Perfecto Mentiroso | Titanes 2 |

| 026 |

Mayo 19, 2017
16:44 pm

| Tyee |

Ocho días más tarde por fin le dan el alta. Despertó de su coma cinco días después del accidente, y desde sólo me he pedido que me mantengan informada de su situación, porque no sabía muy bien cómo enfrentarlo a él y a todos los demás después de lo que había pasado y de mis arrebatos de ira. Pero el final termine mandando todo a la mierda cuando supe que por fin se iría de vuelta a su habitación. Llego allí aferrándome al primer arrebato que cruzó mi pecho, ignorando todo lo demás.

Uso mi llave del departamento para entrar, por eso no me sorprende la incredulidad con la que todos se me quedan mirando. No esperaban que yo fuera a aparecer así como así después de todo lo que ha pasado, y de todo el tiempo que los he estado evitando. Por un momento me siento igual, todo aquí se siente tan bien, tan hogareño que se me forma un apretón en el pecho. Jaeden con sus máquinas junto a la ventana, Ian en la mesa hablando con la boca llena de comida hacia un divertido Jhon, y un siempre neutral Kylan que esta vez está completamente sorprendido.

—¡Hey Ty!— me saluda Jaeden intentando actuar normal luego de que se recompone de la sorpresa. Tengo que pestañear dos veces para recordarme reaccionar. Uno de los miles de nudos que tengo en el interior se me disuelve cuando no me odian, como alguna parte de mi lo supuso.

Podría decir mil cosas, pero no sé cuál de ellas sería la adecuada en estos momentos. Estoy intentando comenzar a dejar atrás todo; partí por darle la oportunidad a Kylan de hablar, y ahora tengo que perdonar a los demás. Ya será el turno del cabrón de mi hermano de explicarme unas cuantas cosas.

Suelto la sonrisa más sincera que tengo. —Hey— lo saludo de vuelta.

Veo a Jhon y a mi hermano hacer el mismo gesto.

—Has conseguido no perder la llave—comenta el castaño.

—No podrán deshacerse tan fácil de mi— bromeo.

Les dirijo una última sonrisa nerviosa y me siento aliviada de ver que nadie intenta presionar las cosas más allá. Saben que de probar mis límites es muy probable hacerme explotar.

Estoy tranquila, pero no es lo que demuestro cuando abro la puerta de su habitación estampándola contra la pared.

—Despierta ya, cabrón— gruño. Con todo el ruido que he hecho desde que llegué, debería estarlo.

—Desperté en el mismo instante en que pusiste pie en el departamento. Eres como un maldito tornado— responde con los ojos cerrados, sin siquiera dignarse a mirarme.

—Y tu un maldito grano en el trasero.

Su habitación está levemente iluminada con la luz del sol que entra por la ventana. Esta acostado, tapado hasta la mitad de pecho con los brazos desnudos por fuera de las tapas como aquel día que lo vi en el hospital, solo que esta vez no está lleno de tubos.

Abre un ojo primero y me mira con él, luego vuelve a cerrarlo, pero suelta una bastarda sonrisa baja bragas. Me acerco lentamente hasta la orilla de su cama.

—¿Quién demonios te dio permiso de recibir un disparo? — vuelvo a soltar, intentando que no sea tan notorio el alivio de volver a verlo realmente vivo. Hablando y moviéndose por cuenta propia. Por fin abre los ojos. Luce más pálido que lo normal, y quizá solo un poco más delgado, pero la vitalidad y el brillo de su alma tras los ojos sigue completamente intacto.

—Eso se supone que hacen los héroes— se encoge de hombros.

Si no fuera porque lo conozco y sé que está de coña, ya le hubiera tirado un puñetazo. Vaya idiotez suelta.

Aun así no puedo evitar sonreírle. —Te extrañe, idiota.

Si expresión se ablanda. —Si, yo también.

—Fue difícil no apostar abstinencias contigo y verte sufrir en las fiestas.

—Si, ya— se ríe. —De seguro lo fue— golpea las mantas a su lado y acomoda las almohadas tras su cabeza lentamente. Intenta en vano ocultar las muecas de dolor. —Ven aquí, niñata.

Me acerco a él, pero en vez de sentarme, me recuesto a su lado a mirar el techo. Si miro sus ojos solo soltare mierda. De verdad quiero hacer algo bien esta vez.

—Lo siento— le digo; aunque no sé muy bien porqué me estoy disculpando. ¿Por enojarme? ¿Por alejarme? Decirlo se sentía como lo correcto. Siento que sale algo parecido a un bufido de su garganta.

—Tú no tienes ni mierda que decir, Ty. Esas palabras ni siquiera deberían salir de tu boca. Lo siento yo, lo siento mucho— levanta su brazo para tocar mi cabeza y juega con mi pelo. Inconscientemente cierro los ojos. —Debí decírtelo en el mismo instante en que supe lo tuyo con Kylan, debí obligarlo a contarte y protegerte, a ti y a tus sentimientos ante todo.

—Creo que comienzo a entender las razones de que no lo hiciera.

—No, no. Como mínimo debí protegerte luego de haberlas cagado. Y no hice nada. Tienes mucho derecho a enojarte y mandarnos a la misma mierda.

—No había nada que pudieras hacer, Skyle— vuelvo a negar. ¿Que se supone que podía hacer el luego de que me llevaran a BlackHand? ¿Secuestrarme? ¿Irrumpir en el hoyo e iniciar una guerra? Fui una idiota al tomar represalias con todos en un asunto en el que solo tenía responsabilidad Ian y Kylan. Los demás no podían pasar por sobre ellos para hacer lo que les plazca. Pero tampoco podía esperar mucho más de mí, después de todo. Funcionó así, las voy cagando a mi paso y después me volteo a ver a ver si es que he dañado a alguien.

—Podría haber intentado protegerte.

—Eres mi mejor amigo, Skyle, no mi guardaespaldas.

—Vaya mierda de mejor amigo que te conseguiste.

Sonrío. —No es como que tú te hubieras conseguido una mejor.

Le da un tirón a un mechón de mi pelo para llamar mi atención a modo de reproche. —Sabes que eres la mejor persona que podría haber llegado a nuestras vidas.

Ruedo los ojos. No es la primera vez que alguno de ellos me lo dice, pero aun sigo sin entenderlo. No veo, por ningún lado, alguna razón por la que yo fuera algún beneficio en sus vidas. Más allá de gritos, quejas, malas palabras y ceños fruncidos, no tengo mucho más que ofrecerles. —Tienes una personalidad que cuesta conocer, pero que esconde grandes sorpresas. Tu manera de ser, de pensar, de cuestionar e incluso de perdonar. Hay un corazón enorme bajo esas tetas copa C— Indica. No puedo evitar lanzar una carcajada, ni siquiera conocían mi nombre pero ya sabían que tamaño de brazier usaba. Nuestros comienzos fueron una gran locura. —Cambias a las personas sin intentarlo, sin darte cuenta. Las marcas y te metes en los corazones de los demás como un maldito ladrón; despacio, sin que nadie se dé cuenta. Lo peor es que eres inconsciente de eso, y no sabes el vacío que dejas cuando te vas.




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