Perder o Ganar Libro 4

Cap 2 El Campamento

Año 2022

RICHARD

Le había ordenado al capataz reunir a todo sus hombres, antes de que llegara el autobús que venía con los niños. Cristian me ayudó hacer una línea azul alrededor del campo, y con la ayuda del capataz cerramos las puertas del establo, de los corrales donde guardamos el ganado y aseguramos a las gallinas para que no salgan por estos dos días.

—Quiero que todos hagan guardia, y vigilen a los niños muy de cerca, ¡no permitan que se metan en la hacienda!.— esto es más difícil que dar orden en mi empresa, me limpio el sudor de la frente, desde que llegué he estado de mal humor y con un malestar en mi estómago, siento que estos dos días serán el final de mi existencia.

—¡Vamos, tío Richard, no exageres!, tampoco es para tanto, son niños, no extraterrestres y podemos divertirnos con ellos!— miro a mi sobrino con ojos de reprensión. 

—¡Hey! Conozco esa mirada... mejor me voy a revisar el vallado trasero.—exclama mientras se va alejando.

Cuando veo el autobús entrando a la hacienda, parqueando en la entrada y miro a cada niño bajar en fila india, siento un hormigueo en mi cuerpo, lidiar con niños no es lo mío y si están lejos mejor. 

Luego que todos están formados y escucho a los maestros enseñando las normas para convivir estos dos días de campo, mi mente se va a lo que yo tenía programado.

Dos largos días, se supone que ya tenía planes con una linda rubia, para pasarla en Milán, pero a mi hermana se le ocurrió la gran idea de viajar, interrumpiendo mis días de descanso. 

Me presento con los maestros y les pido permiso para decirles algo a los niños:

—Esta línea azul que ven allí— les señalo con mi dedo del lado izquierdo hacia donde están ellos —tienen prohibido cruzarla, su medio de juego es solo en esta parte de acá—con mi mano les muestro toda la expansión que ocuparán. 

¿por qué siento que me están ignorando?

Los observo a cada uno murmurando entre ellos y creo que no me prestaron atención. Hago una mueca de enojo entre mis dientes, cuando siento la mirada profunda de una niña. Mis ojos se encuentran con ella.

Si las miradas mataran... ya estaría muerto, ella sigue con el ceño fruncido y sus brazos cruzados y... sigue mirándome hasta que saca su pequeña lengua haciéndome burla.

Niña malcriada bufo por dentro. 

La maestra llama por lista a cada uno de los niños colocándole un listón rojo en sus manos —... Zacarias Junior y Madeleine Rusell— termina de decir la maestra cuando alguien la interrumpe.

—Es Maddy— dice la niña con gracia acercándose a ella estirando su bracito para que le coloquen el listón. Es la misma niña que me había sacado su lengua.

—Maddy Rusell es la primera vez que viene al campamento, démosle la bienvenida— termina de decir la maestra sujetando los hombros de la niña, todos los niños aplauden y la niña sonríe. Se sientan en círculos sobre una estera, la maestra les entrega una hoja y colores.

—Estamos en la naturaleza, respiramos aire puro y en este campo hay mucho que dibujar, quiero que dibujen lo que más les ha llamado la atención!— les explica la maestra quién se sienta con ellos, al igual que las otras dos.

Respiro profundo, hasta aquí vamos bien, me doy un paseo por las carpas, son inmensas, tienen capacidad para cinco niños en cada una.

— en total son 20 niños entre 7 y 9 años,  5 maestras y tres entrenadores de camping—, me dice Cristian con una libreta en la mano.

— nuestro trabajo querido sobrino es mantener a esos 20 niños alejados de todo problema, ¿crees que puedes hacer eso?

—¡Es pan comido, tío! Porque crees que en el instituto me llamaban "encantador" — yo solo me lo quedo mirando, Cristian sale con algunas cosas a veces, 

—¡Porque tengo el poder de atraer todo!, vas a ver que los niños seguirán mis órdenes.

Ruedo mis ojos, y me voy hasta la casa a comer algo, desde que llegué allí, me ocupe en trabajar, que no había probado bocado en toda la mañana, entre a la cocina, voy por un emparedado cuando le voy a dar un mordisco, mi mandíbula se cae al suelo al ver a un chico subiendo la escalera del gallinero.

—Oh, por Dios niño es peligroso, bájate de allí—. Le grito soltando el emparedado y corriendo hacia afuera, Mis ojos van hacia la línea azul que habíamos pintado, ya no está azul esta llena de abono fértil de caballo.

—Pero ¿qué ha pasado aquí?— grito desesperado cuando una pelota de béisbol cae en mi cabeza tumbándome al suelo.

—Tío Richard, los niños tuvieron una hora de esparcimiento y ahora están en sus puestos tomando meriendas.

—¿Una hora de esparcimiento?— pregunto enojado— levantándome del suelo, me acerco hasta la maestra 

—en su programación no vuelva a colocar una hora de esparcimiento— le grito todavía mareado por el golpe de la pelota. Miro a un grupo de niños sentados, entre esos está la chiquilla malcriada — ¿quién de ustedes me dio con la pelota?— les gruño y ellos salen corriendo espantados...

 




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