No quiero levantarme. Eso es lo primero que pienso cada mañana, incluso antes de abrir los ojos. Apenas consigo manipular los sueños que poco a poco se desvanecen, apenas vuelvo a ser consciente de que estoy vivo y de que todo sigue igual que la noche anterior, apenas me pesa el cuerpo y siento que mi vejiga va a estallar; eso es todo lo que pienso.
No quiero levantarme.
Entonces me cubro un poco mejor, tratando de moverme lo menos posible, y cierro los párpados que ya tenía cerrados. Sé que puedo volver a dormirme si no pienso demasiado, pero yo siempre pienso demasiado. En mi vida, en mis hermanos, en mis papás, en mi flojera; porque de nuevo estoy hundiéndome en mis problemas en vez de levantarme.
Lloro. Todavía no despierto del todo y ya estoy llorando, sufriendo, culpándome por las malas decisiones que he tomado. Tal vez debí terminar mi carrera o conservar ese empleo. Tal vez debí intentarlo un poco más. Tal vez debí seguir presionándome.
Sé que ahora sí me desperté, pero eso no hace que quiera levantarme. Sería más simple si tuviera a dónde ir. Sería necesario, al menos. Sería un poco más obligatorio en vez de ser la misma decisión que tengo que tomar cada mañana.
En el fondo, todo es una decisión. Aun si siempre nos han inculcado que algunas cosas tenemos que hacerlas, todo depende de nosotros. La vida misma, por ejemplo. Aun si el resto nos dice que lo mejor es seguir aquí, viviendo, respirando, luchando; al final del día, sigue siendo nuestra decisión.
Por eso no quiero levantarme. Es bastante evidente que tampoco quiero vivir, pero, así como seguir aquí es una opción, también el suicidarse, y yo no quiero suicidarme. Quiero seguir durmiendo. Quiero descansar un poco más.
⠀
Vuelvo a despertarme demasiado tarde para mi gusto. Apenas son las once, pero siento que no merezco dormir tanto. Cuando recuerdo que todos volvieron a clases hoy mientras que yo dejé la universidad, me siento como un fracaso, o tal vez como un farsante. Siempre he sido un farsante en esta familia, un forastero.
No hago mucho más. Finjo que ordeno mi habitación, pero solo guardo lo que no estaba en su sitio. Finjo que me preparo comida, pero solo caliento lo que me dejó mi mamá. Finjo que ordeno el sillón en donde estuve el resto de la tarde, pero solo golpeo los cojines y me voy. Finjo que llamo por teléfono a mi hermano, pero sé que está en clases y que nunca me va a contestar.
Lo único que no finjo es que quiero hablar con mi mejor amigo, pero Bren también está ocupado, así que le dejo algunos mensajes mientras me lanzo a la cama. Mi mamá no llega hasta después de las cinco y la casa está tan limpia que no tengo más que hacer, aunque tal vez debería buscar un trabajo.
⠀
Un ruido me despierta, pero no estoy seguro. El sol se escondió hace quién sabe cuántas horas y con suerte distingo los muebles, pero sé que algo me despertó. ¿De verdad era tan tarde? No se suponía que durmiera tanto. No se suponía que durmiera, siquiera.
Tal vez por eso me levanto tan rápido, ignorando que no quiero hacerlo, que no puedo, que me duele el pecho con solo dar un paso. Siento que mi garganta se aprieta y mis ojos arden, pero esta vez no sale ninguna lágrima. No puedo llorar. No puedo mostrar mis sentimientos.
Voy a mi baño, me lavo la cara y abro la puerta, mirando las escaleras por tanto rato que no sé qué espero. Saber quién llegó, a lo mejor. Saber que se trata de mi mamá o de mi hermano. Saber que no tengo que enfrentar a mi papá a solas.
Por favor, no quiero que sea Max. Por favor, por favor, por favor.
Cuando veo a Cam, me relajo completamente. Ni siquiera había notado que estaba tenso, pero sí que siento el suspiro y el cambio de postura.
Al menos ya no estoy solo. Al menos ahora soy útil para alguien.