Perfecto Desastre | Titanes 1 |

| 040 |

Febrero 25, 2017
12:43 pm

  T Y E E  

Suelen decir que las mujeres somos complicadas, que tenemos una manera especial, —Muy especial— de pensar. Que cuando decimos que no, en realidad queremos decir un gran «Si» lleno de necesidad y de cariño, y que a veces ni siquiera nosotras mismas sabemos que mierda queremos. Y es verdad.

Pero, ¿Han intentado comprender a un hombre?

Cuando comienzo a pensar en Kylan e intento entender su manera de pensar y de hacer las cosas, lo único que consigo es un gran, gran, dolor de cabezas.

Uno cree que los accidentes sirven para hacerle entender a la gente lo que sentirían si esa persona no hubiera sobrevivido, y de esta forma lograr valorarlas un poco más, acercarte a ellas y disfrutar lo que les quede de vida juntos. Por el contrario, Kylan pareció entender que en realidad no me necesita y que en su vida no soy más que una simple mocosa molesta que vive entre las drogas y el alcohol, y que siempre está metida en problemas; porque desde que casi me convertí en cenizas, no se ha vuelto a acercar.

No sé, ni tampoco quiero pensar en las razones que me han llevado a no acercarme a él tampoco; quizá por orgullo, o porque quiero mantener mi dignidad a flote, ya que presiento que si intento hablar con él, esta se ira al menos diez pisos bajo el infierno.

Sin embargo, cuando una persona se ha convertido en más que tu todo, en tu rutina y en tus días, es realmente difícil no pensar en ella ni buscarla diariamente para saber en qué está.

Kylan ya me trae de los nervios.

De alguna forma aprendí a pasar de todo, a limitar la cantidad de sentimientos que dejo salir y también aprendí a clasificar por lo que merece la pena sufrir. Cuando conocí a Kylan, gran parte de eso se fue a la mierda. Los sentimientos que comenzaron a despertar en mí y exigieron su dominio, y se me hizo muy difícil mantenerlos a raya. La mayoría de las veces fue tan claro lo que necesitaba, que parecía que llevaba un gran cartel sobre la frente, y debí recriminarme a mí misma para recordarme que cuando entregas mucho, tienes una gran posibilidad de salir herida. Lo que menos necesito en estos momentos es una debilidad. Cuando lo bese por primera vez, incluso me pregunte si necesitaba algún tipo de terapia, o que pasaba conmigo. ¿Desde cuándo los impulsos eran a causa de un hombre? ¿Desde cuándo las únicas maldades que se me ocurrían, giraban en torno a su nombre? Tenía tan claro que él no pensaba lo mismo.

Luego me deje estar. Me dio tan poco, pero era tanto para mí, que me permití probar; mírenme ahora; una tía patética con una mezcla de mierda y dolor. Lo único que me queda es el poder de fingir que nada me importa, que su ausencia no me duele, y que no lo extraño para nada. Aunque me esté muriendo por dentro.

Vaya mierda.

Me ve y me evita, gesticula una mueca de desagrado total; me siento de vuelta a cuando nos estábamos conociendo; cuando le estorbaba mi presencia y a mi él solo hecho de saber que existía un ser tan desagradable como él. Pasa de mí, voltea en la esquina más cercana y sigue de largo.

Debo admitir que mi orgullo cae al menos hasta el subterráneo con esa acción, y estoy tentada a seguirle el juego, continuar caminando y pasar de su asquerosa existencia. Me hubiera gustado comprobar hasta donde es capaz de llegar su nivel de inmadurez; pero la incertidumbre me está comiendo por dentro como una maldita plaga, y no podré dormir bien si continuamos este estúpido juego de tira y afloja en el que ninguno quiere ser el primero en soltar la cuerda.

Así que mando un ratito mi dignidad a la mierda, porque al menos podre decir que no lo perdí por no intentarlo.

—¡Hey!— le llamo.

No me escucha o vuelve a ignorarme. Mi orgullo se agarra de la mano de mi dignidad y saltan juntas hasta el menos diez. Para este punto, creo que todo lo demás deja de ser importante. Se me nubla un poco la vista y me arde cada poro de la piel. Como esta jugando al que no me conoce, su paso ni siquiera se acelera, lo que me permite alcanzarlo.

—¡Que te pares, joder!— le grito agarrándolo del brazo y parándome frente a él. —¿Es que no me has oído?

La gente a nuestro alrededor comienza a voltearse a mirarnos. Jamás me ha importado mucho lo que la gente pueda llegar a decir, aso que utilizo un poco eso a mi favor, porque cuando Kylan se da cuenta, parece mucho más dispuesto a colaborar que antes.

—¿Qué quieres?— suelta sin más.

—Necesitamos hablar. Y tienes la opción de seguirme, o de tragarte el espectáculo. Tú eliges.

Paso de él y comienzo a caminar hacia el exterior completamente decidida. Como sé que a él no le gustan en absoluto los espectáculos, obedientemente comienza a seguirme. De cierta forma también es un alivio para mí, porque una cosa es que seas conocida en todos lado por tu mala reputación, y otra, por la historia de tu vida. Después de convertirme en "La Smith" y después de que murió Mary, me gane mucha más de esa mala atención. Esa que no me gusta, y últimamente estoy haciendo todo lo posible por disminuirla al máximo.

Me detengo en uno de los lugares más solitarios de la universidad a las cuatro de la tarde, con un frio que pela, y me giro con los brazos cruzados a esperar que llegue a mí.

—¿Acabaste ya con el paseo por DF?

Desde ya partimos mal, Colega. La de las preguntas soy yo.

—¿Qué te pasa?— lo miro despectivamente. Su ceño se frunce aún más. —Si es que es siquiera posible— coloca las manos en los bolsillos de su cazadora y no puedo evitar darles un vistazo a los pantalones de pitillo negro, sus DC plomas y el Gorro negro de los Boston Celtics que carga a todas partes.

—¿A mí?

—Anda, no me toques las narices, tío. Sabes muy bien de lo que hablo— él tuerce la cabeza.

—No, no lo sé.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.