Perder o Ganar Libro 4

Cap 13 La Loca desquiciada

Richard tenía toda la información de la abogada asignada que va a defender su caso.

El día anterior, cuando lo citaron con fecha y hora, le dieron el nombre de la mujer. 

Se había pasado la noche en vela buscando información de ella. Para su sorpresa, esa mujer es nada más y nada menos que la "loca desquiciada" que se tiró el evento más esperado del año. 

Lo había esperado desde que comenzó enero con su pie derecho abriendo dos sucursales en Milán. La convocatoria de otras grandes empresas en la feria eran el paso que conducía al crecimiento internacional.

Sus manos apretaban unas hojas con furia haciéndolas añico; llevaba seis meses buscando a la mujer y resulta que aparece de la nada. Siendo dizque su abogada para defenderlo de las falsas acusaciones.

—Esa loca... desquiciada y demente!, —pronuncia en voz alta, crujiendo sus dientes. Se queda pensativo.

 "La que le saboteó su gran feria de negocios, haciéndole perder una gran cantidad de contratos y aparte de eso su credibilidad como empresario, ya que sus potenciales negociantes no aceptaron otra invitación, excusándose con viajes, familias, ocupaciones, en el caso de Anie del Castillo de la aerolínea NOVA, se fue de viaje y regresaría el año que viene.  

Esa mujer que se atrevió a decirle en su cara que él quería hacerle daño a los invitados, que se atrevió a juzgarlo sin razón, era la misma abogada que lo defendería.

—¡No!, esto es una gran equivocación a esa mujer, no la quiero de abogada— su ira fue acrecentándose a tal punto que agarro la almohada de su cama y la desplumó imaginando que era la loca desquiciada.

Tuvo que llamar a su Psiquiatra para comentarle que tenía una furia interna y que cuando viera a la causante, quizás no se iba a poder controlar.

Su psiquiatra le aconseja: respirar profundo conteniendo la respiración por seis segundos y exhalar por seis segundos más. 

Luego le indica que haga bolas de papel reciclable, las envuelva con las manos y lance con todas sus fuerzas en la pared para ayudarlo a contenerse.

A la edad de 10 años ha estado recibiendo ayuda psiquiátrica, tratando de superar la muerte de sus padres y retomar una vida normal. 

Esto es algo que mantiene en secreto, en la oficina nadie sabe que él acude al psiquiatra, ni siquiera sus mejores amigos, ni sus sobrinos. 

Solo lo sabe su hermana Lucy Hidalgo, quien ha conocido los cambios de personalidad que sufrió el muchacho desde niño y los ataques de ira, enojo, frustración, llanto, tristeza, a los que tuvo que enfrentarse durante muchos años.

Cuando llega a la oficina del juzgado ya Richard tenía otra actitud. Se enfrentaría a la mujer, pero no de una forma desenfrenada como se sentía el día anterior.

Para su sorpresa que cuando está sentado esperándola, levanta su cabeza al escuchar el nombre de Andreína y su impresión fue mayor al ver que era la misma joven a la que había tropezado una semana antes.

"Qué cruel destino y que mundo tan injusto, la loca desquiciada, resultó ser la misma chica que lo había impresionado días atrás." 

 

En la oficina

Richard no le quitaba los ojos de encima a Andreína, ella estaba frente a la computadora bajando todos los archivos de la demanda. 

Sin embargo, el hombre pensaba en la noche del evento:

La mujer tenía su maquillaje negro corrido por toda la cara. Llevaba sus ojos enrojecidos y su cabello desordenado, vestía un traje negro, corto y ceñido al cuerpo, no tenía calzados, hacía un esfuerzo por mantenerse en pie, hasta que no pudo y se derrumbó en sus brazos. 

Mirándola atentamente notaba una total diferencia entre las dos mujeres. En esta ocasión su maquillaje es suave, no tan oscuro como aquel día; sus labios tenían el tono perfecto como una cereza madura salpicada en agua.

Unos labios húmedos y sensuales bañados por la botella de agua que a cada momento se tomaba la joven abogada. Richard se saborea sus propios labios, tragando en seco. 

—¿qué te hizo pensar que quería envenenar a la gente? Debe haber algo que te haya impulsado a pensar de esa manera. ¿De dónde me conoces? ¿Acaso fuiste una ligue en mi pasado y no recuerdo?— pregunta tratando de romper el silencio que los rodeaba y llamando la atención de la joven que se remueve en su silla de una manera nerviosa.

—simplemente, asocié los camarones con los síntomas de embarazo, ¡no hay más nada en ese asunto! y le sugiero señor, que se concentre en lo que estamos haciendo.— le responde mirándolo a los ojos arqueando una ceja, continúa diciendo: —Aquí quién hace las preguntas soy yo. No estás en posición de cuestionar, si quieres demostrar tu inocencia, ocúpate de buscar las pruebas porque lo que veo en este expediente es tu camino a la perdición— le dice la joven con la respiración acelerada, su mirada fija hacia él, no le permitía ni parpadear. 

Andreína había descubierto algo en ese expediente, pero no se atrevía a decir ninguna palabra hasta no estar segura. 

—¡Nos vemos mañana Hidalgo! Me llevo este informe, lo estudiaré detalladamente y nos encontramos mañana a esta misma hora en esta oficina. Me tengo que ir.— dice tomando su chaqueta de la silla, metiendo el expediente en su bolso y saliendo de allí sin despedirse de él, que solo se queda observando cada uno de sus movimientos. 




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