Martín
Cerré el diario de ese tipo mientras sentía como me oprimía el pecho.
Era molesto ver que a pesar de que estaba muerto aún me hacía sentir que iba un paso atrás de él. Parece que nunca iba a dejar que me adelantara a pesar de que su tiempo se detuvo hace tantos años.
Suspire
La última vez que hable con él, al fin había podido darle respuesta a esa duda que tenía. Solo que fue muy tarde.
Esa ultima noche en que hablo conmigo, se había quedado tan presente en mí.
2005-Finales de Octubre- Mansión Villalba
Me levanté de mi cama y me dirigí a la cocina para tomar un poco de agua.
Ya eran las 12 de la noche y el silencio en la mansión era absoluto. Últimamente el lugar era más deprimente que de costumbre y eso tenía una razón muy particular, que desgraciadamente se hizo presente mientras yo tomaba el vaso de agua.
ꟷHolaꟷme saludo mientras iba hacia la heladera.
Sinceramente era la persona que menos quería ver. Estaba demasiado enojado con él. Sentía una gran decepción por su proceder ya que no se estaba comportando de la manera en que pensaba que lo haría y eso me enervaba y me frustraba. Él, el monarca, el que se la sabe todas, al que nunca lo podías tomar desprevenido, el de siempre un paso adelante, ahora se estaba dejando condenar por una loca.
ꟷHolaꟷrespondí poniendo el vaso que usé en la pileta para así poder irme rápido de ese lugar. No quería estar en el mismo espacio que él.
ꟷ¿Tengo la peste?ꟷpreguntó cuando yo me dirigía a la salida.
ꟷAlgo parecidoꟷme detuve y volteé a mirarlo.
Estaba ahí parado tomando un vaso de jugo mientras me observaba sin expresión.
ꟷNo sé cuánto tiempo me quede en esta casa antes de que me lleven a la correccional, pero mínimo deberías demostrar frente a Marco tu tristeza por perder a tu valioso amigoꟷbromeó sarcástico.
«para sus pelotudeces si tiene gracias, pero para lo que realmente importa no»
—¿Por qué no usás esas energías para joder en unas para defenderte?
ꟷLo estoy haciendo—aseguro con una sonrisa
ꟷ¿como?
ꟷA mi manera—lo dijo como si fuera la cosa más obvia del mundo. Tiré un resoplido ante su altanería.
—Tus maneras son muy extrañas
—Como todo en mí. No me gusta salirme del papel —dijo haciendo una mueca de desagrado.
Parece que hoy tenía ganas de bromear. Aunque este no era el mejor momento para hacerlo
—Debes tener el papel del personaje trágico. Ese que nunca lo entienden hasta que llega la última hoja—me miro con curiosidad ya que yo no solía hacer tales analogías.
—Es un lindo personaje—aseguro divertido —, porque siempre lo vas a recordar más por las cosas buenas que hizo al final que por lo mierda que fue al principio. Yo al final termino siendo un héroe. En realidad, creo que es la estrategia más simple que alguien puede crear. Le dan un porqué de sus acciones para así limpiar sus culpas con el fin de que enfrente de los ojos de espectadores todo sea perdonado. La utilización de la empatía.
—Es mi estrategia favorita porque al final te das cuenta de que no era tan mala persona.
—Tener un porqué para proceder con malicia, no te hace buena persona. No mezcles las cosas —respondió pensativo y ya no me miraba a mi sino a su vaso de jugo como si en el buscara alguna respuesta—Lo que está mal, está mal. No importa los motivos que uno tenga. No se tiene ningún derecho hacer daño a otro por más lastimado que uno este. Por eso hay que lavar un poco las culpas, mostrar un poco arrepentimiento para que el odio no siga creciendo y haga más daño a un inocente—me quede absorto mirando como Ezequiel giraba su vaso perdido en sus pensamientos.
—¿Podrías por favor hablarme claro? Si me querés contar algo importante intenta hablar de una manera que pueda entender. Me desespera que me digas tanto y yo no entienda nada —Ezequiel levantó la vista y tiro un resoplido de diversión
—Si algunas veces yo tampoco me entiendo
De repente nuestra extrañamente profunda charla se vio interrumpida por el sonido que provocaba los golpes que le propinaban al portón.
Camine hacia la puerta corrediza que unía la cocina con el patio para así abrirla, pero al hacerlo una voz muy familiar inundo el jardín llamando a Ezequiel.
—Parece que sus papas la han dejado venir—comenté al escuchar el llamado de Clara desde el portón.
—No lo creo—susurro Ezequiel que se había acercado hacia donde estaba y miraba fijamente el portón—¿Dónde está el teléfono?