Por el Amor de la Princesa

Capítulo 1

El palacio real de Illaris ha sido mi hogar desde que tengo memoria, un lugar de majestuosa belleza y secretos que susurran en cada rincón. Los días despreocupados de mi infancia aún resuenan en mi mente: corriendo por los jardines con mi amiga Livia, explorando pasadizos ocultos y soñando con un futuro lleno de aventuras. Los vastos jardines siempre han sido mi refugio, un oasis donde puedo ser simplemente Isabella, no la princesa heredera. Aunque no tengo permitido salir del palacio, jamás me atrevería a intentarlo; los muros altos y los numerosos guardias me lo recuerdan constantemente. No quieren que me ocurra nada. Pero a veces me pregunto si estos muros me protegen del mundo exterior o si me aíslan de él.

Soy Isabella Veridian, futura heredera de la corona. Disfruto de todo tipo de lujos, pero también llevo una gran responsabilidad sobre mis hombros desde que nací. Una carga pesada que nunca me ha permitido ser la dueña total de mí misma. Una parte de mí, desde siempre, pertenece a mi gente. A veces, en las noches silenciosas, anhelo una vida donde pueda tomar mis propias decisiones, libre de protocolos y expectativas.

Mi madre, la reina Regina, es una figura imponente, llena de gracia y sabiduría. La observo mientras atiende sus deberes con una elegancia natural, y aunque admiro su dedicación, me pregunto si algún día podré seguir sus pasos sin perderme a mí misma en el proceso. Mi padre, el rey Dorian, es un líder fuerte y justo, cuya mirada severa oculta una profunda preocupación por el bienestar de nuestro pueblo. Su amor por mí es innegable, pero su sentido del deber siempre es prioritario. Juntos han gobernado Illaris con firmeza, pero los tiempos difíciles han llevado al reino al borde de una crisis económica y social. Las tensiones aumentan cada vez más, con rumores de rebelión y descontento creciendo entre la gente. Siento cómo la responsabilidad crece en mi interior, un llamado a prepararme para lo que está por venir.

Un golpe suave en la puerta me saca de mis profundos pensamientos. Me vuelvo para ver a Livia entrando con su habitual energía contagiosa. Su sonrisa ilumina la habitación, y no puedo evitar devolvérsela. Dejo que me prepare para un nuevo día en el palacio. Mientras me ayuda a elegir mi atuendo, la observo detenidamente, aunque ya conozco sus facciones de memoria. Siempre me han encantado esas pecas que adornan su rostro, como diminutas estrellas esparcidas por su piel, y su risa suave que tiene el poder de alejar cualquier preocupación.

—No entiendo cómo puedes estar siempre tan sonriente, Livia —le digo mientras desliza el vestido sobre mis hombros.

Ella se ríe de nuevo, una melodía familiar.

—Es fácil cuando se tiene una amiga como tú, Isabella.

Su respuesta calienta mi corazón, pero también me hace pensar. Livia nunca ha mencionado planes de casarse, lo cual me parece una lástima, ya que es hermosa y cualquier caballero del reino daría lo que fuera por estar con ella. Pero ella se dedica exclusivamente a mí, día y noche. Me pregunto si algún día buscará su propia felicidad fuera de estos muros o si nuestras vidas están entrelazadas para siempre.

—¿Alguna vez has pensado en ver el mundo más allá del palacio? —le pregunto, intentando sonar casual.

Livia me mira a través del espejo, con una sonrisa enigmática.

—A veces, pero mi lugar está aquí contigo. Además, el mundo exterior no es tan maravilloso como parece.

Su respuesta me intriga, pero antes de que pueda indagar más, se escucha el sonido del timbre que indica la hora del desayuno.

Cuando estoy lista, bajo por las escalinatas de mármol, el eco de mis pasos resonando en el silencio del palacio. Al entrar en el comedor, me dirijo a mi lugar habitual. Miro de reojo y noto que mis padres aún no han llegado, algo inusual en ellos. La puntualidad es una de las virtudes más apreciadas en la corte, y ellos nunca se pierden la hora de la comida. Decido esperarlos, a pesar de que el hambre me está carcomiendo. Mi hermanito Stefan ya está aquí, balanceándose en su silla y haciendo ruido con los tenedores para llamar la atención.

—Stefan, deja de hacer eso —le digo suavemente—. Es molesto.

—Tengo hambre —protesta, frunciendo el ceño sin dejar de golpear los tenedores.

Le sonrío con paciencia.

—Yo también, pero debemos esperar. Sabes cómo son las reglas.

Después de un cuarto de hora, mis padres finalmente aparecen. Sus rostros están marcados por expresiones sombrías, y una tensión palpable llena la habitación. Intento no mostrar mi creciente inquietud y me concentro en alinear perfectamente los cubiertos junto a mi plato.

Mi madre rompe el silencio primero.

—Tenemos noticias importantes que compartir —dice, su voz firme, pero con un matiz de cansancio. Lanza una mirada significativa a mi padre.

—¿Qué sucede? —pregunto, tratando de mantener la voz calmada.

—La situación en el reino se está volviendo cada vez más delicada —responde mi madre con un suspiro contenido. El rey asiente, cruzando las manos sobre la mesa.

—Los rebeldes se están organizando de una manera que no habíamos anticipado —agrega mi padre—. Necesitamos tomar medidas drásticas para asegurar la estabilidad de Illaris.

Siento un escalofrío recorrer mi espalda. Los rebeldes han sido un murmullo constante en el reino, una sombra amenazante en el horizonte. Durante semanas, he escuchado fragmentos de conversaciones entre los sirvientes y rumores que se escapan por los pasillos. Saber que ahora representan una amenaza más seria me llena de inquietud.

—Hemos decidido que es hora de llevar a cabo La Selección —anuncia mi madre con determinación—. Es la mejor manera de brindar esperanza al pueblo y, también, de encontrar un compañero que te apoye en tu futuro rol como reina.

Las palabras caen pesadamente en el silencio que sigue. Mi corazón late con fuerza desbocada. La Selección. Una tradición antigua donde hombres de todo el reino compiten por convertirse en el consorte de la princesa. Siempre me ha parecido una idea anticuada y fría. No quiero que los hombres compitan por mí como si fuera un trofeo en exhibición. Anhelo que alguien me ame por quien soy realmente, no por mi título o posición.




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