Perfecto Desastre | Titanes 1 |

| 022 |

Noviembre 25, 2016
22:03 Pm

 T Y E E 

Abro la puerta del departamento; el interior de encuentra en completa penumbra, un silencio tenebroso e incluso las luces están apagadas. No hay nadie en el interior aun cuando apenas son las diez de la noche. Comienzo a buscar mi teléfono en la mochila para llamar a mi hermano, pero tengo demasiadas cosas en el interior, y por más que busco, no doy con él. No tengo tanto dinero, por lo que mi teléfono es una cosa tan primitiva y simple, que no hay mucho que pueda hacer; así que tan solo lo tiro en la mochila por si llego a necesitarlo. Ahora me doy cuenta de que eso es completamente ridículo, porque si es que lo requiero para una emergencia, probablemente la persona morirá antes de que yo lo encuentre.

Kylan balancea su móvil frente a mis ojos y lo tiende hacia mí. Es de pantalla táctil, igual que el mío, pero este es incluso más grande que mi mano, un IPhone algo y con un sistema que tampoco entiendo muy bien. No tiene ningún tipo de contraseña, está completamente accesible a alguna persona entrometida, y tiene una imagen de un auto como fondo de pantalla. Llego de alguna forma a los contactos y enseguida doy con él. Debe tenerlo como favorito, pues su nombre es uno de los primeros en aparecer. Marco y espero; después de tres tonos contesta.

—¿Que hay, bastardo?— gritan al otro lado de la línea.

Arrugo el ceño. —¿Ian?— siento a Kylan reír desde su cuarto. Él sabía que iba a contestarme así y no me lo advirtió.

Será cabrón.

— ¿Ty?— su voz disminuye la emoción con la que me contesto en un principio. Casi me siento mal. — ¿Qué haces con el teléfono de Kylan?

—¿Como que «que hago»? Se suponía que me llevarías, ¿Dónde estás?— guarda silencio, se demora un momento en responder.

—Hemos decidido hacer una previa con algunos chicos antes de ir a Dig tau. Ya sabes.

No, no tengo idea.

—¿Me han dejado tirada?— finjo indignación y pongo mi brazo en la cadera aun cuando no puede verme, pero tengo una sonrisa en la cara, después de todo ya tengo planeado irme con Kylan. Me habría molestado si verdaderamente no tuviera con quien llegar.

—Siempre estás diciendo que te iras con... Viclary.

¿Habla en serio? ¿Viclary? Él nunca la llama así. Debe estar comiéndole por dentro que ella ni siquiera le mire.

—Joder, que enrollado eres— le digo, refiriéndome a la forma en cómo se refiere a Vike, y también a como decide por si solo como hago yo las cosas. —Bien, adiós.

—Espera.

—¿Qué quieres?

—¿Con quién te iras? Puedo volver por ti.

—No, gracias. Ya me he conseguido un chaperón.

Con una gran sonrisa corto antes de que diga algo más. Pocas veces puedo darme ese lujo. Yo solo quería saber si se encontraba bien, porque si, también soy una hermana obsesiva con su hermano mayor, y ya comprobé que él esta vivito y coleando. Como la mayor parte del tiempo Ian si se comporta como el hombre maduro que a sus veintitrés años debería ser, no tengo mucho trabajo, lo que me molesta, porque él si tiene mucho que hacer conmigo. Doy pisoteadas hasta mi pieza y busco entre el chiquero que tengo de armario para ver que me pondré.

Me meto dentro de unos ajustados pantalones negros, una blusa de tirante con encaje en la zona de los pecho y termino el conjunto con unas zapatillas todo del mismo color. Porque el negro es vida. No me encuentro de un ánimo realmente agradable como para andar haciendo equilibrio sobre tacones. Tampoco quiero perderlos si llego a quedar inconsciente. Ya me ha pasado antes y debo decir que entonces al día siguiente mi humor empeora al cincuenta por ciento más.

Mis pobres tacones.

Si sobria soy un dolor de cabezas, es aún peor con resaca y alguna de mis cosas perdidas.

Doy vuelta la mochila y por fin encuentro mi móvil, metido dentro de uno de los libros no había forma en el infierno en que fuera a dar con él. Tomo ambos teléfonos y me los llevo en la mano al no tener donde guardarlos. Kylan ya está fuera de su habitación, sentado en el sillón y mirando en mi dirección esperando a que saliera de mi escondite. Miro la hora en su teléfono preguntándome si me he demorado mucho, pero sin embargo solo han pasado cinco minutos desde que corte la llamada.

22:15 en punto.

Una de mis manías y la más vergonzosa de todas, es mi obsesión por controlar el tiempo. Siempre estoy pendiente de la hora, de cuantos minutos me gasto en cada cosa que hago y sacando cuentas de cuánto podría demorarme. Jamás dejo nada a lo tonto. Existen momentos a los que no hay que perderles la cuenta. A lo largo de la vida uno se da cuenta de que hay algunas cosas que se van para jamás regresar, una de ellas es el tiempo. De todas formas, mi manía no aplica para nada cuando se trata de llegar a clase, y sigo siendo la impuntual alumna esqueleto del profesor Bring. Aunque si miro la hora a cada segundo, siempre termino por darme cuenta de que me falta algo, me sigo dando vueltas y finalmente llego tarde. O me quedo dormida, lo que suceda primero.

Miro de nuevo a Kylan, él se pone de pie, pero sigue en frente del sillón. Solo se ha cambiado a un pantalón negro y una camisa azul a cuadros; sin embargo, su cazadora nunca lo abandona, al igual que su gorra negra de los Boston Celtics que ahora esta vuelta hacia atrás. Me dirige una mirada incrédula, y tarda más de lo normal en recorrer mi vestimenta. Para cuando llega a mis ojos, vuelve a su habitual cara de póker.

—Si piensas que voy a dejar que salgas sin algo sobre tus hombros, estas muy equivocada— me reprocha. Frunzo el ceño y miro el escote en V de mi camisa.

— ¿Que tienen mis hombros?

—No tienen nada, ese es el problema— responde. Lo miro confundida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.