicar su argumento soltó mi brazo negando suavemente con la cabeza para marcharse y dejarme solo ante el torbellino de pensamientos que tenía en mi cabeza. 
—Si tan solo estuvieras aquí papá, tu me ayudarías a saber que es lo correcto —solté, tomando entre mis manos mi botella de agua para correr hacia mi casa en dónde debía prepararme para otro aburrido día de trabajo en el restaurante. 
AIELET. 
Cuando terminé de llegar al hotel lo primero que hice atravesando el lobby fue caminar hacia el elevador, el cual me permitiría ahorrar algo de tiempo, pues en el trayecto hacia aquí me había distraído observando a los pequeños niños reír, jugar, gritar de alegría y correr libremente como un quetzal.  
Conforme me iba acercando más a mi objetivo; busqué en uno de los compartimientos delanteros de mi mochila la llave de mi habitación. Esperando hallarla con facilidad sin la necesidad de detener mi andar hacia la puerta de metal. Pero justo cuando las había palpado la sombra de una persona se interpuso en mi camino sin darme tiempo a reaccionar, provocando que mi rostro terminara impactando contra la dureza de su espalda e inmediatamente un dolor intenso recorriera cada músculo de mi cara. 
—¡Auch! —exclamé, llevándome una de mis manos hacia mi frente que era la parte que más había resentido el golpe—. ¡Pero que carambas te pasa! —grité al sujeto al cual no había visto aún. 
—Mejor; ¿qué te pasa a ti niña?, porque siempre que estoy cerca de ti terminas chocando conmigo. —Expresó molesto una voz que ansiaba volver a escuchar para reclamarle su falta de ética al no cumplir su promesa. 
—Primero —dije dejando a un lado mi malestar físico para ergirme en mi estatura—, yo no choqué contigo. Eres tú quien siempre se interpone en mi camino, justo como ahora. —El chico de los ojos miel se había girado para verme exasperado por mi argumento. —. Segundo, tengo dieciséis años. Por lo tanto señor, no soy una niña. 
—Sí, claro. Si no fueras una niñita no estarías diciendo ese tipo de “argumentos”; si es que puede ser llamado de esa manera. —Expresó. 
—¿A qué te refieres con “tipo de argumentos? 
—A los últimos dos minutos de mi vida. 
—Oh; claro, vaya explicación —exclamé sarcástica mientras volvía a ingresar mi mano al interior de mi bolso retando mi tarea inicial. 
—Al menos es una mejor explicación y justificación que tú razón para encontrar al chico misterio. —Contestó, viéndome directamente a los ojos esperando mi reacción que tardó dos minutos en llegar. 
—Puede que tengas razón, pero… después de todo no soy una persona que promete algo y no lo cumple. —Solté sosteniendole la mirada altivamente. 
Sin esperar su respuesta terminé la distancia que me separaba de la caja de metal para presionar el primer botón que llamaría al ascensor a mi rescate. 
Mientras terminaba mi espera escuché un pesado suspiro hasta que escuché la arrepentida y cansada voz del chico a mis espaldas. —A las seis pm en la oficina de los guías de turistas. Si llegas tarde mi oferta se retira. 
AHMED. 
¡Genial!, ¡Sumamente genial!. Si mi vida no era lo suficientemente complicada ahora lo es. ¿Es que el escritor de mi historia se está riendo tras mi espalda? 
—¡Arrgg! —exclamé sumamente molesto por como Marcus y esa chica estúpida habían logrado tornar mi voluntad con una sola palabra. 
—Vaya… parece que alguien viene sumamente furioso. —Enunció Marcus antes de soltar un pequeño chiflido. 
—Tú deberías callarte a menos que desees que maltrate tu perfecto peinado. 
—Oye hermano, únicamente estaba bromeando.  
—“Únicamente estaba bromeando” —dije imitando su tono de voz. 
—Vale, entendí el mensaje. Pero… ¿Qué te sucedió para ponerte de ese estado de humor? —preguntó saliendo detrás del mostrador del guía de turistas. 
