Pequeña Dory

6. Un padre por Navidad.

Santiago encontró a la pequeña Dory sola en el dormitorio, jugando sobre la cama con su muñeca de trapo. 

 

— Dory, ¿y mamá? — Le preguntó Santiago, acercándose a la cama. 

Dory dejó la muñeca y gateó hasta el borde de la cama para agarrarse a él y ponerse en pie. 

 

— Papá. — Lo llamó. 

 

— ¿Dónde está mamá, ratoncita? — Insistió y Dory señaló el balcón. Santiago miró hacía allí y se soltó después de Dory. — Ahora vuelvo. — Le dijo y caminó hacia la puerta de la terraza. 

Gloria se limpió las lágrimas de sus mejillas al escucharlo salir. 

 

— Lo siento. — Se disculpó Gloria con él. 

 

— ¿Qué tienes que sentir? — Suspiró Santiago, agachándose frente a la silla que ella ocupaba. — Soy yo quien lamenta haberte involucrado en mis líos familiares. — Colocó una mano sobre las dos manos de Gloria en su regazo. — Te pido perdón, no imaginaba los problemas que tú ya tenías. 

Gloria apartó sus manos. 

 

— ¿Por qué… ? 

 

— Tu tía me lo ha contado. 

 

— No tenía que hacerlo. — Musitó Gloria avergonzada.

Santiago acercó una mano a la mejilla de ella y le secó una lágrima. Gloria se quedó mirándolo y Santiago recordó que la había besado. 

 

— Voy a… 

 

— Mami. — Oyeron a Dory y los dos la vieron acercarse corriendo. — ¿Otra vez estás triste, mami? — Se preocupó.

Gloria la cogió y la sentó en su regazo. 

 

— No, cielo. — Le dijo Gloria y miró a Santiago frente a ellas. — ¿Qué ibas a decir? 

 

— ¿Yo? — Preguntó Santiago y tras pensarlo un poco, sonrió. — Creo que lo he olvidado. ¿Qué os parece si salimos los tres de paseo? ¿Hay algún sitio al que quieras ir, Dory? 

 

— A los columpios. — Dijo Dory contenta. 

Gloria se quedó en silencio y Santiago se levantó poniéndole una mano en la cabeza. 

 

— Salgamos a llevar a Dory a los columpios. 

 

 

Gloria se quedó sentada en un banco de un parque infantil, viendo a Santiago vigilar y jugar con Dory en los columpios. Su hija no dejaba de sonreír y se sintió agradecida con él por hacerla feliz. 

 

— El papá de Dory nunca jugaba con ella. — Le contó a Santiago cuando él se sentó con ella en el banco. 

Otros niños se habían unido a jugar con Dory en los columpios.  

 

— Entonces jugaré con ella a menudo. — Le prometió Santiago y Gloria lo miró. — Tu tía me ha pedido que hable con mi madre y le cuente la verdad. Pensaba hacerlo, pero he pensado en que te dije que haría que Dory tuviera una Navidad maravillosa. Me temo que sí revelo todo ahora mismo no podré hacer eso. 

 

— Pero sería lo mejor. Tu madre está muy enfadada. — Le respondió Gloria. — Hasta habéis peleado. 

 

— Siempre ha sido así. Nunca le ha gustado como soy o como hago las cosas. — Santiago sonrió por estar quejándose de su madre como un niño pequeño. — Me siento ridículo, mis problemas son banales comparados a los tuyos. 

 

— Mi tía no tenía que haberte dicho nada. No me gusta que la gente me vea como una mujer débil, porque quiero ser fuerte para sacar a Dory adelante sola y negarme a volver con él si me viene a buscar. 

 

— Eh. — Santiago la agarró de la barbilla e hizo que lo mirara. — No vas a volver con un tipo que no te trata bien. — La soltó y metió las manos en los bolsillos de su sudadera mirando a Dory. — Quiero seguir siendo el padre de Dory el resto de la Navidad y hacerla la niña más feliz del mundo. ¿Me dejarás? — La volvió a mirar y Gloria bajó la cabeza. — Eh. 

Gloria se cubrió la cara con las manos al echarse llorar y Santiago sacó una mano del bolsillo para rodearla por la espalda y abrazarla. Gloria se aferró a él y lloró en su pecho. 

 

— Lo siento. — Se disculpó por llorar y Santiago apoyó su mentón en la cabeza de ella. 

 

— Hace frío, vayamos a un sitio más caliente para hablar. 

 

 

Dory se rió contenta cuando una joven camarera sirvió frente a ella una porción de pastel de fresas. 

 

— ¿Puedo comer, mami? — Le preguntó Dory a su madre, agarrándola del brazo. 

 

— Sí, pero es para compartirlo las dos. Sí te lo comes sola te dolerá la barriga. — Le dijo Gloria, poniéndole una servilleta de papel en el cuello del vestido. 

Santiago sonrió viendo a Dory tomar con un dedo nata del pastel y llevársela a la boca. 

 

— ¡Muy rico! — Gritó alegre y Gloria miró alrededor. 

El local en el que estaban era familiar y había niños corriendo, jugando y gritando. 

 

— No te preocupes, déjala. — Le habló Santiago y agarró su mano. 

Gloria asintió mirándolo y le sonrió por el contacto de sus manos. 

 

— ¿Crees que tu madre me odia? — Le preguntó Gloria. 

Santiago pensó al respecto y mientras lo hizo sus dedos acariciaron la mano de Gloria. 

 

— Lo arreglaré todo para que no sea así, además… — Miró a la pequeña Dory comiendo pastel a cucharadas. — Dory le gusta y si le gusta la hija tiene que gustarle la madre, ¿no crees? 

 

— No necesariamente. — Negó Gloria. — Soy pobre y sin estudios, ella no quiere una mujer así para su hijo. 

 

— Ella debe aprender a respetar lo que su hijo quiere. — Santiago apartó su mano y se echó atrás en la silla. — Claro, si realmente fuésemos pareja. — Observó como la mano de Gloria no se movió del sitio y se fijó en la marca del anillo que ya no llevaba. — ¿Estabas o estás casada con él? 

Gloria cerró su mano. 

 

— Estoy casada. Dejé de usar la alianza cuando me dio una bofetada delante de Dory. 

El rostro de Santiago se tensó. 

 

— Poco hombre. — Musitó muy molesto y Gloria entonó una triste sonrisa. — ¿Todavía lo quieres? — Miró Gloria a su hija y Santiago comprendió que no quería hablar de eso delante de Dory. — Hablemos cuando Dory no escuche. 



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En el texto hay: familia, drama, amor

Editado: 01.03.2024

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