Pequeños Problemas

Capítulo 4.

JACOB

—Los llevaré a mi casa. —les comento levantando un poco del desorden del suelo mientras llamaba a los de limpieza del edificio. El olor de las bombas era insoportable, incluso ellos estaban asqueados.

—Huele muy mal.

—Debieron pensarlo antes de lanzarme esas cosas.

—Eres un mal padre, abandona hijos. 

—Abandona mamás.

—Si, si. Lo que digan. —el estómago de uno de los pequeños rugió, seguido del otro. Ambos pequeños se avergonzaron y agacharon sus cabezas.

Levante la foto que había caído al suelo y me quedé mirándola fijamente, ¿Era posible que los pequeños fueran hijos de mi hermano? ¿O eran realmente mis hijos? Solté el aire negando con la cabeza y guardé la foto en mi billetera, tenía que salir de esa duda.

—¿Tienen hambre?

—¡Qué te importa!

—Yo si. —Problema dos era un poco más llevadero que el otro.

—Entonces vamos a desayunar, pero denme un minuto me cambio de ropa, alguien me lleno de pintura apestosa.

—Es por ser un mal padre.

—Si, un muy mal padre, el peor de todos. ¡No toquen nada mientras me cambio! —Problema uno me saco la lengua, el otro se sentó quito en mi silla del escritorio mirando por la ventana.

Me cambié muy rápido, mi mente no dejaba de pensar en las posibilidades de que esos niños fueran míos o que fueran de mi hermano. Eran tan parecidos a nosotros que no había como negarlos.

Si no eran míos, ¿Era prudente decirle a dos niños que su padre estaba muerto?.
Si eran míos, ¿Iba a ser capaz de ser buen padre?

En medio de mis cavilaciones logré escuchar el teléfono de la oficina, sonó varias veces hasta que se detuvo. No tenía cabeza para contestar llamadas del trabajo, al menos no ese día, las cosas más importantes ocupaban mis pensamientos. 

Salí del baño dispuesto a llevarme a los pequeños problemas que tenía en la oficina lejos de ella y hacerles pruebas de ADN, necesitaba salir de todas las dudas posibles, sin embargo, encontré a los pequeños hablando por teléfono.

—¿Qué hacen?

—Entonces, él salía en la foto, y como nos parecemos creemos que es nuestro papá, mamá no sabe nada. —mis ojos se abrieron de par en par cuando escuché lo que decían.

—¿Con quién hablan? —intenté arrebatarles el teléfono, pero empezaron a correr por toda la oficina.

—¿Eres nuestra abuela? —me detuve en seco. Estaban hablando con mi madre.

—Mocosos del infierno, dame el teléfono.

—Si eres nuestra abuela, puedes controlar a este señor, nos quiere pegar.

—No digas mentiras problema uno, dame ese telefono. —parecía un loco corriendo tras dos niños por todos lados.

—Bueno. —lo lanzó a mis manos, casi no logró atraparlo. Trague en seco antes de poner el auricular en mi oído.

—Hola.

Qué hola ni que nada, ¿Cómo así que tengo nietos? Te quiero en casa ahora mismo, y más vale que traigas una muy buena explicación. —no alcance a decir nada, la llamada se cortó y el rostro de satisfacción de los pequeños problemas frente a mi me molestaba.

—No deben estar diciendo que son mis hijos, ¿qué tal que no sea cierto? —ambos se miraron.

—Por eso nos abandonó, no cree que seamos sus hijos.

—Mamá tenía razón, es una persona mala. —me sentí horrible, no sabia quien era su madre, pero al parecer ella me tenía, o tenía a mi hermano en un muy mal concepto.

—No soy malo, es solo que no quería que la abuela supiera de ustedes hasta que los llevará con ella, para sorprenderla. —Mentí rápidamente, los dos parecieron creerme y sonrieron de una manera muy tierna.

—¿Ya podemos irnos? Tenemos hambre. —problema dos era más tierno de los dos, también más respetuoso.

—Claro que si problema dos, vamos.

—Soy Jason. 

—Como te llames, tienes la cinta azul, eres problema dos.

—Eres muy raro, ¿Estas seguro que eres papá? Los papás de mis compañeros del colegio no son tan raros.

—Esos son papás anticuados. —los tomé de la mano y los saque de la oficina, aunque problema uno no quería mucho, no tuvo más opción que seguirme. —Iremos a desayunar algo y luego vamos donde sus abuelos, estarán felices de conocerlos.

—¿La abuela es bonita?

—Es la mujer más dulce que van a conocer, todo un encanto. 

Los lleve a desayunar a una cafetería cercana, los dos comieron muy bien lo que les pedí, y tenían la misma costumbre mía de cortar el pan en pequeños pedazos para remojarlo en chocolate antes de comerlo. Sonreí mirándolos comer, siempre quise ser padre y cuando me entere que no podía serlo me sentí devastado, aunque continué con mi vida con normalidad. 

—¿No vas a comer?

—No pequeño, desayune hace un rato. —Mientras el pequeño problema dos era mas sociable, el otro se mantenía alerta a todo, al parecer le preocupaba lo que le pasara a su hermano. 




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