Solté un suspiro antes de sentarme en una de las sillas de la sala para esconder mi cabeza dentro de mis piernas. —. Sucedió que al fin voy a cumplirle la promesa que le hice a esa mocosa castaña.  
—¿Cómo? —preguntó completamente sorprendido. 
—Así es. —Posé una de mis manos sobre el puente de mi nariz esperando que aquel dolor pudiera apartar mi horrible genio. —Cuando iba camino al restaurante el jefe me marcó para decirme que debía ir al hotel pronto; pues una de las chicas encargadas de del departamento de guía de turistas se había enfermado y el suplente probablemente iba a necesitar de mi competente ayuda. 
—No puedo creer que el jefe te haya mandado aquí. Soy lo suficientemente responsable y diligente para este trabajo —intentó defenderse mi fiel amigo. 
—Sí claro. 
—Claro que lo soy Ahmed. Deberías aceptarlo de una vez. 
—Lo haré cuando realmente lo compruebes —dije encogiéndome de hombros—. Cómo sea. En el camino de regreso me topé frente al elevador a la mocosa que he evitado desde aquel día en que me apiadé de ella y le ofrecí mi ayuda. 
—Ajam. ¿Y luego? 
—Pues… se alteró, y… yo exploté, dejé salir parte de mi enojo contra ella hasta que al final… ella dijo: “después de todo no soy una persona que promete algo y no lo cumple”, no sabes cuándo me dolió cada una de esas palabras. 
Escuché los ligeros sonidos de unos pasos hasta que el cálido abrazo de un hermano me envolvió tal como había hecho desde que conocía toda mi historia. —Me he de imaginar lo que debiste haber sentido Med. Pero recuerda que esos momentos de tu vida ya pasaron. No puedes seguirte lamentando por algo que no tienes la culpa. 
—Lo sé. Pero… eso no significa que deje de doler. 
AIELET. 
Terminé de arreglarme lo más rápido posible y tomé de mi mesita de noche mi móvil junto con las llaves de la habitación para salir apresuradamente hacia el pasillo que conectaba el resto de las habitaciones con el elevador y las escaleras de servicio. 
Mientras caminaba velozmente hacia la enorme caja de metal desbloqueé la pantalla de mi celular para buscar entre mis contactos el número de Edwin; quien me había escrito un mensaje horas atrás para preguntarme en qué lugar estaba, una vez localicé su nombre presioné el botón de llamada esperando que no tardará tanto en responder. 
—¿Let? —preguntó dudoso. 
—La misma —respondí cuando al fin había ingresado a la caja de metal para iniciar mi descenso—. ¿En dónde están? —pregunté. 
—En un comedor familiar llamado “la casa de la comida”, está en el pueblo de Los Cabos. 
—¿¡ESTÁN EN EL PUEBLO DE LOS CABOS!? —grité agradecida de que nadie más estuviera adentro—. No te pases, ¿a qué horas se fueron para ir de visita al pueblo? 
—Hace una hora, por eso te enviamos mensajes, porque al no encontrarte decidimos que nos alcanzaras. 
—Como si fuera así de sencillo —murmuré. 
—Pues… técnicamente lo es. Únicamente debes salir al muelle que tiene el Arco, para que subas en la siguiente lancha que venga hacia acá —explicó. 
—Lo sé —expresé suspirando—. Pero… —dudé unos segundos entre explicarle que haría en unas horas o mantener esto como mi pequeño secreto. 
—¿Pero? —preguntó Edwin, quien seguramente de estar frente a mí se hubiera cruzado de brazos y levantado una de sus cejas esperando que mi justificación fuera lo suficientemente argumentada. 
—Tengo que… —vamos cerebro. No puedes fallarme ahora que te necesito. 
—¿Qué?... 
—Ahorita te explico, el elevador acaba de llegar al lobby y necesito ir a arreglar un papeleo con… el encargado de las actividades para turistas. —Expresé velozmente saliendo de la caja de metal, la cual había detenido su movimiento y abierto sus puertas expectante de mi salida. 
