Octubre 10, 2016
13:55 pm
| Tyee |
Cuando suena el timbre, lo primero que hago es gruñir, porque sé que tendré que levantarme del sillón para abrir. Sin embargo recuerdo que suelo dejar sin seguro cuando estoy aquí, así que lanzo un grito para que sea que sea que se encuentra al otro lado pase. No es la más inteligentes de las acciones, pero tampoco es como si algún ladrón fuera a tocar antes de ingresar a robar. Tomo mi taza de té y doy un sorbo antes de voltearme a mirar al invitado, pero la sorpresa me juega en contra. Dejo caer la taza con estrépito, ni siquiera me detengo a mirar el líquido derramarse por la alfombra. No puedo despegar la mirada de sus alegres ojos celestes atravesando los comunes pardos míos.
—Tu... Danforth... ¿Ian?
Finalmente, cuándo no pronuncio nada decente, opto por la idea de cerrar la boca y actuar de forma molesta, mirándolo con el ceño fruncido y de brazos cruzados. No parece inmutarse en lo absoluto por esto y sonríe de forma groseramente burlesca. Se acerca con los brazos abiertos como queriendo apretarme en un fuerte abrazo que me deje sin respiración, pero yo estoy lo bastante confundida para eso. Estiro mi mano e impido que se acerque más.
—¿Que sucede? — pregunta. Se muestra un poco inseguro ante mi reacción, pero vuelve los brazos a su postura normal dignamente. No elimina esa sonrisa segura de sí mismo. —¿No estas feliz de verme?
Ignoro por completo lo que es una falsa afirmación. Lo extrañaba como el infierno, y en estos momentos lucho contra mi cuerpo que solo quiere abalanzarse contra él y frotar el perfecto peinado de su pelo rubio solo para cabrearlo. Pero me siento realmente consternada, y no quiero dejar que el sentimentalismo me nuble las preguntas.
—Si me dices que decidiste rendirte ante la arpía de Jane y abandonar a tu hija, voy a patear tu culo todo el camino de vuelta a Danforth— los ojos de Ian decaen y puedo ver un sentimiento apenado cruzar por su rostro. —¿No fue eso lo que hiciste, cierto? — mantengo silencio un momento y trago saliva de forma ruidosa un poco nerviosa por su respuesta.
—Jane me engaño. Gaara no es mi hija— suelta simplemente. Todo en mí se paraliza. No puede estar hablando en serio.
—¿Qué? — logró pronunciar. Aunque no estoy muy segura si lo dije una o dos veces. Quizá el primero no se mantuvo en mi cabeza.
Él se sienta y yo lo sigo para hacer lo mismo. Mantiene la mirada en sus rostro esperando alguna respuesta, pero la de él está perdida en la pantalla apagada de la TV. Se le fue toda la emoción, ya no luce tan él, ya no tiene su sonrisa, y juro que quiero que vuelva a mostrármela y me diga que está bromeando. Aunque me joda.
—Jane tuvo una aventura y Gaara fue el resultado. El estúpido que la dejo embarazada la abandono apenas lo supo. Nosotros ya habíamos terminado, pero supongo que la asusto verse sola con un bebe.
Me cuesta unos segundos asimilar y poner todo en orden. Odio ahora más que nunca a Jane, y no me puedo creer que se atreviera a jugar con algo así. Debo reconocer que tuvo un ingenio de zorra vieja envidiable. Para no quedarse sola busco a quien cargarle el hijo, y ahora que vuelve a encontrar pareja, ya no lo necesita. Pensó muy bien en cada detalle.
Hay dos tipos de personas perras. Por un lado, estoy yo liderando ese tipo de perras de comportamiento, a las que todo le suda y le importa una mierda, las odiosas y antipáticas, las que odiamos a todos y nos mantenemos alejados; aquellas que de todo pasamos. En el segundo grupo están el tipo de perras que utilizan a los hombres como juguetes, manipulan todo a su conveniencia y que además de ser perras egoístas, son perras.
No es tanto la mentira, si no lo que esta conllevó. Ian dejó Dublín, dejó a sus amigos, su carrera, su sueño; todo. Lo dejo todo por ir a hacerse cargo de una pequeña, una hija que debió querer lo suficiente para ponerla por sobre todo. Y entonces de pronto la arrebatan de su lado, destruyen su fantasía con bombos y platillos y les importa una mierda. ¡Le importa una verdadera mierda! Jugaron con él, con sus sentimientos, e incluso de forma indirecta lo hicieron conmigo. Existe gente tan patética, que ni siquiera debería tener el derecho de respirar el aire por el que trabaja la gente honesta.
Juro que algún día voy a destruirla.
—¿Co.... como lo supiste?— se pone de pie saliendo del trance en el que había estado sumido, camina unas cuantas veces al rededor del sillón. Deje de seguirlo con la mirada a la segunda vuelta porque me estaba mareando.
—Resulta que su nueva pareja era el mismo amante que tenía antes. Supongo que volvió por la niña, aunque no parecía gustarle del todo, ni menos molestarle el compartirla conmigo. Quizá fue la misma Jane quien fue a buscarlo, ¿A quién le importa? — Se detiene frente a mí y me mira de brazos cruzados. —Los escuché hablando de eso hace algunos días, cuando fui a dejar a Gaara.
Mis ojos están abiertos como dos grandes cuencas. Mi ilusión y la alegría de mi vida había sido esa niña. Desde el momento en que nació, ya la amaba, incluso sin ni siquiera conocerla. No podía imaginarme lo que podía estar sintiendo Ian en estos momentos, después de haber creído ser su padre por más de un año y de pronto caer de las maravillas de un mundo de mentira a una drástica realidad.
—Quizá me arrepienta de dejarla sola con ellos, apenas tiene un año. Pero me sentí tan impotente.
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Editado: 05.11.2020