Dublín, Irlanda.
Septiembre 25, 2016
08:12 am
| Tyee |
Una vez alguien me pregunto cuál creía que era uno de los peores momentos de la vida; en seguida respondí "La mañana siguiente después de una noche de borrachera". No puede existir algo peor al olor a alcohol dándote vueltas, sin dudas. El dolor de cabeza, las náuseas, tú cuerpo reclamándote la irresponsabilidad y tú, sin acordarte de nada.
Me miraran mal, pero en serio apesta.
Todo gira a mí alrededor cuando trato de sentarme en la cama, sin duda no lo logro. La cabeza me duele como el infierno, casi como si alguien la golpeara con un martillo desde dentro. Finalmente, renuncio. No puedo con mi cuerpo, siento que pesa como por tres personas. Me tiro de vuelta a la comodidad de mi cama para lograr detener al mundo que gira sin ninguna vergüenza; pretendo pasar todo mi domingo recomponiéndome de esta increíble borrachera y sus consecuencias. Sin embargo, cuando me giro para acomodarme, la sabana se desliza por mi cuerpo dejando mis senos a la vista y a mi aún más confundida.
¿Qué mierda?
Solo entonces me percato de aquellos pequeños grandes detalles; yo estoy desnuda, esta no es mi cama y sin duda alguna, tampoco es mi habitación. Hay unas cortinas blancas tapando la ventana, yo nunca cierro las cortinas. Digo, ¿Para qué? Si de todas formas debo levantarme antes de que salga el sol, la luz no alcanza a llegar antes de que yo me despierte, y cuando debo volver, es reconfortante que la pieza esté iluminada. Aunque tampoco esta tan oscuro, se filtra bastante luz hacia el interior. Aquí todo está increíblemente ordenado y vacío. Casi no hay cosas en los muebles ni fotos en las paredes que me ayuden a deducir donde estoy. Y yo... yo pues... digamos que mis cosas están en el lugar que a ellas les guste, y tampoco tengo fotografías.
No, no recuerdo nada. No tengo idea de porque he acabado aquí, qué pasó —Aunque probablemente la respuesta divaga en mi cabeza mientras yo me niego a reconocerla. —ni tampoco tengo idea de quien está a mi lado.
¡Tiene una respiración muy pesada! De seguro aquel chico disfruta de su décimo quinto sueño mientras yo lucho contra mi dolor de cabezas, que, en parte, también es provocado por el momento que me encuentro viviendo. Como me gustaría encontrarme perfectamente para girarme y taparle las vías respiratorias para hacerlo despertar y que me deje seguir durmiendo aun si esta es su habitación. Gruño, porque sé que eso es casi imposible en estos instantes, y vuelvo a gruñir porque estoy intentado recordar algo y no veo nada más que fuertes pinchazos. No me jode todo esto, no me jode en absoluto haber tenido sexo con un desconocido. Yo no soy la virgen maría ni tengo intención de parecerlo, pero lo que realmente me jode es no recordar al desconocido. Si hubiera ido a beber a esas fiestas con las chicas, me hubiera calentado algún chico y hubiera decidido dejar que me diera un tour por su habitación y su entrepierna, estaría bien, pero cuando no recuerdas nada, es porque no tienes idea de nada. ¡Nada! Puede que sea algún violador chico despreciado buscando chicas ebrias con quien follar, podría ser una mujer ¡o incluso algún maldito viejo verde que se aprovechó de mí!
Pero no, no puede ser un viejo.
La habitación es de una de las fraternidades de DreamsField, y en ellas no se puede alojar personas mayores de veinticinco años, justo mi edad tope para follar. Por el tamaño de esta, y la privacidad que el individuo posee, debo encontrarme en Alph sau, pero aun así quedan las opciones de la mujer, —y en este caso, yo estaría en Gir tey— o del chico despreciado. No puedo decidir cuál es peor.
Cierro los ojos y los aprieto tanto que duelen. Inhalo y exhalo pesadamente para darme la valentía y girarme a enfrentar mi inevitable destino.
Ayúdame, Dios.
Debo reconocerlo, esperaba encontrar espinillas, cabello sucio y grasoso, marcas en su nariz donde deben ir lentes, sobrepeso y frenos; o algo así como el prototipo de nerd de preparatoria buscando perder su virginidad. En cambio, su tez pálida y lisa, el sedoso cabello negro y su torso fornido me hacen arrepentirme enseguida de mis prejuicios; y por supuesto, de lo estúpida que fui para borrarme y no recordar lo bueno que debió ser pasar la noche con él.
De lado creo que puedo reconocerlo, es uno de los chicos con los que hablé anoche, pero no estoy segura. Hablé con muchos y me peleé con algunos otros. Él podría ser cualquiera de ellos.
Se mueve un poco y comienzan a abrir los ojos lentamente. Pasa su mano por su cabello para dejarlo hacia el lado derecho y reposa la mano en sus ojos mientras gruñe. Lo miro seria y en silencio, no siente mi presencia, por lo que tengo que carraspear para que se gire y se dé cuenta de mí. Primero su expresión es algo así como si supiera exactamente quién soy, luego le sigue la confusión, y entonces finalmente la sorpresa. Salta fuera de su cama más rápido de lo que mi dolor de cabeza me permite ver. Sus ojos se abren como dos grandes cuencas, y también abre la boca para decir algo, pero no logra pronunciar nada, así que termina por cerrarla. Gira en su eje lentamente como si tratara de asegurarse de que esta en su habitación y agarra su pelo al tiempo que tartamudea.
—¿Que... que ha... haces acá?
De compras, claro.
Con su estúpida pregunta, es cómo te das cuenta de que no eres la única a la que se le pasó un poco la mano con el alcohol anoche.
Pero solo un poquito.
Así, casi nada.
—Nada, que me he perdido de camino a casa.
Apoyo mi cabeza en la mano izquierda y lo miro de lado, asegurándome de tapar mis pechos con las sabanas. Deslizo mi mirada por su cuerpo descaradamente, de arriba a abajo sin saltarme ningún rincón. Tiene unos hombros anchos con unos pectorales perfectamente marcados, ni de más ni de menos. Un caminito de tatuajes dispersos que le cubre el pecho, el costado y la espalda. No está vestido en tinta, de hecho, puedes ver perfectamente donde empieza uno y termina el otro, sin embargo, no deja de ser impresionante. Pero en cambio, llegando a la parte baja, está completamente limpio. Es realmente de película, y no puedo decir que su anatomía deja que desear. Dichosos los ojos que lo ven. Para cuando he terminado mi tour privado por su cuerpo y llego a su rostro nuevamente, él ha cambiado completamente su ceño. Que sorpresa ni que nada, ya no existe rastro de eso. Ahora su expresión no representa nada, como si no le molestara el hecho de darse cuenta de hay una desconocida en su cama. Su desnudes tampoco le altera el sistema; coloca las manos en sus caderas, casi pidiéndome que vuelva a mirar allí abajo. Parece que se puso de pie con esa intención, y si no fuera por su cara, estoy segura de que comenzaría a bailar el "Mueve el ombligo" mientras canta "Trompa, trompa. Mira que trompa" igual que Shin-chan. Pero es exactamente lo contrario de la compañía que esperaba. Veinte carreras, miles de grados, cuatro fraternidades, más de mil quinientos estudiantes, y de todas las personas que constituyen DreamsField, ¿Tenia que se él?
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Editado: 05.11.2020