Perseguida Por Hematófagos

El Principio del Caos.

En algún pueblo de Santa Fe, Argentina.
 


 

Siempre pensé que el pequeño pueblo donde me crié y viví casi toda mi vida, aquel en el que todos se conocían entre sí, era de lo más aburrido en este mundo. Ahora me doy cuenta de que no podría haber estado más que equivocada en ese sentido. Aún así sigo detestando cada rincón de aquel lugar, es un sitio desagradable donde todos creen saber prácticamente toda la vida del otro, y hacen circular todo tipo de habladurías sobre los demás habitantes. Supongo que esas cosas son normales en esas pequeñas localidades.
 


 

Por mantenerme alejada de quiénes me rodeaban al salir de casa siempre fui considerada una chica antisocial, un poco extraña. No tenía amistades ni nada parecido y apenas le dirigía la palabra a las demás personas al hacer las compras o si enfermaba y tenía que ver ir al médico. Casi seguro le caía mal a más de uno porque notaba la falsedad que escondían sus sonrisas forzadas. Yo sabía muy bien las cosas que decían sobre mi, muchas veces incluso las decían en mi cara sin siquiera ver que yo estaba presente ya que a veces podía permanecer "invisible" ante sus ojos.
 


Mi historia empieza justamente allí en dónde crecí, bueno más o menos...

Supuse que el año 2021 iba a ser un buen año para mi, al fin había encontrado un buen empleo a pesar de que poco tiempo después fue decretado un estado de pandemia, que no permitía deambular por las calles.
Meses antes a las afueras del pueblo en el que vivía, un hombre de negocios, muy adinerado había comprado unos terrenos y se había mudado a la comunidad. Un día, se dió a conocer el aviso de que se necesitaban empleados locales para llevar adelante la recién inaugurada propiedad y me postulé para uno de los puestos. A decir verdad no esperaba que me contactaran, pero unos días más tarde de presentar mi currículum tuve una entrevista, y terminaron contratándome como una empleada más de la limpieza.

Empecé mis tareas en aquella casa de campo la primera semana de marzo, claro que solo estaba encargada de limpiar en la residencia principal y no sabía ni me imaginaba lo que pasaba en los alejados galpones. Entre las empleadas yo había sido seleccionada cómo la encargada para dar las indicaciones a las demás compañeras.
Después de unos meses de arduo trabajo repentinamente en el mes de julio había sido ascendida a asistente personal del dueño. Al llevar su agenda supe que podría estar cerca de una persona a la que he admirado desde mi adolescencia: Elena Fuentes. Aunque no había una fecha establecida aún para su arribo y solo figuraba escrito en una nota adhesiva las posibles fechas entre las que estaría aquí. De más joven, quería ser como ella pero nunca me pude permitir pagar una carrera, creía que era una mujer excepcional por conseguir ingresar a estudiar medicina con solo 15 años y después de una década en su oficio tenía más logros a su corta edad que otros colegas mucho mayores. Era una doctora extraordinaria y una de las mentes más brillantes que existían.

Cuando mi jefe me informó del día de su llegada me emocioné más que nunca. Al principio todo me pareció muy normal pero luego se volvió un tanto extraño. Accidentalmente alcancé a oír una conversación de los numerosos cambios de la fecha de su visita. Específicamente debía ser un día nublado, sin sol. Un hecho que me pareció bastante inusual y efectivamente los preparativos fueron en un día nublado, las nubes no dejaban filtrar ni un solo rayo de luz solar. En ese momento para mi lo único raro fue que no podría estar cerca ni de ella ni de los galpones, en donde se disponía todo para ser inspeccionado por la doctora, hasta ese entonces no había restricción de tal tipo, aunque cada uno de los empleados solo podíamos rondar por las áreas de trabajo designadas. Aunque a decir verdad nunca me había acercado a a ese sector, las tareas que realizaba eran dentro de la casona.

Cómo  que he mencionado antes, se me prohibió acercarme a los galpones en los que se llevaría a cabo la reunión, el día en cuestión me escabullí y me senté —sin que nadie me vea—, en unas escaleras externas de la casa que daban hacía allí. Estaba muy intrigada de la escena que se desarrollaba a lo lejos. Mi jefe parecía estar en desacuerdo con otras personas a las cuales no había visto antes; los trabajadores de aquellos rescintos de investigación no tenían contacto con los empleados de servicio de la casa. De un momento a otro la gente presente enloqueció. Yo no entendía nada, debido a la distancia no podía saber el porqué de la disputa. Los los gritos se intensificaron, aunque desde mi lugar no podía oír nada por el viento. Solo veía como se  empujaban entre ellos al no ponerse de acuerdo.

Entonces, todos se detuvieron para ver al helicóptero que acababa de detenerse a poca distancia de ellos.
La doctora Fuentes fue la primera en bajar de la aeronave, al unísono los presentes realizaron una reverencia a modo de saludo, —como si fuese alguien mayor o muy importante—, ante ella y luego se notó que comenzaron a discutir nuevamente e inclusive terminaron yéndose a los golpes. Lo que vi a continuación fue más aterrador, todos empezaron a abrir sus bocas enseñando sus dientes y hasta parecía que algunos habían muerto a mano limpia, pero parecía que eso fuese lo más normal del mundo para ellos.

Elena Fuentes también mostró su verdadera cara, intentando poner un poco de orden se impuso por encima del bullicio. Con un ruido sordo una bala atravesó el aire a la distancia impactando en su objetivo, dándole en la cabeza la doctora. El proyectil se incrustó por su frente dejando un punto rojo entre sus globos oculares y saliendo por el lado opuesto. Todo pasó en un instante, sus ojos se abrieron sorprendidos y llevó una de sus manos hasta donde estaba el hueco y brotaba la sangre. Su cuerpo se desplomó de golpe cayendo al lodoso suelo, en ese instante todos dejaron de atacarse entre sí, sorprendidos de verla muerta.




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