Pequeños Problemas

Capítulo 8.

JACOB

—Mocosos del infierno. — me queje bañándome por quinta vez, el aroma asqueroso no salía de mi cabello.

Mi hermosa prometida no me había contestado el teléfono, y yo estaba a punto de perder la paciencia con los pequeños demonios que estaban conmigo. Aún quedaban un par de días para que se realizará la prueba de adn, aunque estaba seguro que esos pequeños no eran míos.

Terminé de ducharme y me vestí con ropa informal, solo un jean y una camisa leñadora, seguí insistiendo buscando a mi prometida, pero esta seguía sin responder ni una sola de mis llamadas.

En cuanto salí de la habitación me encontré de frente con los dos pequeños problemas, sonrientes como si no hubieran hecho nada.

—¿Que quieren problemas?

—¿A dónde vas?

—Debo salir a buscar a Danna. ¿Ustedes no deberían estar durmiendo? Son más de las siete

—El abuelo dijo que podíamos estar despiertos hasta las nueve. ¿Danna es la mujer grosera? —preguntó Jason.

—Ahora resulta que el abuelo es muy bueno. Y Danna no es grosera, solo estaba asustada. —La excusé, sabiendo que se había comportado realmente mal con ellos. Ambos asintieron con la cabeza.

—Queremos darle algo. —exclamó problema uno extendiendo una cajita.

—Para disculparnos con ella —completo el otro, con una sonrisita nada inocente.

—Gracias niños, iré a buscarla, quédense aquí con mis padres, luego iremos a mi apartamento. Le daré su regalo a Danna.

—Está bien. —contestaron al unísono, y aunque no me gustaba que lo hicieran, les sonreí y acaricie sus cabezas. 

—Vendré pronto.

—¿No nos vas a abandonar de nuevo? —el tono que uso para preguntar aquello fue realmente triste, no me imaginaba como había sido su vida sin un padre desde chicos

—No, solo saldré un momento. Esperen aquí, no escapen.

—Acá estaremos. —salieron corriendo escaleras abajo llamando a mi madre, me sentí más tranquilo sabiendo que quedaban en buenas manos mientras regresaba.

Conduje hasta su trabajo, no descarte que aún estuviera trabajando, para mi  mala suerte, ya no se encontraba allí. Fui hasta mi apartamento, con la esperanza de encontrarla en el, pero no fue así.

Busque en todo el apartamento, sus cosas seguían intactas en el interior, con la diferencia que su teléfono celular, aquel del que nunca se desprendía, se encontraba sobre nuestra cama. No le di mucha importancia a eso, tome su celular y lo guarde en el bolsillo y conduje hasta el gimnasio, era el último lugar que me faltaba por buscar. 

Mientras conducía su teléfono celular empezó a vibrar insistente, no me gustaba contestar teléfonos ajenos, mucho menos irrumpir en la privacidad de la mujer que había sido mi prometida por muchos años, pero sentí la gran necesidad de contestar aquella llamada.

Puse el teléfono en mi oído sin hablar, no tuve que esperar mucho para escuchar una voz masculina del otro lado de la línea.

—Bebita, dejaste tu sexy ropa interior en mi cama, mañana pasas por ella y continuamos nuestro juego. —quedé en shock, la voz la reconocí perfectamente, su entrenador del gimnasio.

Tal como mi padre lo había dicho, mi bella prometida se estaba metiendo con otro hombre estando comprometida conmigo. Hice de la vista gorda y continué mi camino, estaba seguro que todo era un malentendido, que Danna jamás sería capaz de hacerme algo semejante.

La encontré saliendo del gimnasio justo cuando aparcaba y suspire aliviado, si ella se encontraba entrenando era casi imposible que su “ropa interior” estuviera en la cama de alguien más. 

—Hola mi amor. —saludé cariñoso, pero fui ignorado. —Danna, preciosa, ¿podemos hablar?

—No, no quiero ni tengo nada que hablar contigo.

—Por favor mi amor, hemos pasado por mucho para dejar que todo se acabe ahora. 

—Debiste pensarlo antes.

—Los niños se sienten muy mal por lo que sucedió en la mañana, incluso te enviaron un regalo. —me miró furiosa.

—Esos niñitos. Sigo sin creer que hayas creído que son tus hijos, es una locura.

—No es una locura mi amor. Si son mis hijos.

—Dijiste que no podías tener hijos. —zapateo contra el suelo.

—Se lo que dije. Aún no puedo explicarte todo hermosa, pero lo entenderás más adelante. Estamos próximos a casarnos, no arruines esto.

—No me culpes, quien arruina esto eres tú con tus jodidas mentiras. ¿Has pensado que en algún momento quede embarazada? SI es que ya no lo estoy.

—Dudo que eso suceda amor.

—Es que, puedo estar embarazada en este preciso instante, no lo pensaste. Me has tenido viviendo entre tus mentiras todo este tiempo. —negué con la cabeza, estresado por todo su dramatismo y exageración. 

—Vamos al apartamento mi amor, necesitas calmarte bien. —entrelace nuestros dedos y la lleve hasta el auto. Necesitaba que estuviera mucho más tranquila antes de informarle que los pequeños vivirán con nosotros hasta que salieran los resultados de la prueba de paternidad. 




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