Perfecto Mentiroso | Titanes 2 |

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El chico de las esmeraldas abre sus ojos sobresaltado. Acaba de tener una horrible pesadilla en donde mataban a sus padres y él veía los detalles de la masacre.

Aun cuando tiene doce años, y no debería, se siente aterrorizado. La habitación está tan oscura que se apresura a buscar el interruptor de su lámpara, esa de Mickey que le regaló su padre cuando cumplió 6 años, esa que aunque no sabe por qué, aún conserva en su mesita de noche a la derecha de la cama; pero entonces cuando se endereza, choca con algo en el techo.

Se soba la frente entre sollozos, le duele tanto que siente ira. Toca el techo, está en una litera, ¿Porque está en una? Él tiene una habitación individual, llena de sus cosas, jamás ha dormido en una ajustada y pequeña litera.

Se pone sobre sus pies lo más rápido que puede, está completamente asustado. Busca la salida de su habitación como lo hace desde que tiene memoria, porque recuerda exactamente como es, pero vuelve a chocar, se voltea, y se da contra algo. Esta vez es una puerta, y lo sabe porque se da en el estómago con la chapa. Abre desesperadamente para encontrar la luz.

Ese pasillo no es el del segundo piso de su casa, tampoco lo reconoce, se voltea a mirar la habitación con la poca iluminación que le proviene del pasillo, pero tampoco es su habitación, y la ropa que lleva mucho menos.

Entonces recuerda lo que sucede; él está despierto y viviendo su pesadilla. Todo lo que soñó es completamente real. A sus padres si los asesinaron, y ahora está en una habitación de un hogar momentáneo para menores, esperando a que sus familiares vengan a recogerlo. Aún le parece una mentira, aún cree que en cualquier momento podrían aparecer sus padres a reírse de él porque cayó en la broma; pero muy dentro es consciente de que eso jamás pasará, porque vio en carne propia la escena. Aunque es completamente extraño que lo tengan esperando por familiares, porque él no conoce ninguno; sus padres jamás mencionaron tener algún hermano; y él no tiene idea de quién aparecerá a recogerlo.

Él espera, solo tiene que esperar para descubrir que sucederá.

Y al final de la espera se da cuenta de que tiene razón, estaba en lo cierto; sus padres no tenían familiares, no conoce al tipo que está frente a sus ojos diciendo que es su tío, jamás lo ha visto. Luce aterrador, le tiene miedo; absolutamente no quiere irse con él. Pero el sujeto insiste, trata de sonar dulce y amable, pero solo empeora la visión que el niño de las esmeraldas tiene de él. Sin embargo, y aunque según él es completamente notorio que no se conocen, las personas a cargo si le creen al sujeto, y terminan por firmar los papeles para su salida.

No importó cuanto se negó, simplemente pensaron que extrañaba a sus padres; y aunque era cierto, el chico gritaba porque no quería irse con aquel hombre, quería regresar con sus familiares, y no entendía porque estaba siendo llevado solo. ¿Qué sucedería con él? ¿Dónde lo estaban llevando?

Cuando lo bajan de la misma furgoneta a la cual lo metieron a la fuerza, la luz le quema los ojos. No tiene idea de cuánto rato viajó en la oscuridad de la parte trasera; solo y con frío. Ahora no es solo un hombre, son dos. El otro va vestido completamente de negro y lo mira con el ceño fruncido, le parece poca cosa, y él chico está de acuerdo. Los dos son parecidos, igual de feos. Afuera está lloviendo, un frío invierno del que nadie se salva, sin embargo el lugar es apartado, no hay ciudades cerca ni mucho menos un vecino. Se ve una casa triste y solitaria, que más bien parece abandonada, y le sorprende que sea ahí mismo hacia donde lo dirigen.

Cuando entran, nada en lo absoluto cambia; es igual de fea por dentro que por fuera. ¿Para que querrían llevarlo ahí? ¿Quieren matarlo? Él piensa que es una estupidez que sus captores se tomaran tantas molestias como para conducir y llevarlo tan lejos solamente para clavarle un cuchillo o meterle una bala.

Sin embargo entran en una habitación, mueven un mueble y una gran puerta de metal queda al descubierto. Algo de lo que hacen los hombres activa la cerradura y la puerta comienza a abrirse, la casa tiembla, él pensaría que puede ser un sismo si es que no estuviera viendo la gran y gruesa puerta moverse.

Agarran al chico del brazo, lo tiran y bajan unas escaleras. La oscuridad los absorbe a medida que sigue el camino, de pronto ya no ven nada, pero el hombre sigue como si supiera el camino de memoria, y probablemente es así. Entonces se detienen, un sonido se hace presente de manera muy fuerte, pero esta vez nada tiembla. Una luz se hace visible poco a poco mientras la nueva puerta se abre; él tiene que restregar sus ojos con la mano libre porque es muy brillante.

Cuando por fin puede ver nuevamente, observa su alrededor. Es una gran habitación de metal, llena de puertas, ordenadores y tecnología. Adentro circula poca gente, un par de mujeres y un chico de espaldas a él, está mirando una de las pantallas que hay en la pared y no se voltea a mirar ni siquiera con el sonido de la puerta.

—¿Do... Dónde estoy?— solloza por primera vez.
—Esto, es Edén— dice el hombre vestido de negro.

—Desde ahora tu perteneces a Caín, y harás todo lo que se te ordene.

¿Quién es Caín?— se pregunta él, pero no lo deja salir de su boca.

—¿Po... por qué?

Nadie le responde, de hecho su pregunta parece causarles gracia. A él no le hace ninguna, está muerto de miedo, solo quiere volver al pasado, a su casa, con su familia.

—¿Que... que van a hacer conmigo?— les pregunta, uno de los hombres sonríe, el otro comienza a caminar y desaparece por una puerta.

—Volkswagen se encargará de ti— le dice el hombre que se quedó con él. —Es bueno en su trabajo— vuelve a sonreír macabramente.




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