Pequeños Problemas

Capítulo 6.

JACOB

—¿Qué haces aquí, cielo? —mi madre entró a la habitación de James encontrándome en ella. mi mirada estaba perdida en algunos recuerdos de ambos, fotos, nuestros diplomas de graduación, nuestra vida.

—Pienso en James. 

—Yo también lo pienso, cada día de mi vida, desde el día que se marchó de casa se llevó con él un pedazo de mi corazón y de mi alma, nada ha podido llenar ese vacío que quedó en mi con su partida, hasta que esos pequeños aparecieron.

—Tus nietos.

—Tus hijos. No se que pienses, pero se que no los dejarás a la deriva. Criar hijos es una responsabilidad muy grande, son pequeñas personitas que dependerán de ti la mayor parte de su vida, debes saber aconsejarlos, debes saber reprenderlos y guiarlos por el buen camino, debes saber comprenderlos, pero sobre todo, debes darles mucho amor.

—Aun si no son mis hijos.

—Con más razón de no ser así, si llegaron a ti es porque tu hermano los está guiando a ti, te está pidiendo desde el más allá que cuides a sus dos retoños.

—No parecen retoños, parecen seres poseídos necesitados de un exorcismo. ¿Estás segura que mi hermano no los envió del infierno? —mamá negó con la cabeza, con una mueca en su rostro. 

 —Que chiste tan de mal gusto.

—Lo siento. —Abrí de nuevo la gaveta y le mostré la foto que había encontrado a mi madre.

—Es Lindsay. —susurro mirando la foto. —La conocí.

—¿La conoces? —asintió con la cabeza.

—Si, trabajaba en un café cercano a la empresa, cuando trabajaba con tu padre allí la veía a diario.

—¿Es posible que ella sea la madre de los niños? 

—Puede ser, aunque recuerdo que James y ella no se llevaban muy bien.

—Un minuto, ya se quien es ella, la he visto.

—Fuiste varias veces al café conmigo, debiste verla, era muy dulce.

—Si, se quien es, muy dulce, aunque a mi siempre me dejaba el café con fuerza en la mesa.

—Apuesto que pensaba que eras James.

—Seguramente, ahora que lo pienso, era más bonita que en estas fotos. ¿Por qué James tiene fotos de ella si no le agradaba? —se encogió de hombros y salió de la habitación dejándome con esa enorme interrogante.

¿Era posible? ¿Era la mujer que estábamos buscando? ¿Era la madre de los pequeños? Cada vez era más y más probable que los pequeños fueran hijos de James y no míos, sin embargo, no podía asegurar nada hasta que viera los resultados de las pruebas de ADN.

Baje al comedor sintiendo el aroma de la comida, en la mesa ya se encontraban mis padres con los pequeños sentados, papá cortaba la carne de uno de los pequeños, cosa que nunca había hecho con nosotros, y mamá enfriaba la sopa que tenía el otro.

Se veían más vivos, mi padre tenía una sonrisa alegre en su rostro, una sonrisa que no veíamos desde la partida de James, mamá también se veía feliz, tal como ella dijo, la aparición de los pequeños tenía una razón, y esa razón era devolverles la felicidad.

—Siéntate a almorzar, hijo. —papá me señaló la silla a su costado. La mujer de la cocina puso un plato frente a mi.

—¿Qué es esto? —pregunté al ver el mal aspecto de la sopa.

—Crema de Champiñón, la pedí al ser la favorita de mis nietos. Come.

—No me gustan los champiñones.

—Come, no hagas repetirlo. —con asco tome la cuchara bajo la atenta y burlona mirada de los pequeños.

—No comeré esto. —empuje el plato a un costado. Ya estaba bastante arruinado mi día como para sumarle una horrible sopa de champiñón.

—Abuela, nuestro padre es un mal ejemplo. —exclamó problema dos señalándome con la mano.

—Sí abuela, no se toma la sopa. Mamá dice que al que no le gusta la sopa se le da dos platos. —habló problema uno con bastante maldad.

—Deberías darle dos platos de sopa, abuela. —Papá soltó una sonora carcajada.

—Son como tu. —su risa era incontenible y contagiosa, todos en la mesa terminamos riendo a carcajadas, la casa estaba inundada de risas, como hacía mucho tiempo no pasaba.

Almorzamos en medio de risas, en ese momento viendo a mis padres tan felices supe que cualquier cosa que implicará a esos pequeños torbellinos era lo mejor para todos en mi hogar.

Pasamos la tarde jugando en la piscina, aproveche el tiempo para enseñarle a problema dos a nadar un poco, pasar tiempo con ellos era divertido, me vi deseando que el análisis saliera positivo y fueran mis hijos, para poder darles todo lo que siempre soñé tener.

—¿Podemos tener un perrito? —preguntó el pequeño número dos estirando sus brazos para que lo ayudara a salir de la piscina.

—Eso toca preguntarselo a tu  madre, problema dos. —lo cargue hasta dejarlo en una de las sillas reposeras y regrese para sacar a su hermano escuchando sus reproches a mi espalda.

—Soy Jason, Jason. Deberías aprenderte mi nombre si eres mi papá.




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