Aparento ser alguien que no soy, luzco como alguien diferente a mí. Compro ropas caras que no me gustan, tengo gestos extraños que me incomodan, imito a las personas que aborrezco; toda mi vida está llena de hipocresía. Las personas me miran mal, mis papas me lastiman y mis supuestos amigos no me hablan. Crecí y me convertí en la bruja mala de mis cuentos de antaño, cumplí mis metas, logré mis sueños, pero no estoy feliz no me siento completa. Intenté construir una nueva vida lejos de lo que me hacía daño, pero mi lado masoquista me hizo volver, sabía que las personas no cambian, sabía que ellos no me querían. Se muchas cosas, pero aun así caigo en lo mismo, soy como una adicta al alcohol; necesito rehabilitación, necesito amor.
“Buena para nada” apelativos que gane por mis noches de insomnio. No podía hacer nada durante el día, no tenía ganas de vivir sufría en el colegio, mis calificaciones no eran excelentes, pero eso era algo bueno porque así me ganaba mi apelativo de tonta. Mientras todos dormían yo estaba despierta, mientras todos soñaban yo vivía mis pesadillas. Comencé a tener pánico a dormir, comencé a pedir ayuda, pero nadie me escuchó, hasta que me di cuenta de que llorar y pedir ayuda no sirve para nada, y desde entonces mis noches de insomnio se convirtieron en noches de estudio y desde ahí mis notas comenzaron a subir, mis padres se sorprendieron tanto, que hasta dejaron de mandarme al colegio alegando que yo pagaba a los profesores para tener mejores resultados en mis calificaciones, como si estuviera desesperada por llamar su atención, así que decidí no intentar hacer nada para sobresalir. Mis notas de un momento a otro bajaron rápidamente. Los profesores particulares que contrataron mis padres se quejaban de que yo no ponía atención a su clase, sin embargo, no entiendo porque se quejaban si a ellos se les pagaba por enseñarme, no para quejarse. En fin, desde ahí me convertí en una estúpida, mis padres comenzaron a avergonzarme constantemente, diciendo que no sé, que no sirvo para estudiar que ya tienen suficiente en gastar su dinero con una loca, como para gastar más dinero en una estúpida que no puede multiplicar teniendo 15 años.
Irónicamente, me convertí en una bruja, no, me convertí en una perra para todo el mundo. Salía a fiestas y regresaba a la madrugada muy “borracha”. Con el tiempo me convertí en una actriz excelente. En las cenas familiares me callaba y sonreía como tonta, si me preguntaban algo fingida que no escuche o que no entiendo su pregunta. En si como una retrasada mental. Me metía tanto en el papel que lo interpretaba hasta el anochecer, pero la realidad volvía en mi a la media noche, a la hora que mi vida comenzaba a ser una película de terror que nunca paraba y hasta ahora nunca parará. Me acostumbré a dormir muy temprano para así poder tener unas pocas horas más de sueño. Mis pesadillas eran puntuales como un reloj, todas las noches a la media noche me despertaban. El reloj apuntaba las doce y me despertaba. Mis pesadillas iniciaban y yo me levantaba, me levantaba desorientada, venía a mí un dolor de cabeza fuerte doloroso me quejaba, gritaba, pero sabía que, aunque gritara con todas mis fuerzas, nadie me escucharía, que, si buscaba ayuda, nadie me cuidaría. Entendí que quejándome no ganaba nada, que cuando gritaba nadie me callaba y que cuando me desesperaba nadie iba a venir a consolarme, que tendría con conformarme con el amor del dinero que sabían ofrecer mis padres.
Entendí que ellos no buscan que sus hijos los aprecien ellos buscan la apreciación de las personas de su entorno. Y desde ahí entendí lo que la carta de mi hermana quería decir, entendí que yo soy algo insignificante para mis padres.