Perfecto Desastre | Titanes 1 |

Especial | Lo que solíamos ser

 T Y E E 

—Mio, mío. De seguro es para mí— Y abro tanto los ojos que podría reírme de mi misma. Incluso tuerzo la boca.

—¡Que no! Dijo que trajo regalos ¡Para mí!— Le gritó de vuelta.

—Mi mami siempre compra cosas para mí.

—Pero ahora también para mí.

¿De verdad este mocoso tiene ocho años? porque parece a punto de hacerme una rabieta y echarse a llorar. Tiro un poco más de la bolsa y con la otra mano buscó lo que hay dentro. Sacó la primera caja que toco y la miro.

—Es una muñeca, ¿Ya ves que es para mí?— Él me la quita de la mano.

—¡Es para mí!— Me está intentando matar con sus ojos celestes, lo sé. Ayer mientras veía una película de superhéroes y el vio a ese hombre que lanzaba luz roja con los ojos me dijo que cada vez que me mirara así, era porque estaba intentando quemarme con su láser.

No lo funciona porque él no es ningún superhéroe, pero me pone furiosa que quiera matarme. Además, si matara inocentes niñas de seis años, sería un villano. Que idiota es.

—¿También juegas con muñecas?

—¡Si!

Frunzo el ceño. —Qué raro eres.

—¡No lo soy!

—¡Que sí!

—¡Que no!

—¡Si! Los niños no juegan con muñecas.

Él se queda en silencio, parece pensárselo, por mucho mucho tiempo, tanto, que me da tiempo para quitarle la caja de nuevo. Me dedica nuevamente esa mirada de concentración, incluso le pone sonido al asunto. Un "Mmm" como si el rayo láser estuviese realmente saliendo. Luego deja caer la bolsa con estrépito y se pone a gritar.

—¡Mamaaaaaaaaaaaaaaaaaaá!

Lo veo largarse corriendo a la cocina, ahí donde está la señora Bennet preparando la cena. Y como a mí me importa un carajo, yo aprovecho para coger la bolsa y apoderarme de todos los juguetes. Voy a hacer lo mismo que él, mío, mío, mío.

Cuando la bola de rulos vuelve, no lo hace solo, lo hace con su "Mami". La señora Bennett camina a paso lento con su elegante vestido largo, menando la falda de un lado a otro de forma ridículamente llamativa, a diferencia del mocoso, ella se está riendo de las acusaciones que hace su hijo.

—... y dijo que iba a adueñarse de mis autos, y de mis dinosaurios, mami.

¿Me recuerdan quien es el de ocho y quien el de seis? Creo que aún no me queda muy claro.

—¡Pero bueno!— Dice ella. —¿Qué es lo que sucede aquí?

Yo simplemente la miro y sigo jugando con las nuevas muñecas que compró para mí.

—¡No me quiere dar mis regalos!— Ella hace un intento de fruncir el ceño en medio de la gracia que le hace el asunto.

—Pero Ian, si esas muñecas no son para ti.

El Niño la mira como si acabara de tirarle un balde en la cabeza, pero un balde vacío, sin agua. Como si acabara de azotarlo con él.

—¿Y dónde están los míos?

Ella le sonríe, se pone de pie y le alcanza otra bolsa. El chico rompe el envoltorio demasiado emocionado para la cara que le muestra luego de que descubre que es solo una.

—¿Un auto?

—Si. ¡A que es mono! Es uno de los nuevo.

—¡Pero ella tiene tres!

No sé si el movimiento que hago con los ojos puede considerarse como rodear los ojos, pero sin duda que al menos intento hacerlo.

—Vale, pero tú tienes muchos más en tu habitación.

—¡No me importa!

Que alguien lo calle.

Me voy a jugar afuera—. Le digo a la señora Bennet, y me pongo de pie para alejarme de los sollozos.

—Tu deberías hacer lo mismo—. Le dice a Ian, y lo deja solo para volver a la cocina.

Le saco la lengua antes de salir.

Me siento en el jardín y desparramó a todas las muñecas. Veo que el ruliento me sigue, pero él se sienta en el pórtico y me quema con la mirada. O lo intenta, porque el sol pega más fuerte que él.

Me paso gran parte del tiempo vistiendo a las muñecas, concentrada en ellas. Son nuevas y son solo para mí. No tengo que compartirlas con nadie. Se siente emocionante. Un tipo de poder llamado propiedad. Ni siquiera Ian puede tenerlas.

De pronto alguien tira de mi muñeca y me la quita de las manos. Si es Ian, juro que voy a pegarle. 
Sin embargo cuando levantó la mirada me encuentro con un chico mucho más gordo y feo que la cabeza hueca que me toco como hermano.

—Así que tú eres la rata adoptiva de Ian.

—Así que eres tú el grandulón sin cerebro—. El chico frente a mí me lanza una mirada aún más fea.

Entonces cambia la mirada hacia mi muñeca recién comprada y sonríe.

—¿Aun juegas con muñecas?

¿Como que "aun"? Solo tengo seis años.

—Devuélvemela.

Vuelve a sonreír.

—Quizá no.

Y entonces tira de ella y le saca la cabeza. Si yo antes creía que odiar a Ian era todo lo que podía hacer, este tipo me hizo superar mis expectativas. A mi hermano lo odio, pero es divertido odiarlo, con este sujeto es todo lo contrario. Lo odio tanto que me gustaría enseñarle cuan divertido puede ser arrancar cabezas, arrancando la suya. Me lanzo hacia él e intento golpearlo, pero me aparta de un solo puñetazo y me manda sobre mi culo al suelo. No me impresiona, después de todo él es un maldito monstruo a mi lado, que apenas y tengo fuerza para sostener mi peso.

Entonces un ángel aparece. O quizá un ángel es mucho; solo es Ian. Me mira un tanto enojado, y estoy segura de que ahora que tiene a alguien más que me odie tanto como él, se le va a unir para burlarse de mí. Lo que sería completamente injusto. Acaban de romper mi nueva muñeca y siento que solo quiero llorar.

Sin embargo Ian se voltea, y en vez de rugirme a mí, lo hace contra el chico. Le quita el cuerpo de la muñeca y le pone mala cara.

—No la molestes.

—¿Estas defendiéndola?

Exacto, ¿Está defendiéndome?

— Es mi hermana, solo yo tengo derecho a molestarla.

Ah pues claro, no. Tan solo se preocupa de que no le quiten el juguete a él.




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