—¿Qué papeleo vas a arreglar?, Espero que no vayas a intentar lo de… 
—No.  
—Bueno, pero… ten cuidado y piensa todo antes de tomar una decisión. Por favor. 
—Lo haré —dije cruzando las puertas que aún se mantenían abiertas del elevador—. ¿Crees que podrías avisarle a mamá y a papá que no podré acompañarlos el día de hoy? 
—Claro. 
—Gracias hermano. Cualquier cosa sabes que puedes avisarme. 
—Tranquila Let. Estaremos bien. 
—Vale. Hasta la noche. 
—Hasta la noche —una vez terminó de hablar colgué la llamada pues era momento de buscar un restaurante para desayunar antes de poner mi cerebro a trabajar. 
EDWIN. 
—¿Crees que vaya a intentar bucear en el Mar de Cortés? —preguntó Valentino rompiendo el profundo silencio que se había instalados tras darles la noticia que Let me había comunicado. 
—¿Honestamente? —pregunté, agarrando distraídamente la pajilla de mi jugo de naranja. 
—Si. 
—No lo creo. Es muy inteligente y ha demostrado que nunca tropieza con la misma piedra dos veces. 
—¿Lo dices por…? 
—Si.  
—Vale. Entiendo perfectamente Ed. Pero…. ¿Quién se lo va a decir a nuestros padres? 
—Pensaba en ti hermanito, espero que tus habilidades orales hayan mejorado en los últimos años. 
—Referente a eso… 
—¿Sí? —interrogué cruzando los brazos de manera desafiante mientras levanta un de mis cejas. 
Valentino me miró unos instantes más antes de contestar. —Nada, solamente quería decirte que después de todo es mi deber como hermano mayor. 
—¿Qué están haciendo chicos? —cuestionó la voz gruesa de nuestro padre quien se aproximaba acompañado del brazo por mi deslumbrante madre. 
—Hablando, de un asunto muy asuntuoso —respondió torpemente Vale. 
—No me dijas —dije con notable sarcasmo antes de regresar la mirada hacia mis progenitores esperando no desatar la tercera guerra mundial—. Let me ha llamado para justificar su repentina ausencia en esta mañana, debido que necesita terminar un papeleo en la oficina del guía de actividades turísticas del hotel. —Terminé de explicar. 
La mirada de mis padres se tornó pensativa por un momento hasta que al mismo tiempo se vieron a los ojos estableciendo una conversación secreta y oculta ante nosotros. —Supongo que por hoy podemos dejarlo pasar —dijo cuidadosamente mi madre aún con la mirada fija en mi padre. 
Sonreí, porque Let estaba en lo cierto respecto a sí misma, pues su madurez estaba creciendo cada día y con ella la asertividad de sus decisiones. 
—Ahora a desayunar que mis tripas están a punto de explotar —dijo mi hermano menor mientras se agarraba con ambas manos su estómago fingiendo doblarse del dolor por su hambre. 
AIELET. 
Bueno, las personas suelen decir demasiadas veces “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”, pero creo que tenemos conciencia de las personas o cosas materiales que son rodean todos los días de nuestra vida, sin embargo; nunca le damos la importancia que merece hasta el momento en que nos percatamos de su ausencia. Desde ese momento comenzamos a apreciar cada segundo al lado de nuestros seres queridos, empezamos a comprender y a vivir el significado de la palabra gozo con cada respiración dada por nuestros pulmones, hasta nuestro último aliento de vida. Al menos, esa fue la conclusión a la que llegué en cuanto atravesé silenciosamente la puerta del restaurante a dónde había visto al chico de ojos color miel hace unos días que ahora parecían distantes. 
—Buenos días, disculpe señor… —dije buscando el nombre del adulto de mediana estatura con cabellera canosa ubicado a la entrada del hermoso lugar— Thomson. Ayer por la noche hice una reservación para el día de hoy en la mañana, pero cuando hablé para confirmarla está mañana me han dicho que no existía ninguna y precisamente hoy no puedo demorarme en buscar otro lugar en donde desayunar. ¿Usted cree que pueda proporcionarme si ayuda?  
