Mayo 11, 2017
22:01 pm
| Tyee |
Miro a Kylan, su fornida espalda recta sobre el asiento, los músculos tensos marcados en su ajustada camisa. Su presencia luce más demacrada, más débil y mucho más solitario que antes; pero la verdad es que su cuerpo está mucho más musculoso y resistente. Y en parte se lo que ha pasado con él, es lo que sucedió conmigo; en cuanto más solitario y difícil todo, con muchas más ganas te superas. Haces algo que te duela para opacar el dolor, algo que te saque toda esa tristeza de la cabeza. Gastas todas tus fuerzas para poder dormir; intentas hacerte fuerte para vencer tus pesadillas. Probablemente ha pasado varias horas del día entrenado, golpeando sacos y algunas caras. Lo único que me molesta, es que pese a que me ha rogado en miles de oportunidades que hablé con él, ahora que lo acepto, no lo hace. Mantiene una expresión seria en la cara y sus ojos directamente sobre la carretera. Tiene la mandíbula un poco más marcada, aunque puede que se deba también a la tensión que lleva encima. Estoy segura de que no piensa volver hablarme hasta llegar a donde sea que me lleve.
Súbitamente detiene el auto. De una carretera pasamos a la cuidad otra vez, pero esta es a las afueras de Dublín. Por uno de los letreros me doy cuenta de que estamos en Celbridge. Ni siquiera me di cuenta cuanto estuvo conduciendo, siempre perdí la noción del tiempo a su lado. Meses que se convertían en semanas, semanas que se hacían días, y días que parecían una hora. Pasamos mucho tiempo juntos, pero fue tanta nuestra intensidad, que jamás nos pareció suficiente. Aun en medio de este ambiente tenso no puedo evitar perderme.
—¿Dónde estamos?— pregunto, porque no entiendo mucho a que se debe esto. Las calles ya están vacías pese a que no está muy entrada la noche; el reloj del auto marca las 22:13 pm.
Kylan suspira pesadamente y aprieta un poco el teléfono entre sus manos. —Querías entrar en mis secretos. Así que te he traído a uno.
No me da tiempo para responder, aunque tampoco es como que tenga algo que decir. De hecho aun no entiendo su secreto como para formarme una opinión. Busca algo en su teléfono y se lo apega al oído por unos minutos. Frunce su ceño cuando después de unos cuantos pitidos aún nadie le coge la llamada. —¿Que sucede con este cabrón?— murmura para sí, aunque de igual forma logro oírlo. Suspira cuando por fin parecen coger el teléfono.
—¿Que mierda sucede? ¿Por qué no contestabas?— comienza quejándose. En su cara se forma un ceño de preocupación. Lo sé porque es de los mismos que me pone cuando me meto en aprietos. Suspira y se toca la frente para borrar el rasgo. Levanta la cabeza nuevamente concentrado en la voz de la persona que habla al otro lado. —Bien— vuelve a decir. —¡Que Si! Te he dicho que lo haría. Sal ya, no quiero esperarte.
Corta el teléfono y lo deja en el compartimiento junto a la palanca de cambios. Se gira a mirar hacia la derecha, justo en donde yo estoy, pero no me mira a mí, mira más allá, a una casa que enciende de pronto la luz de la entrada. Desde allí salen dos chicos altos pero jóvenes, no les daría más de veinte años. Están riendo mientras hablan algo aún bajo el porche. Kylan pega un gruñido cuando ve lo entretenidos que ambos lucen, sin prisa alguna.
—Creo haberle dicho que no quería esperarlo— casi me hecho a reír.
No sé quién es ese chico, pero si está desafiando las órdenes de Kylan, de seguro va a gustarme.
—¿Quién es?— pregunto, porque no se si la tarea de hoy se trata solo de observarlo o va a decirme algo más.
—Sly O 'Connors— responde entonces, y estoy a punto de golpearlo porque no agrega nada más, como si yo debiese saber de quién demonios se trata, y además, de cuál de los dos chicos está hablando. —O por su nombre real, Dallas Hooligans.
En seguida cualquiera de mis preguntas pierde importancia.
¿He escuchado bien? ¿Dijo que se apellida Hooligans?
Me volteo a mirarlo sorprendida, pero él no hace lo mismo. Mantiene sus ojos en el chico tras de mí. No pregunto nada más, porque tengo la extraña sensación de que él tampoco va a responderme nada, así que sin abrir la boca, vuelvo la mirada a la casa. Uno de ellos comienza a acercarse lentamente hasta nosotros, caminando con una gracia natural, casi como si bailara. No puedo oírlo, pero sé que se está riendo de algo que le ha gritado el otro muchacho, y se voltea a responderle mientras él ingresa de nuevo a la casa.
Abre la puerta de mi lado y ambo nos sumimos en el mismo silencio, consumidos por la sorpresa, mirándonos atentamente.
Y lo observo detenidamente porque aún me cuesta creérmelo.
Sus rasgos son increíblemente parecidos. Mandíbula firme y pómulos marcados, hechos de líneas rectas. Cejas justamente pobladas, con un corte vertical en el final de la derecha que parece ser hecho por una cicatriz. La mirada penetrante, aunque es más clara. Debido a que la única luz que lo alumbra, es la del interior del auto, no puedo Saber ciertamente que color, pero le apostaría a un verde agua, o un gris. Su pelo también es más claro y tiene risos, a diferencia de Kylan, quien lo tiene liso y lo lleva corto a los lados y largo por encima. Su musculatura también está marcada, pero él es más pequeño y tiene un cuerpo acorde a la edad que debe tener.
En seguida encuentro otra diferencia entre ellos. Él chico me sonríe enseguida, algo que Kylan casi nunca hace. Se inclina levemente hacia el auto.
—¡Joder! Pero si me has traído hasta compañía!— exclama alegremente entre risas. —Tengo gustos extravagantes, pero su cabello está de puta madre.
Me cuesta incluso procesar lo que dice. Me quedo asombrada con la energía y el lenguaje que utiliza para expresarse. No me molesta, después de todo es lo mismo que hago yo; pero su personalidad es tan diferente a del Hooligans que conozco, es tan brillante, que me ciega.
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Editado: 02.12.2020