Jackson Russell
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Llegué a la mansión con la rabia bullendo en mis venas, mientras el whisky en mi mano se balanceaba con cada movimiento brusco. Ni siquiera me detuve para que el chofer terminara de abrir la puerta, la empujé con fuerza y entré a casa.
"— Ella me provocó, jefe. Estaba jugando con los dos —había dicho Dan cuando lo enfrenté a golpes—. Le juro que fue ella quien me besó.
No sé hasta qué punto terminé golpeándolo, solo sentía mis nudillos entumecidos.
—¿Tienes pruebas de la falacia que dices? —increpé furioso.
—Todos en la empresa lo saben, todos saben que estaba conmigo, usted mismo nos vio juntos.
—Necesito más pruebas, no creo que hayan sido tan íntimos.
El infeliz fue cojeando hacia un cajón de su escritorio y me mostró unos folletos de viaje.
—Ella me dijo que después de que regresara de París con usted, nos iríamos al Caribe. Así de íntimos éramos —hizo una pausa buscando aire—. Ella me contaba todo. ¿Nadie sabía de ese viaje a París, solo usted y ella, verdad?
Aquello rompió toda posibilidad de creer en ella, hasta la más mínima duda que tenía se arruinó con eso.
—Jackson, vámonos de aquí, todos están escuchando —aconsejó mi amigo.
—¿Te acostaste con ella? —le pregunté, mientras Matt trataba de detenerme.
—Sí, lo hice.
Volví a golpearlo sin pena alguna.
—¡Fuera de mi empresa! —grité buscando aire, me faltaba el aire de la rabia que tenía—. No quiero ver tu asquerosa cara en mi vida"
Recordar aquello hacía más pesada mi angustia. Subí las escaleras de dos en dos, el agarre en la botella apretándose mientras la furia aumentaba. Isabella. No valía un peso. Lo había dejado claro cuando se revolcó con otro, dejándome como un imbécil delante de toda la empresa.
—¡No me vuelve a pasar!—grité al entrar en mi habitación.
Cerré la puerta de un portazo.
Sentía como si todo dentro de mí estuviera colapsando, como si no hubiera espacio para otra cosa que no fuera esta ira desbordada.
—¡Zorra! —escupí, bebiendo de la botella —. ¡Me enamoré de una zorra!
Escuché unos pasos acercándose y levanté la vista para ver a mi abuelo parado en la puerta. Su rostro estaba cubierto por una sombra de tristeza, pero no me importaba. No me importaba lo que él pensara. Estaba harto de todos.
—Jackson...
—Salte, he llamado a una puta, y en cualquier momento viene a complacerme — lo corto.
— ¿Caerás en eso nuevamente? ¿En ser un promiscuo sexual?
— Eso no tiene que importarte.
— Hijo, ¡basta ya! —gritó. No podía soportar que me mirara así, como si fuera otro fracaso, como si fuera igual que mi padre. Esa maldita comparación.
—No me digas lo que tengo que hacer.
—Estás borracho —dijo lo obvio.
— Y planeo seguir bebiendo.
— Supe lo que paso en la empresa, deberías hablar con esa muchacha.
—Para toda la jodida empresa no soy más que un cornudo.
—¿Cornudo de quién? ¿De esa muchacha que decías que no era nadie?
—¿Viniste a apoyarme o a joderme?
Mi abuelo me observó con esos ojos penetrantes que siempre parecían ver más allá de mi furia.
—¡Déjate de niñerías! —gruñó Bennedic—. El alcohol no te deja pensar, eres un joven de exito, no te reconozco.
—¡Niñerías! —exclamé, sintiendo cómo mi rabia crecía aún más—. ¿Qué carajo sabes tú?
Me acerqué, con los puños apretados, pero antes de que pudiera decir otra palabra, sentí su mano volar hacia mi cara. Un golpe seco, directo. Me quedé en shock, con el rostro ardiendo, mientras lo miraba con incredulidad.
—¡Recapacita, Jackson! —me gritó, el rostro severo—. ¡Ya basta de destruir todo a tu paso solo porque te duele que tus padres hayan sido la peor de las escorias contigo! No eres el único hombre que ha sufrido una niñez de mierda. ¡El mundo no te debe nada, y si sigues así, te quedarás sin nada!
—¡Me da igual! —le respondí, pero en el fondo, sus palabras me dolian.
Justo en ese momento, el teléfono vibró en mi bolsillo. Lo saqué, todavía con el rostro ardiendo por el golpe de mi abuelo. Era Matt. Lo dejé sonar dos veces antes de contestar.
—¿Qué mierda quieres, Matt? —escupí, con la furia aún latente en mi voz.
—Jackson, tranquilo. Escucha, ya me encargué de Dan —informa—. Lo despedí esta tarde.
—¡Despedirlo! —grité, apretando el teléfono contra mi oído—. ¡Lo que deberías haber hecho es matarlo, maldita sea!
—No puedes matarlo —respondió, intentando mantener la calma—. Además, tú no estás en posición de reclamar nada, hermano. Sabes que nunca tomaste lo de Isabella en serio.
Sus palabras me hicieron apretar los dientes. Sabía que tenía razón, pero no podía soportarlo.
—¡Ella era la única mujer en toda mi vida en la que volví a confiar! —le espeté en un arranque de honestidad.
—Bueno, eso no me lo esperaba —dice y se que esta anonadado —. Creo que Dan no era una buena ficha, deberíamos investigar más a fondo ese supuesto beso.
—No quiero saber nada de ese tema.
Hubo un silencio al otro lado de la línea antes de que Matt volviera a hablar, esta vez con un tono más suave.
—Jackson, escucha. Tienes que superar tus traumas. No puedes seguir viviendo así, desconfiando de todos, destruyendo todo lo que tocas. Si Isabella significaba tanto para ti, deberías haberla valorado más. Pero si no lo hiciste, entonces olvídate de ella y sigue adelante.
—¡Deja de joderme! —grité, golpeando la pared con el puño—. ¡En lugar de criticarme, mejor mándame a varias putas para que me hagan olvidar!
—No, no es eso lo que quieres, esto no se soluciona con putas. Deberías hablar con alguien, pero lo que sea que hagas, no puedes seguir así.
Colgué el teléfono antes de que pudiera decir otra palabra. Mi cuerpo temblaba de la rabia acumulada, y mi abuelo seguía mirándome, como si estuviera esperando que algo más explotara.