Pequeños Problemas

Capítulo 9.

JACOB

Después de un desastre de lombrices en mi cama, un café con sal y una sopa llena de picante, las cosas empezaron a acomodarse en su lugar.

Danna se adueñó de mi apartamento, cosa que fue demasiado molesta, sin embargo, decidí dejarla allí por un tiempo y manejar todo con cabeza fría, calculando cada movimiento. Saque todas mis cosas del lugar, tambien deje algunas camaras espias, aun no terminamos oficialmente nuestro compromiso y teníamos un contrato prematrimonial firmado donde estimaba que no podíamos sernos infieles antes o después del matrimonio, mis cámaras me darían las pruebas suficientes para sacarla de patitas a la calle.

Tuve que mudarme a casa de mis padres mientras buscaba un nuevo lugar, de preferencia una nueva casa donde los niños pudieran tener el espacio suficiente para correr y jugar, que tuviera piscina, ya que les encantaba nadar, y un buen espacio para la mascota que querían. Solo esperaba que su madre estuviera de acuerdo en dejarlos vivir conmigo, o mudarse a la casa con nosotros. No estaba dispuesto a dejar ir a los pequeños de mi lado, ya fueran o no mis hijos.

Me dediqué a conocer mejor a los niños, problema dos, como siempre, era más fácil de tratar y un poco más abierto, por otro lado, problema uno, si que daba problemas. Era el autor intelectual de todas las bromas hechas en casa, ayudado por su “Angel de la guarda"

El día de la prueba llegó al fin, y los pequeños al saber cómo era la prueba no querían salir de su habitación. Mi madre insistió en tratar de sacarlos con dulces palabras y premios y mi padre les prometía el cielo y la tierra si salían de la habitación, yo, por mi parte, decidí saltar desde mi balcón y entrar a su habitación por su balcón. No era lo más ortodoxo, pero sí lo más efectivo.

—¡Te vas a matar! —grito asustada mi madre al verme quitarme los zapatos para pararme en la baranda.

—Es la única forma.

—Espera hijo, solo me quedas tú, no cometas locuras. —gritaba tratando de bajarme de donde estaba.

—No es una locura, el balcón está a menos de un metro. Tranquila, todo estará bien. 

—¿Qué pasa si caes? Me dejaras sola, ya no tendría ninguna razón en el mundo para vivir. —Se dejó caer de rodillas llorando.

Me sentí fatal al verla destruida y al parecer mis pequeños retoños del mal también, porque al escuchar sus gritos salieron de su habitación y corrieron a mi balcón para abrazarla.

—Abuela, no llores abuela. —ambos se colgaron de su cuello tratando de consolarla.

—Nosotros estamos aquí, no importa si el feo se cae del balcón. —rodé los ojos bajando del barandal.

Me detuve en seco al reconocer que el ruido que hacía mi madre no era de llanto, eran carcajadas.

—Mamá, ¿Estás bien? —pregunté preocupado, los gemelos intentaron alejarse pero ella lo impidió abrazándolos con fuerza.

—Sabía que los podía sacar de la habitación. —rio haciendo que los pequeños empezaran a gritar.

—¡Está loca! ¡La abuela está loca! 

—¡Sálvanos abuelo!

—Me asustaste mamá, pensé que de verdad te estabas sintiendo mal al ver a tu hijo en peligro. ¿Qué te pasa?

—Vengan pequeños, dejemos a los locos aquí y huyamos. —papá los sacó de los brazos de mi madre y salió corriendo con ellos.

—Mamá, no vuelvas a hacer eso. —extendí mi mano para ayudarla a levantarse, su rostro estaba cubierto de lágrimas, pero una gran sonrisa se marcaba en sus labios.

—Sí tenía mucho miedo, pero mis pequeños tesoros me mostraron que ya jamás estaré sola, te tengo a ti, y los tengo a ellos. James ya no está, pero me quedan tres razones más para vivir. —la abrace con fuerza contra mi pecho.

La muerte de mi hermano había sido algo muy doloroso para todos, y a pesar de los años que habían pasado, no dejaba de doler ni un segundo.

—No te dejaremos madre, siempre estaremos cerca. —apretó mis mejillas y pasó su mano por mi cabello.

—Deberías conseguir tu casa cerca, se que hay algunas en venta por los alrededores. Me encantará tener a mis nietos cerca siempre. 

—Lo intentaré. Aun tengo que saber quien es su madre, y contar con su aprobación. 

—Primero lo primero, vamos a hacer esa prueba, tu padre ya debe ir en camino a la clínica, debemos alcanzarlos. 

Me calcé los zapatos y extendiendo mi brazo para que me tomara de gancho bajamos hasta el garaje y tomamos mi auto en dirección a la clínica, mamá tenía razón, mi padre se había adelantado con los pequeños torbellinos.

—Son pequeños muy activos y vivaces, le están devolviendo la vitalidad a tu padre, hace años no lo veías sonreír tanto.

—Pues me alegra que se sienta feliz, y tú también.

—Sin James la casa se sumió en un silencio extraño, se sentía triste, fueron muchos años de soledad, no significa que tu no importaras, pero él era distinto. Tu siempre fuiste más serio, él hacía bromas y risas. Tal como los pequeños.

—¿Crees que son de él?

—Creo que son tuyos, con la personalidad de tu hermano. —la mire de reojo con una sonrisa.




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