Marzo 17, 2017 | Presente
12:34 pm
| Tyee |
Miro el cuchillo en mi mano y vuelvo a darle la vuelta, suelto un largo suspiro y levanto la mirada para verlo. Él recoge un cuchillo del mismo tamaño que el mío y se gira a mirarme, está tan serio como yo, y no me sorprende, porque ya sé qué tipo de persona es; no podría esperar mucho más.
—¿Por qué tengo que hacer esto?
—Quizá porque eres una bolsa de huesos, y si el combate cuerpo a cuerpo no funciona, al menos tienes que saber defenderte con un cuchillo.
—O podría darle una patada en las pelotas y salir corriendo— ruedo los ojos. —Ser delgada y liviana también tiene sus ventajas.
—¿Dónde crees que llegaste? ¿Un campamento de chicas scouts?— suelta Koch, frunciendo el ceño y atravesándome con sus ojos negros, no entendió en lo absoluto mi tono sarcástico. —No puedes salir corriendo.
—¿Y se supone que voy a cortarlo con esto?
—Se supone que debes encajárselo en el corazón, o partirle la yugular en dos. Eso es tema de gustos— me cuesta digerir sus palabras, y la forma en la que suelta todo eso tan relajadamente, como si hablara de regalar flores.
—Que fácil suena decirlo.
—Es mucho más fácil hacerlo una vez que te acostumbras.
¿Como podría acostumbrarme a matar gente?
Él coloca su brazo izquierdo adelante mientras mantiene el que tiene el cuchillo más atrás, dobla un poco las rodillas y me mira desafiante.
—Está es la posición— la imito, y parece que el hecho de que lo haga bien lo jode, porque pone mala cara. —Debes bajar la barbilla— Me gruñe, y luego en un rápido movimiento pasa su cuchillo por mi cuello, aunque este apenas me soba levemente. Abro los ojos muy grandes. —Si estuviéramos luchando de verdad, ya estarías muerta.
—No estaba preparada para que me atacaras así.
—Siempre debes estar preparada para todo.
E incluso después de decir eso, no aparta el filo de mi cuello. Lo miro unos cortos segundos y luego lo golpeó con el mango del cuchillo en el estómago.
—¿Así como tú?— su mirada de sorpresa solo dura unos segundos.
—Se supone que estabas muerta— susurra cuidadosamente. —Los muertos no apuñalan a nadie.
—Podría haber sido mi último movimiento antes de morir.
—Tenías el cuchillo al revés, era imposible que me enterraras la punta.
—Eres muy buen hablador, podría haber cambiado de posición mientras alardeas.
—Jamás me desconcentro en las batallas.
—¿Es eso cierto o solo te jode que no sea tan estúpida como crees?
—No creo que seas estúpida.
—Me da igual lo que creas de mí, pero te estás esforzando demasiado intentando aplastarme, y así jamás vamos a progresar.
En respuesta el guarda silencio, aparta su cuerpo y su arma de mí y al mismo tiempo yo alejo mi mano del suyo. Se gira y se aleja tres pasos antes de volver a mirarme.
—Si tomas el arma hacia arriba se llama agarre fever— Sujeta el cuchillo con la punta hacia el cielo. —Es un agarre muy liviano que te permite moverte fácilmente, pero es débil. Si aprietas más el puño, entonces es el agarre martillo, con este podrías atravesar ropas muy gruesas, pero debes mantener la muñeca flexible, de otra forma no va a servirte— tira el cuchillo hacia arriba y lo coge otra vez, pero esta vez gira la muñeca de tal forma que cuando la vuelve a su postura original, la punta del arma está mirando hacia abajo, de la misma forma que la tenía yo hace un rato. —Este es el agarre pica hielo; es tremendamente poderoso, pero solo si es un ataque sorpresa, debido a que debes levantar tu brazo al atacar, y al hacerlo, dejas puntos débiles descubiertos.
—Genial— murmuro. Me suena tan ridículo todo que incluso quiero reír.
—Intenta atacarme— dice de pronto. Abro los ojos para mirarlo completamente asombrada.
—¿De verdad? Podría herirte.
—No vas a tocarme— niega él.
Y ya lo odio. Mi vecino es diez mil veces mejor que este imbécil, y estoy a punto de salir de aquí y pedirle que me entrene él. Lo miro unos segundos y vuelvo a ponerme recta, tomo el cuchillo con la punta hacia él e intento atacarlo, pero claro, es al menos el doble de rápido que yo, y no alcanzó a acercarme antes de que tomé mi mano ofensiva, me la doble y me giré. Mi espalda queda pegada a su torso y mi cuchillo se pone en mi contra, es con el mismo que amenaza mi cuello.
—¿Lo ves?— le pego un codazo en las costillas y él se suelta, sin siquiera inmutarse.
—Eso no volverá a ocurrir.
§
Marzo 18, 2017
03:22 Am
Es tan pequeña y frágil, tan delicada que me da pena solo de verla. Parece no haber comido en días, parece que cada respiro le duele. Quiero ayudarla, porque está en esa cama solitaria y se lo que va a ocurrirle, lo sé tan bien que temo por ella; pero no puedo moverme. No sé si mi cuerpo está paralizado o si ni siquiera estoy en escena, porque aunque creo que le grito, no me escucha, no reacciona; sigue acostada boca abajo, ahogando su llanto con la almohada.
La puerta suena, rechina cuando la abren, como una vieja puerta oxidada, y ella se paraliza en un segundo; se endereza y se acurruca en el final de la cama. Y no es su cara asustada lo que me aterroriza, es el hecho de que aquella pequeña niña soy yo.
Y entonces lo entiendo todo, no es una pesadilla, es un mal recuerdo.
No voy a ver más que una parte de ese pasado que se encargó de joderme por varios años y que aún no he podido superar. Se lo siguiente que va a ocurrir; aquel cliente va a tomarla, va a tomarme, aun cuando apenas tengo trece años, cuando acabo de ingresar y recién estoy entendiendo a lo que me estoy enfrentando. Va a venir a mí y me va a violar, y luego se va a ir a su casa sin remordimiento alguno. Se va a decir a si mismo que no pasa nada, que no hizo nada malo porque no me violó, el pago por ese servicio, aun cuando ese servicio es ilegal.
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Editado: 02.12.2020