—Joder, amiga… ¡Que estoy embarazada!
Mary y su marido Peter habían intentado tener un hijo durante los cinco años de su matrimonio. Recientemente se cansaron de intentarlo y fueron a un medico. Este les hizo pruebas y les dijo que Mary era estéril y que por mucho que le regase el huerto de ahí no iba a salir nada. Que aquello estaba muerto, vamos… Que Peter estaba mandando sus soldados a una muerte segura.
—Sí, sí —su amiga, con la que estaba en un bar, se encontraba muy sorprendida—. Pero ¿De quién?
Para superar el trauma de no poder tener hijos, su mayor deseo en la vida, Mary había empezado a tener una aventura extramatrimonial con Paul. Ella y Paul fueron novios hacia años y ahora era su vecino.
—No lo sé, el predictor de embarazo no me lo dijo —comenzó a llorar Mary—. Pero estoy segura de que tiene que ser de Peter. Últimamente no he visto tanto a Paul.
—Pues habrá que esperar a ver de qué color sale.
Paul era afroamericano mientras que Peter y Mary eran más blancos que el papel.
—¡No! Es de Peter y punto.
Mary volvió a casa y le preparó a Peter su plato favorito para cuando volviese de trabajar. Quería que cuando le diese la noticia se alegrara.
—¡Huevos fritos con patatas, que bien! —se sorprendió Peter.
Peter era un hombre de gustos sencillos. Se conformaba con poco.
—Te tengo que dar una sorpresa, cariño —Mary hizo una pausa de unos segundos para darle dramatismo—. ¡Estoy embarazada!
Él se puso muy alegre e impresionado porque les dijeron que no podía embarazarse. Eran muy felices juntos y ahora iban a ser uno más en la familia. Pero toda esa felicidad duró hasta que Paul se enteró de su estado de buena esperanza.
Mary había dejado de verse con Paul desde que se enteró sin dar explicación alguna. Al enterarse se enfadó porque el bebé podía ser de él. Un día coincidieron en el ascensor del edificio:
—Pero el bebé podría ser mío, Mary.
—¡Te he dicho que no! Es de Peter y no se hable más.
Paul se quedó muy triste mirando el suelo. Entonces Mary le dio un beso. Y es que seguía habiendo amor entre ellos. Mary no soportaba ver triste a Paul.
Se abrieron las puertas del ascensor y fueron hasta el piso de Paul sin parar de darse besos, dejando atónita a una anciana vecina que estaba en el rellano y lo vio todo. Entraron en su casa y fueron directos al dormitorio.
Unas horas más tarde Mary dijo que se tenía que marchar a su piso. Peter estaba a punto de llegar de trabajar y debía preparar la cena.
—No te vayas, por favor —suplicó Paul—. Podríamos ser muy felices los dos y el bebé. Sabes que es así.
—Ya hablaremos, cuídate, Paul.
Volvió a su piso, en el rellano se encontró con la anciana de antes que negaba enfadada con la cabeza cuando la vio, empezó a preparar la cena para ella y Peter.
Estaba confundida, estaba enamorada de Peter y deseaba tener una familia con él. Pero por otro lado también amaba mucho a Paul. Y después estaba la incógnita de no saber de quién era el niño. No sabía qué hacer. No quería abandonar a ninguno de los dos. Pero si esperaba demasiado seria muy tarde. ¿Acabaría perdiendo a los dos? Sabía que tenía de tiempo hasta que naciese la criatura y dependiendo del color de esta ya sabría qué hacer.
Pasaron los meses, el ginecólogo le dijo que no sabrían el color de piel hasta que naciese. Lo quería saber ya pero Mary se conformó con eso.
Un día, volviendo a casa de comprar el pan, Mary vio como sacaban a alguien de su edificio y se lo llevaban en ambulancia. Pensó en que sería la vieja anciana cascarrabias que no paraba de juzgarla, pero la vio cuando entró por la puerta.
—¿Te has enterado de que ha pasado? —preguntó la vieja.
—No. ¿Quién era? ¿Qué ha pasado? —quiso saber Mary.
—Se han llevado a tu amante, se conoce que lo encontraron muerto esta mañana —se notaba como la anciana disfrutaba con ese chisme—. Tu bebé es de él ¿Verdad? ¿Ahora qué harás? ¡Tendrás que criarlo sola por mala y puta! Arderas en el fuego eterno del infierno.
La angustia y la depresión debido a la muerte de su amigo y amantes se apoderaron de ella el resto de los meses de embarazo. Estuvo a punto de ir a urgencias unas cuantas veces por ataques de ansiedad.
Peter no sabía qué hacer. Conocía que la prematura muerte de su vecino le había afectado mucho pero no entendía cuanto.
El tiempo seguía pasando y llegó el día del parto. Fue un poco complicado y Mary sufrió mucho, pero todo ese dolor se paso cuando vio la cara por primera vez de su querido hijo… ¡NEGRO! ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo se lo explicaría a Peter? Tenía pensado irse con Paul si esto sucedía, pero él ya no estaba.
Peter se encontraba más tarde contemplando a los bebés que recién habían nacido preguntándose cuál sería el suyo. Se lo pregunto a una enfermera que estaba ahí que se lo señalo.
—No puede ser señorita, ese niño es… es negro.
—¿Su mujer se llama Mary, no? Pues es este.
Cuando Peter por fin pudo hablar a solas con Mary le cuestiono por el color de piel del niño. Mary dijo que también se había dado cuenta de ese detalle. Tras un silencio incomodo añadió:
—El médico dice que puede ser un gen recesivo.
Era mentira, el doctor no había dicho tal cosa. Pero Peter no se lo creyó y unos segundos más tarde dijo:
—Te follaste al negro ese del que te disgustó tanto su muerte ¿No?
—Bueno… si.