—Sí claro, señorita… 
—Rodríguez, Rodríguez Flores. 
—Perfecto. Dejé checar si reservación en el sistema para volver a rectificar lo que me ha dicho —explicó mientras centraba su atención en teclear algo en el ordenador frente a él. 
Mientras aguardaba su respuesta decidí observar detalladamente la arquitectura moderna del lugar, hasta reparar en las pequeñas decoraciones colgadas en la pared que parecían guardar un estilo geométrico y estético con su alrededor. 
—Bueno señorita, en efecto. No aparece en nuestra lista, sin embargo; tras oír su situación he decidido que únicamente por esta ocasión podrá pasar a disfrutar de nuestros talentos culinarios.  
—Muchas gracias señor Thomson, es usted una gran persona. 
—No es nada señorita. Estoy para servirle, ahora la dejaré en su respectiva mesa. 
Después de eso pensé que todo iría perfectamente bien pues nunca había disfrutado un desayuno sin los comentarios imprudentes de Valentino o el sarcasmo y seriedad de Edwin, pero… me equivoqué al momento, porque a los pocos minutos de iniciar a engullir mi platillo recordé con una mezcla de nostalgia y alegría como había insistido mi hermano mayor en qué sería algún día la reina de los delfines o como el agua no podría hacerme daño, eran tantas las locuras que se le ocurrían que se habían vuelto parte de mi rutina y… de mí vida cada una con su toque original. 
Además, también está la estrecha  conexión que sostenía con mi segundo hermano mayor, quien siempre ha ayudado a observar el mundo con madurez y curiosidad. 
Solté un suspiro cargado de pesar, pues esta mañana sería demasiado pesada y turbia para mí. 
Después de disfrutar los alimentos iniciales del día me dediqué a buscar nuestras atracciones y actividades que podría disfrutar con mi familia hasta que llegó la hora en que volví a buscar un nuevo establecimiento de comida en medio de la playa. 
—Si estás buscando un lugar donde comer no lo encontrarás aquí —dijo una voz a mi espalda. 
Asustada volteé hacia todas las direcciones posibles, pero no logré dar con el dueño de la voz hasta que alzó su mirada hacia mí, apartandola de las cuerdas que sostenía entre sus manos. 
—¿Quién dijo que necesitaba de un restaurante? —pregunté bruscamente 
—Tú —respondió encogiéndose despreocupadamente de hombros—. Cómo decía, sí buscas un lugar donde comer no lo encontrarás aquí, a menos que regreses al hotel Sunset, que está hacia… allá. 
—Vale, supongo que muchas gracias… 
—Marcus. 
—Perfecto, Marcus. 
Sin importarme en parecer descortés caminé apresuradamente hacia la dirección que me señaló aquel chico, esperando dejarlo atrás lo mas pronto posible. 
Una vez llegué al hotel fui hacia el comedor deseosa de poder calmar mi hambre antes de mi encuentro con el chico de ojos color miel. 




Si ser puntual fuera una competencia seguramente quedaría entre el segundo y primer lugar, ya que mis padres siempre me han inculcado a ser responsable en todas las áreas de mi vida, por eso; en cuanto fueron quince minutos antes de las seis empecé a andar hacia el lugar en donde vería a aquel chico de pupilas miel que al fin cumpliría su promesa. 
Conforme iba avanzando visualicé el pequeño cubículo del guía de turista hasta que estuve frente las puerta transparentes del local, tomando una profunda respiración empujé la puerta lentamente hasta alcanzar el espacio que necesitaba para ingresar. 
—Sinceramente, no pensé que fueras a venir; niña.  
—Yo tampoco pensaba que fueras a cumplir tu promesa, niño. 
Ambos nos miramos a los ojos desafiantememte hasta que él bajó la vista. 
—Sí quieres encontrar a ese chico, deberíamos empezar en dónde todo sucedió. ¿Alguna idea? 
 




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