Perdón mi Amor

Capitulo 11

Isabella Davis

──❀•❀──

Había pasado la noche sin poder dormir bien, dando vueltas en la cama, y ese cansancio se acumulaba en mis hombros como una carga demasiado pesada. A mis nueve meses de embarazo, mi cuerpo ya no respondía como antes. Pero aun así, me había levantado esa mañana, determinada a enfrentar al padre de mi hijo.

Jackson tenía que saberlo. Nuestro hijo no merecía crecer sin un padre. Y aunque la simple idea de estar cara a cara con él después de tantos meses me hacía temblar, sabía que no podía seguir con esto.

Me puse el vestido más cómodo que encontré, uno de color amarillo pálido que caía suavemente sobre mi vientre abultado. Me sentía completamente vulnerable. Me susurré a mí misma palabras de aliento, tratando de encontrar el valor que necesitaba.

Llegué a la empresa de Jackson alrededor de las nueve de la mañana. Sentí una oleada de náuseas mezclada con el dolor punzante en la parte baja de mi abdomen, pero lo ignoré. Aún me faltaban algunos días para dar a luz.

La secretaria, Amalia, una mujer amable, de unos cincuenta años, aunque no me conocía del todo, había sido muy amable.

—Señorita Davis, ¿cómo se encuentra? —me preguntó con genuina preocupación en su mirada.

—Estoy bien, Amalia, gracias. Quisiera hablar con Jackson... ¿está él aquí?

—El señor Russell regresa hoy de Suiza, puedes esperarle.

La noticia me dio mucha alegría. Sentí una pequeña chispa de alivio al saber que estaba estaría allí y que pronto podría verlo. Quizás, después de tantos meses, podría darle una explicación que lo hiciera entender. Mi hijo merecía la oportunidad de conocer a su padre.

La vida de una madre soltera es difícil, no por una misma sino por los pequeñitos que crecen sin el amor de un papá.

Me senté en uno de los sofás de la sala de espera, con la mirada perdida en el vacío, mientras intentaba calmar los nervios. Cada minuto que pasaba, el dolor en mi abdomen se hacía más intenso, pero no quería prestarle atención. No ahora.

«Calma bebé, pronto estaremos bien... él me va a creer.»

Poco tiempo después, lo vi entrar, rodeado por su equipo de seguridad. Era imposible no notar su presencia. Incluso después de todo lo que había sucedido entre nosotros, mi corazón se aceleró, y tuve que recordar respirar. Él no me vio. Siguió caminando hacia su oficina.

Amalia se levantó y lo siguió, me dijo que esperara unos momentos más, que en breve me permitiría pasar. Mientras tanto, yo me retorcía las manos sobre mi vientre, intentando reunir todo el valor posible.

Finalmente, la puerta se abrió y ella me hizo una señal para que pasara.

Entré con el corazón en la garganta. Jackson estaba de espaldas a mí, mirando por la ventana, y solo el aroma de su perfume hizo que mis emociones se agolparan en mi pecho. Se veía tan hermoso, tan viril, como siempre. Y yo, aún después de todo, aún después del dolor, no podía arrancarlo de mi pecho.

Lo seguía amando.

Quería llorar, quería correr hacia él y hacer que todo el dolor desapareciera, que todo volviera a ser como antes. Pero sabía que eso era imposible por el momento.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con frialdad cuando finalmente se dio la vuelta y me vio.

Temblé ligeramente, mis manos descansaban sobre mi abultado vientre, y di un paso hacia él, tratando de encontrar las palabras correctas.

—El hijo que estoy esperando es tuyo —dije y cada palabra que salía de mi boca parecía una súplica.

Apretó las manos, sus ojos se oscurecieron, y entonces esbozó una sonrisa maliciosa que me rompió el corazón.

—¿En serio crees que me voy a tragar ese cuento?

Lo miré, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a formarse en mis ojos, pero luché por mantener la compostura.

—Hagamos una prueba de ADN —le supliqué—. Por Dios, por lo que más quieras, al menos inténtalo. No lo hagas por mí, hazlo por este bebé, que no merece crecer sin su papá. Por favor...

Sacudió la cabeza con desprecio.

—Tu madre ya me dijo la clase de mujer que eres —me soltó, y el mundo pareció detenerse por un momento.

—¿Mi madre? —pregunté, sintiendo que mi corazón estaba a punto de explotar de confusión—. ¿De qué estás hablando?

—No te hagas la tonta —espetó lleno de odio—. No vengas aquí cuando ya estoy borrando tu recuerdo de mi vida. Puede que sea un hijo de puta frío y sin corazón, pero nunca te fui infiel. Desde que te conocí, no pude tocar a nadie más, y tú... tú te enredaste con otros.

Sentí que mi alma se desgarraba con la acusación.

—Yo no he sido de nadie más... lo de Dan no... —intenté explicar, pero me interrumpió.

—¡Cállate! No solo es Dan —continuó, su voz subiendo de tono—. Te vi con otro tipo comprando ropa de bebé. ¿Me vas a negar eso también? Tu madre me lo contó todo.

—No sé de qué hablas —le respondí, sintiendo cómo el miedo y la confusión me invadían—. ¿Cómo que mi madre te dijo algo de mí?

Me acerqué para tratar de tomar su mano, para hacerle entender, pero la apartó con brusquedad.

—No me toques —dijo con frialdad—. Vete, Isabella. No creo en ti, no creo en nada de lo que dices.

Sentí un dolor punzante en mi vientre bajo, y la angustia se apoderó de mí.

—¡Tuvimos sexo a diario! —le grité con desesperación—. ¡A diario!

—Con protección —respondió, dándome la espalda—. Siempre usé protección. No hay manera de que sea mío.

Sabía que tenía que decir algo, tenía que hacerlo entender. Pero cada vez que abría la boca, él me la cerraba con más crueldad.

—Jackson, te lo ruego, por favor, tienes que creerme —dije con la voz quebrada, intentando que me mirara a los ojos.

—Te lo voy a decir por última vez: ¡usé preservativo!

—El preservativo no es seguro y... —intenté argumentar, pero él me interrumpió bruscamente.

—¡Escúchame bien, Isabella! —dio un paso hacia mí, su rostro lleno de furia—. Si vuelves a mencionar una prueba de paternidad o insinúas que ese niño es mío, te juro que haré de tu vida un infierno, ¡y créeme, no querrás eso para ese bebé!




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