Perfecto Desastre | Titanes 1 |

| 030 |

Enero 5, 2017
23:54 Pm

  T Y E E  

Sus palabras me saben a un chiste agrio que me deja un mal sabor en la boca. Siento una especie de hurto de su parte, esas palabras se supone que debo decirlas yo para alejarlo de mí, porque aquí la con pasado de mierda, creo ser yo. De pronto entonces me dice que es algún tipo de villano y me roba el protagonismo.

Achico los ojos y pestañeo un par de veces, como si mi confusión fuera a alejarse con el batir de mis pestañas. De un momento a otro, la conversación dio un vuelco radical, y ya no entiendo nada. Él mantiene su expresión seria. Se cruza de brazos y sigue atravesando mis ojos con su mirada, el verde esmeralda intenso que ahora veo claramente gracias a que no lleva la gorra encima. Quizá intenta darme miedo, hacer que me achique y ceda, que olvide esta conversación hasta que a él se le antoje volver a hablarme o los celos le ganen y vuelva para ponerme encima otra estúpida regla que me prohíba acercarme a otro chico. Mas que miedo, su orden solo consigue ponerme más cabreada.

—¿De qué hablas, Kylan?— lo veo suspirar.

—Estoy advirtiéndote. No soy bueno para ti.

—Vale, tú no eres bueno para mí, Blake es peligroso, ¿Qué sigue? ¿Mi hermano? ¿Vike?— preguntó alzando las cejas.

—No estoy jugando—gruñe.

—Pues lo parece, porque lo único que haces es contradecirte con tus palabras— trago saliva. —No quieres que me acerque a ti, pero te arde la mierda que vaya con Blake. No tienes que inventar nada si lo que quieres es que me aleje de ti, es tan simple como decírmelo.

—Yo no quiero... que te alejes de mi— responde alzando un poco la voz.

—Y aquí vamos de nuevo.

—No quiero que te alejes de mí, pero tampoco puedo pedirte que te quedes conmigo. No puedo ser así de egoísta.

—No sería egoísta si me dijeras a lo que me estaría enfrentando y aun así yo decidiera quedarme.

—No querrías hacerlo.

—Basta todo el mundo de suponer por mí, joder— digo un poco más cabreada. —Basta, de creer que me conoces cuando no lo haces. En lo absoluto— lo último me sale casi como un susurro.

—Yo...— comienza. —Me gusta estar contigo, pero no...

—Vale — termino. Tomo aire y me alejo de él, porque siento que las últimas palabras que he soltado han sido bastante claras, y poco me falta para comenzar a rogarle algo que ambos sabemos que no va a suceder. —Haz lo que quieras, ve y escóndete con tus miedos.  Si no vas a ser... lo suficientemente claro contigo para saber lo que quieres, por favor, no me incluyas ahí, no me mezcles con tus mierdas, que yo tengo bastante con las mías como para ir donde no me quieren. Y joder, no me menosprecies; que me costó la vida volverme así de fuerte, y tus inseguridades solo me entorpecen.

Veo a Kylan levantar la barbilla, pero no dice nada, y tampoco espero a que piense en algo. Me giro y comienzo a caminar hasta mi habitación, dejándolo atrás.

—Vale— grita para detenerme. Cuando me giro a mirarlo se encuentra en el mismo lugar. —¿Quieres comprobar que hablo en serio? Yo voy a mostrártelo— dice con un tono de amenaza cantarín. —Luego no me digas que no te lo advertí.

De eso estaba hablando.

No sé si debo saltar en un pie de alegría por haber conseguido que me muestre su «Yo peligroso», o debo tomármelo en serio, comenzar a sudar de miedo o alguna mierda como esa. Siempre fui de las que en momentos tensos, se larga a reír como una enferma maniática. Mientras todos se preocupan, yo rio a carcajada limpia, como si fuera un chiste. Luego me dicen «A mí no me causa ninguna risa», y la verdad yo tampoco considero que sea gracioso, pero me estoy riendo, ¿Qué le vamos a hacer? Y si lo pensamos bien, no es como que reír vaya a hacer más daño, y deprimirnos no va a ayudar en nada.

Kylan avanza hasta mí, y me tira su cazadora. —Vamos, antes de que me arrepienta de esto.

Estoy a punto de comenzar a seguirlo, pero él toma mi mano y es quien me obliga a moverme. De paso toma las llaves del auto de la isla de la cocina y cierra la puerta tras de mí. Solo me suelta cuando estamos frente a su Audi en los estacionamientos de la fraternidad. Me subo dentro sin siquiera mencionar el hecho de que me ha arrastrado hasta aquí como una niña pequeña, solo porque sé que comenzaremos a discutir nuevamente y no iremos a ningún lado. Lo primero que hace tras sentarse es pasar por encima de mí y atarme el cinturón de seguridad. Enseguida descubro porqué.

Un minuto con cincuenta y cinco segundos más tarde, vuela por las carreteras camino a fuera de la cuidad, internándose directamente con la carretera que conecta Newbridge con Portlaoise. Lo que parece una eternidad en silencio más tarde, tomamos la salida e en un punto intermedio que puedo ver nos llevan hacia Killenard. La cuidad cada vez se hace más grande y concisa. Puedo ver a la perfección los altos edificios y también los bares nocturnos que comienzan a tomar vida. Una y veinte de la noche marca el reloj en la radio del auto.  Me quedo mirando a las personas que vemos pasar, dirigiéndose a distintos lugares. Algunos ya medios ebrios, y algunos otros que podrían ser así siempre, simplemente siendo ellos. Suelto una sonrisa cuando veo a una chica caminar por delante de su grupo dando algunas vueltas.

Poco a poco, a medida que Kylan va doblando, las calles comienzan a volverse más oscuras y solitarias, las casa más pequeñas, descuidadas y feas. Abandonadas. En aquel sitio todo parece muerto y tenebroso, maligno. Digno de esos barrios en los que se oculta la gente con recursos para sus vicios. Solo entonces comienzo a pensar que es verdad lo que me dijo, que tiene juntas realmente malas por acá, que se dedican a robar y asesinar gente como si fuese su profesión. Aunque no por eso siento miedo.

Dobla a la esquina de una calle donde está toda la gente que no estaba en las demás, parecen haberse reunido aquí; caminan en línea recta hacia donde se acumulan autos que tapan todas las entradas a la calle principal. Todos visten de formas particulares, hay hombres con ropas de chico malo, y otros con teñidas negras de rockeros pasados de moda, grandes cadenas y largas barbas antihigiénicas. Tan solo le hacen falta esa motocicletas bajas con largos adornos colgando del manubrio. Las chicas también tienen estilos muy variados; algunas van con cuero negro de pie a cabeza, teñidas deportivas, muy elegantes o demasiado descuidadas. Así como también están quienes casi ni llevan ropa. En cuanto al otro grupo que conforma la mayoría de la gente en ese lugar, son chicos de la edad de Kylan. Ríen a carcajada limpia con sus amigos, miran los demás autos y ni siquiera hacen el intento de disimular sus miradas pervertidas hacia las piernas en movimiento. Kylan sigue avanzando lentamente tratando de no atropellar a nadie, completamente ajeno de las miradas curiosas y furiosas que todos nos envían por avanzar entre ellos. Se para en un costado cualquiera como si aquella calle fuera estacionamiento libre y gratis. Su freno exagerado casi me deja pegada al parabrisas.




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