Prólogo.

PRÓLOGO

—¿Están seguros qué esta es su casa? —le pregunté a los pequeños problemas que llevaba en el asiento trasero de mi auto.

—Sí, aquí vivimos con mi mamá.

—La misma que abandonaste con dos hijos, hombre desalmado.

—Abandona familias.

—Abandona hijos.

—Mal padre. —suspire agotado de sus escandalosos reproches. 

El día que los gemelos aparecieron en mi oficina con globos llenos de pintura y arruinaron mi costoso traje y de paso el vestido de mi ex prometida mientras gritaban al unísono que era un mal padre sigue marcado en mi memoria, no habían pasado muchos días de eso, aproximadamente un mes, pero su llegada y sus palabras habían traído un sin fin de consecuencias. La primera y más importante, mi bella Danna, me había abandonado ni bien se enteró.

Mamá me golpeó un par de veces por ser un padre desnaturalizado y mi padre me obligo a hacerme cargo de los pequeños engendros del mal que se habían ganado sus corazones, por otro lado, seguía sin saber quién era su madre, y lo peor, haciéndome cargo de dos pequeños que era imposible fueran mis hijos, pues hasta los últimos exámenes que me había realizado determinaban lo mismo, era y seguía siendo estéril.

—Ya les dije que no sé quién es su madre.

—Mi mamá se llama Lindsay Willow. —me giré a mirar al pequeño terremoto uno, a quien le había amarrado una cinta roja en su muñeca.

—Pudiste decirme eso antes, problema uno.

—Me llamo Jayden —se cruzó de brazos enojado.

—Bien Jayden, ¿Por qué no me dijiste el nombre de tu madre antes? —se encogió de hombros y giró para mirar a la ventana.

—Y tú, ¿por qué no me dijiste problema dos?

—Porque tienes cara de bobo.

—Sabes que nos parecemos, ¿no? —me froté la frente con desespero, cuidar niños era más difícil de lo que pensaba.

—Ya nos bajamos, quiero ver a mi mamá, si es que no se murió —el pequeño problema uno empezó a llorar desconsolado, siendo seguido por su hermano. Mi auto se convirtió en un mar de lágrimas en menos de un minuto.

—Ya, ya. No lloren. Vamos a bajar del auto, iremos a su casa y encontrarán a su madre sana y salva.

—¿Lo prometes? —preguntaron al unísono cesando al fin su llanto.

—Pues sí, ella va a estar bien, los entrego y me voy.

—¿Nos vas a volver a abandonar? —grito el problema dos haciendo que su hermana iniciara de nuevo con su lloriqueo.

—No, no. Me voy a mi casa y vengo a verlos mañana.

—Será como el de la película, ese que se fue por cigarrillos y no volvió. —bufé tratando de buscar paciencia de algún lado.

—No iré por nada, vamos, bajen del auto.

—No podemos, nos traes amarrados. —rodé los ojos y me incliné en la parte trasera para desabrochar sus cinturones de seguridad.

En cuanto se sintieron libres salieron corriendo al edificio frente a mí, cerré el auto como pude y corrí siguiendolos, los pequeños tenían un fisico increible, pues al llegar al piso ocho el aire me faltaba y sentía que mis pulmones y pecho se estaban quemando. 

—¡Mami, mami! —gritaron golpeando la puerta mientras yo intentaba por todos los medios recuperar el aire.

—¡Niños, por fin, aparecieron! —exclamó una mujer arrodillándose para abrazar a los pequeños. —Me tenían muy preocupada, los he buscado por todos lados. —me puse de pie a su costado viendo la tierna escena.

—Mami, ya lo encontramos.

—A quien encontraron. —pregunto alejándose un poco, su perfil se me hizo algo familiar, pero no fue hasta que giró su rostro para mirarme que logré reconocerla.

—¿Lindsay? —se puso de pie tan rápido que ni note cuando quedó frente a mí, mucho menos cuando levantó su pierna y su rodilla se impactó con fuerza en mi entrepierna.

—Tú, escoria.—caí de rodillas intentando recobrar el aire que su golpe me había quitado. Si no era estéril, ese jodido golpe ya me había dejado incapaz de tener hijos.

—Qué gusto verte. 

—Secuestraste a mis hijos. 

—¿Qué? No, claro que no. —Un nuevo golpe llegó a mi, esta vez me dejó viendo un poco borroso. —puedo explicarlo. —murmure antes de caer inconsciente al suelo.

Esos dos niños definitivamente eran dos pequeños problemas.