Después de una semana, la rutina de madrugar y correr de un lado a otro para estar listos cuando Mo Beijun los recogiera normalmente se volvió tedioso, el recorrido de su departamento a la escuela era casi cuarenta minutos, largos y aburridos minutos, ya que una vez que las puertas del automóvil se cierran el ambiente se vuelve frío y serio, un silencio abrume la atmosfera, impidiéndoles gritar y hablar como lo hacen fuera.
Sin embargo, este día fue diferente, pues Jiang WanYin le había pedido de favor que después de llevarlos a la escuela, podía darle un aventón a Qinghua ya que debía ir a una junta de suma importancia y no podía llegar ni un segundo tarde, y además él tiene que regresar a la compañía a dar su reporte, por lo que no se desviaría de su camino.
Después de que los jóvenes se bajaron se despidieron de su amigo, cerraron la puerta en un sonoro golpe, antes no se sentía el ambiente tan serio debido a que el joven de ropas azules claro les conto sobre su experiencia de unos días atrás.
Donde por poco casi lo atropellan, pues iba distraído en un mar de pensamientos, todos destinados a su trabajo y a sus tareas de la carrera.
Si no fuera por el joven que se le aventó, el carro lo hubiera arroyado y lo hubiera hecho una pila de carne y huesos sangrantes. Sus amigos lo reprendieron por su falta de conciencia, pues no era la primera vez que casi lo atropellaban, su amigo era muy despistado incluso cuando sabe que debe tener cuidado por aquella razón, ya que si algo le pasa no sabían ni en donde empezar a buscarlo.
Después de ser regañado durante quince minutos, les contó que aquel joven era muy apuesto y varonil, de ojos azules y de una sonrisa rosada, sus labios carnosos y de pupilas brillantes, su cabello negro y de torso musculoso.
Mo Beijun parecía indiferente pero cuando escucho la anécdota del joven sus dedos apretaron el volante con mayor fuerza, su ceño se frunció levemente. Pero cuando escucho la última parte freno de golpe, los chicos lo vieron sorprendidos, pero cuando notaron en donde estaban se bajaron del auto y se despidieron.
Dejando a Qinghua con el serio y frío Beijun a solas, el joven intento hacerle platica, pero el contrario se limitaba a ignorarlo, dejándole en completo silencio.
Sin embargo, una cancioncita pegajosa resonó dentro del vehículo, era el celular del menor, este atendió la llamada, pero al ver el nombre del contacto, sus ojos se abrieron a la par.
-¿Bueno? – Preguntó sonriente, el mayor lo estaba viendo fijamente por el espejo, al ver que el joven se emocionó y sonrió de manera boba, no pudo evitar sentir cierta incomodidad en su corazón.
-Hola, soy Mateo, el chico al que le prometiste una comida. ¿Ya se te olvido? – Preguntó divertido, el joven negó con la cabeza, una sonrisa se curvo en sus labios.
-Por supuesto que no, me salvaste mi vida, así que te debo por lo menos una comida. Pero ahora no creo poder. – Contestó apenado y un poco abatido.
-Descuida, puedo esperar ¿Qué te parece en la tarde? – Preguntó calmado, trasmitiendo que no habría ningún problema.
-Bien, cuando salga de trabajar te mando un mensaje. – Comentó con una sonrisa.
-De acuerdo, te veo al rato; y por cierto fíjate antes de cruzar la calle, no siempre estaré allí para salvarte de nuevo. – El comentario provoco que un rubor tiñera las mejillas del menor, Beijun al ver esas rojizas mejillas su ceño se volvió más arrugado, sus nudillos se volvieron pálidos al apretar con fuerza el volante de cuero negro.
De repente el carro se detuvo a medio camino, el joven se sorprendido pues hace rato había frenado abruptamente y ahora se detenía sin razón alguna, además tenía el tiempo contado, ya que en menos de quince minutos iba a entrar a trabajar; casi iba rezando porque no les tocara ni un semáforo en rojo para no perder tiempo, por lo que al ver que el auto seguí estancado no dudo en preguntar.
-¿Sucede algo? – Preguntó angustiado, dejo el celular en el asiento para poder apoyarse mejor y poder ver a los ojos del contrario, debido a que su estatura era mayor comparado con la suya.
-No, solo que siempre no iré a la compañía todavía. – Respondió indiferente y con seriedad.
-¡¿Por qué?! Si dijiste que tenías que volver después de dejar a los otros dos, además no puedo llegar tarde, ahorita tengo una conferencia, no puedo tomar un autobús o un taxi, eso demoraría mucho, mi jefe se volverá una fiera si llego un segundo tarde. – Explicó con la voz ahogada, pues el miedo empezó a colarse por sus poros.
-Eso no me incumbe, tengo cosas que hacer antes, por favor bájate. – Sin más le quito el seguro a la puerta y la abrió. El joven estaba molesto al punto a que sus mejillas se tornaron rojas cerezas y sus manos se transformaron en puños, sus uñas se enterraron en su palma, gotitas carmesíes escurrieron lentamente por su blanquecina piel.
- ¡Eres un completo imbécil! – Gritó encolerizado, mientras azotaba con fuerza la puerta, sin más se dio media vuelta y camino unos cuantos pasos refunfuñando. El motor del auto retumbo en sus oídos y luego se fue rápidamente, dejando una nube grisácea atrás.
En el momento que la presencia del auto se dispersó con los rayos del sol, recordó que su celular se había quedado en el sillón, sin poder comunicarse con nadie y en medio de la carretera, sus lágrimas se resbalaron por sus mejillas, la sensación de impotencia se instaló en su corazón, un sudor frío recorrió por su espalda, el color de sus mejillas comenzó a desteñirse, el enojo se aferraba en su mente, mil y un insultos se cruzaron en sus labios, amargando a su paladar.
Editado: 03.10.2020