Perfecto Mentiroso | Titanes 2 |

| 043 |

| Tyee |

Sigo manejando por la ciudad a toda velocidad, y aun cuando estoy casi volando por sobre la acera, sigo sintiéndome presionada, ahogada, claustrofóbica.

Tan solo ha pasado una semana, no más, pero parece que llevara años sin él, o sin ninguno de ellos. No sé si el peso que siento en el pecho es debido a la sola muerte de Blake, o al hecho de que ya no tengo a nadie a mi alrededor. Incluso cuando Stinger compartió conmigo solo en algunas ocasiones, saber que ha muerto y que no pude hacer nada para salvarlo, me está matando. Koch no ha vuelto a aparecerse ni siquiera en el hoyo, me alegro de que se tomara en serio mi advertencia. Heckler continua en el hospital, recuperándose como viento en popa, pero el que tan solo que esté allí, es un peso más. Cuando digo que no tengo a nadie, lo digo en serio, estoy completamente sola.

Tenía prohibido salir del hoyo hasta que me encontraran nuevos guardaespaldas, por seguridad. Peor no estoy segura de sí a este punto estarán buscándome para vengarse, o si es que siquiera me importa. No creo que lo haga.

Cada día me paseaba por la fosa, caminando de sala en sala, comenzando y terminando mis entrenamientos, exigiendo, exigiendo a mi hombro herido y a mi alma rota que me permita continuar.

El día del accidente, después de que el doctor me diera la noticia de que la operación fue un éxito y hombres de Hellion me obligarán volver al hoyo, para empeorar mi racha de mala suerte, me topé de frente con una rota UZI. Sabía lo que me diría, sabía que iba a golpearme, e incluso segundos antes de que su palma se estampara contra mi mejilla, mi cuerpo tuvo el impulso de protegerme. Pero la deje golpearme, una y otra vez mientras lloraba de dolor, de furia, hasta que la apartaron de mí. Ella estaba expresando perfectamente lo que yo estaba sintiendo por dentro, con la diferencia es que ella podía sacarlo de una forma que pudiera herir a alguien más para apaciguar la pena.

Como las personas que se autolesionan. La gente suele pensar que es un acto para llamar la atención, no lo ven como lo que es, una enfermedad. Nunca lo he hecho, pero en aquel momento comprendí perfectamente porque otras personas sí.

En algún momento llegas a un punto de dolor inexplicable, inhumano, algo que ni siquiera tú, dueña de tus emociones, comprendes. Te sientes extraña, como una turista dentro de tu propia mente. Sientes y no puedes controlarlo. Duele tanto, ahoga tanto, que no encuentras manera de sacarlo. Te presiona por dentro, algo se infla hasta que ya no deja espacio para ti, y entonces explotas. Comienzas a herirte porque quieres sentir algo más fuerte que el dolor que te está consumiendo por dentro, así que tan solo buscas una distracción, y no sabes cuando has empezado, hasta que ha terminado. Cuando UZI me golpeaba podía sentir aquella presión disminuir. Mi concentración estaba sobre mis labios adoloridos y la sangre que se deslizaba por mi mejilla herida. Por un momento, el ahogo desapareció.

Y no había podido conseguirlo con los entrenamientos, porque no dolía lo suficiente. Ni de cerca.

Freno de golpe sobre la acera y lanzó lejos el casco. Inhalo tan profundo que mi nariz y mi pecho duelen. También comienzo a vomitar. No sé si sea cosa del bebé y mis efectos tardíos, pero desde aquel accidente, vomitar se ha vuelto la segunda cosa que más hago después de entrenar. Casi todo lo que como, todo lo que bebo. Puede que sean los nervios, el dolor o mis malos cuidados; pero la perdida no es lo único que me está haciendo mal por dentro.

Enciendo otra vez la motocicleta y acelero a fondo por la carretera, pero esta vez sin el casco, sin nada que me ate o que me detenga; esta vez necesito el aire en mi rostro para poder sentir que aún estoy viva.

Me detengo frente a Dig Tau porque puedo escuchar la música; veo los autos estacionados alrededor y sé que hay una fiesta, igual que cada fin de semana. Me pongo de pie y casi sin darme cuenta, comienzo a caminar hacia el interior, así tal cual como estoy, vistiendo nada más y nada menos que unos jean y un suéter. Aun cuando he estado aquí dentro millones de veces, esta vez ni siquiera se siente como lo mismo. Se que no importa cuantas vueltas de o por más que busque, aquí no voy a encontrar a nadie conocido, a nadie con quien me gustaría estar. Y casi me da risa; antes solía ir a cualquier lado sin importar quien estuviera, porque sabía que iba por alcohol, drogas y un poco de diversión, tan solo me necesitaba a mí y mi capacidad de desconectarme. Un poco de LSD que me mostrar cosas diferentes a la realidad, siempre esperando que al final no terminara en un mal viaje. Después de que conocí a los Titanes, las fiestas se volvieron lugares donde beber con ellos, lugares en donde pasar un buen rato, con ellos. Aquí ahora no tengo a nadie y ha perdido todo el sentido. Los únicos que me gustaría tener a mi lado están muertos, o están demasiado ocupados. Las cosas han cambiado tanto desde que me uní a BlackHand, que pensar que en algún tiempo nuestras preocupaciones eran los exámenes y las resacas del día siguiente, parecen mentira. Los Titanes solían ser chicos mujeriegos y fiesteros; ahora ya no tienen ni tiempo para gastar una noche aquí.

Skyle me ha dicho que es Edén quien está detrás de todo, que los está intentando destruir y que ellos ahora buscan la manera de evitarlo, de vencerlos. Se la han pasado buscando información, pruebas y todo lo que puedan encontrar para formar un plan de ataque. Están buscando gente, contactos, aliados, armas. Además de que ya no pueden ir de un lado a otro sin cuidarse las espaldas, sin revisar que sus autos funcionen o incluso de verificar que nadie les esté apuntando con un misil francotirador en la cabeza.

Tomo una cerveza y simplemente me siento a mirar. Como bailan, como disfrutan, como viven sus vidas libres de preocupaciones. Y me quedo allí por un rato, bebiendo un par de cervezas más y dejando mis pensamientos volar, crecer, hacerme explotar.




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