Perfecto Desastre | Titanes 1 |

| 032 |

Enero 6, 2017
03:59 am

  T Y E E  

La oscuridad es mucho más espesa a las afuera de la cuidad. A las cuatro de la mañana, la niebla ha bajado lo suficiente para tragarse todo lo que se le acerca, para engullirlo y perderlo. En algún momento la visión se volvió casi nula, y ya no nos permite ver mucho más allá del capó del auto, lo que me tiene completamente nerviosa. El sonido de las sirenas y los disparos ya no se escucha, aunque me apresure a encender la radio un poco más allá del campo de tiro para despejar mi mente, tratar de calmar los nervios en la boca de mi estómago y el ambiente que el tenso momento genero entre Kylan y yo. No me volvió a hablar desde el ultimo sermón sobre su advertencia, el peligro y lo demás que me dijo. Luego me fulminó con la mirada, gruño y se dedicó a volar en su avión con ruedas sobre la acera.

—Lo siento— le digo de pronto, interrumpiendo abruptamente en nuestro silencio. Él aprieta un poco el manubrio de forma nerviosa, pero no de enojo. Toma unas bocanadas de aire y aprieta los ojos por unos segundos aun cuando el auto está en pleno movimiento y vamos a más de ciento cincuenta kilómetros por hora. —No debí haber dicho nada.

El niega con la cabeza. —Yo también lo siento. Me puse nervioso, solo podía pensar en esa bala— dice alternando la mirada en el parabrisas. —perdí la cabeza— me quedo estancada unos segundos en sus palabras sin poder dejar de mirarlo. —Es normal que tuvieras miedo, no debí llevarte allí, joder. Si Ian se entera, va a matarme.

Frunzo el ceño. —No tenía miedo.

Jamás sentí algo así. No lo tuve cuando me encontraba en medio de la balacera, sola y sin siquiera un arma para devolver los disparos. Tampoco tuve miedo de ver a Kylan con la suya, matando a quien sea que se haya puesto en frente para amenazarnos. Si soy sincera, su acción solo ha provocado un sentimiento de fascinación en mi interior, no tiene miedo de enfrentar a nadie, y sabe cómo salir de cada situación. Saber que la persona que temo lastimar es igual de resistente que yo, me llena de seguridad. Mi reacción ha ido mucho más allá de un nerviosismo de momento o un miedo ante lo desconocido.

—Aun si es difícil de creer, estoy bastante familiarizada con esto. Me da igual si tienes un arma de mano o una ametralladora, Kylan. No me das miedo— bajo la ventanilla para ventilar un poco el auto, ya que los cristales se están empañando, y también porque comienzo a sentirme asfixiada y claustrofóbica; la brisa comienza a helar mi cara. De fondo me atrapa la melodía de Wonderwall de Oasis con su entrada de guitarra suave. El asunto casi se siente trágico. —Estaba enojada— continuó. —Enojada contigo y conmigo por lo estúpido que fue aquel momento allá.

Veo a Kylan arrugar el ceño.

—¿Qué demonios hice? — esta vez la que arruga el ceño soy yo. Es igual a mí, vivimos cagandolas, pero jamás somos realmente consciente de lo que hacemos. Dañamos a los demás sin siquiera darnos cuenta.

—Era la primera vez que me metía en una carrera. Debía estar jodiéndome los nervios en tu auto, junto a ti, no con el imbécil egocéntrico— le gruño. Kylan me mira por unos segundos, luego vuelve la vista al frente.

—Yo no te obligue a ir; te lanzaste a sus brazos voluntariamente.

—¡Porque tú no querías dejarme subir contigo! — Kylan vuelve a mirarme, pero esta vez comienza a desacelerar hasta estacionarse a un costado de la carrera sin despegar sus ojos de los míos. El auto hace un movimiento brusco cuando deja de moverse. —¿Por qué finges ser un asco en esto? Es obvio que puedes patear el trasero de todos esos imbéciles.

Él se acomoda en el asiento para quedar frente a mí, mirándome. —No finjo nada. Era peligroso que subieras conmigo.

Rodeó los ojos. El novato viene a mentirle al mismo Pinocho. —¿Y no era peligroso con él? ¡Joder! — Me tomo la cabeza con desesperación, porque estoy tratando de aguantar miles de cosas, todas se amontonan en mi envase de paciencia y no tardaré en colapsar. —Quería estar contigo, no con él, pero eres tan imbécil, no te das cuenta de nada. Si ese maldito hubiera ganado, yo...

—Jamás permitiría que eso pasara— me  corta, y me mira serio.

—¡Pero si permitiste que me fuera con él!

—¡Te has ido sola!

¡Oh, Dios!

—¡Eres un idiota, Kylan Hooligans! Un verdadero idiota por comportarte así. Un idiota por fingir que todo te importa una mierda, por ser tan borde y antipático. Por creer que no hay nada más allá de tu nariz y tu ego. ¡No te das cuenta de nada! — Inhalo. De inmediato odio la fragilidad que comienzo a demostrar, la debilidad que me consume cuando lo tengo cerca. Comienzo para odiarlo porque no importa cuánto odio esta situación, se siente bien si es por su culpa; y yo tengo más que claro el porqué. Aspiro profundo para calmarme, porque lo único que hago cuando estoy con él es explotar y soltar todo lo que estoy pensando. Y últimamente mis pensamientos no son los mismos que siempre. —Solo quería que te dieras cuenta de que eres mucho más de lo que crees. ¡Que confiaras en ti mismo!

Solo un segundo me mira, porque al siguiente me toma del cuello, me empuja hacia él y planta sus labios sobre los míos. La acción me pilla de sorpresa, no esperaba que reaccionara de aquella manera, ni tampoco que fuera a hacerme tan bien, a sentirse tan bien. No es un beso tierno, no uno de esos de películas románticas que podrían calmarme y hacerme caer en la debilidad, porque entonces pondría en duda quien me está besando. Es uno de los que transmiten el deseo y la necesidad, que te prenden la sangre hasta en los climas más fríos; de esos que te callan hasta los pensamientos. Es un beso muy al estilo Hooligans. Con su mano izquierda me toma de la cintura para acercarme más a él y para profundizar más el beso. El olor de su perfume inunda mis fosas nasales, y el suave toque a menta de su shampoo activa aún más mis sentidos. Siempre me han vuelto loca los olores de fragancias masculinas, pero de preferencia, es mejor cuando no parecen haberse sumergido en ellos. Siento el sabor a sangre de la herida en su labio combinada con polvo, un toque de pasta dental y tabaco cuando su lengua entra en mi boca. No solicita permiso, pero la mía esta gustosa de recibirla y la acaricio para darle la bienvenida. Él gruñe cuando le muerdo el labio, pero yo en cambio sonrío. Tiro un poco del antes de soltarlo, pero él no me deja alejarme. Apoya su frente contra la mía y respira entrecortadamente.




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