Por el Amor de la Princesa

Capítulo 3

El refugio secreto está en silencio, solo roto por el sonido de nuestras respiraciones entrecortadas. El dolor en mi pantorrilla es insoportable, pero trato de mantener la calma. Mi madre me guía a una silla, donde me dejo caer, respirando con dificultad. Los guardias aseguran la puerta, y uno de ellos se acerca rápidamente con un botiquín de primeros auxilios.

—Princesa, permítame revisar su herida —dice, arrodillándose a mi lado.

Asiento, tratando de contener las lágrimas. El guardia examina cuidadosamente la zona. La bala ha rozado mi pantorrilla, dejando una herida profunda y sangrante.

—Necesitamos detener el sangrado y desinfectar la herida —dice, sacando vendas y antiséptico del botiquín.

El guardia trabaja con rapidez y precisión, limpiando la herida y aplicando un vendaje apretado para detener el sangrado. El dolor es intenso, pero trato de concentrarme en mi respiración y en mantener la calma.

—Gracias —digo, mi voz apenas un susurro.

—Es mi deber, princesa —responde el guardia, con una sonrisa tranquilizadora.

Mientras el guardia atiende mi herida, miro alrededor del refugio y noto a los seleccionados. Sus rostros reflejan una mezcla de nerviosismo y preocupación. Algunos están murmurando entre ellos, mientras otros observan la puerta con tensión. Uno de los seleccionados, se acerca tímidamente.

—Princesa, ¿se encuentra bien? —pregunta, su voz llena de preocupación.

—Estoy bien, gracias —respondo, intentando esbozar una sonrisa tranquilizadora.

Alex, otro de los seleccionados, se mantiene un poco alejado, pero no quita la vista de mí. Sus ojos reflejan una preocupación sincera, y veo cómo aprieta los puños, probablemente sintiéndose impotente ante la situación. Otros, parecen más reservados, pero puedo ver la tensión en sus rostros.

—No se preocupen por mí. Estoy en buenas manos —digo, tratando de aliviar la preocupación en el aire.

Finalmente, después de lo que parecen horas, los guardias nos informan que el peligro inmediato ha pasado y podemos salir del refugio. Me esfuerzo por levantarme, pero el dolor en mi pantorrilla es tan intenso que apenas puedo ponerme de pie. Dos guardias me ayudan a caminar, sosteniéndome por los brazos mientras avanzamos lentamente por los pasillos.

Cuando finalmente salimos del refugio, la escena que nos recibe es desoladora. El gran comedor, que hace unas horas estaba lleno de vida y elegancia, ahora es un campo de batalla. Los muebles están volcados, los arreglos florales esparcidos por el suelo, y el aire está impregnado con el olor acre de la pólvora.

Me esfuerzo por mantenerme en pie, el dolor en mi pantorrilla es insoportable, pero la gravedad de la situación me impulsa a seguir. Los guardias que nos escoltan se mueven con rapidez, evaluando los daños y atendiendo a los heridos.

La primera imagen que veo es un soldado caído, su uniforme manchado de sangre, sus ojos abiertos en una expresión de horror. Siento una punzada de dolor en el corazón al ver las vidas que se han perdido en este ataque sin sentido. Más allá, otros guardias tratan de ayudar a los heridos, aplicando presión sobre las heridas y tratando de mantenerlos con vida.

Entre el caos, veo a varios seleccionados ayudando a los guardias y sirvientes heridos. Gabriel está arrodillado al lado de un guardia herido, aplicándole un vendaje improvisado. Alex, con el rostro decidido, está ayudando a levantar una mesa volcada para usarla como improvisada camilla. Finn y Ethan asisten a los sirvientes, asegurándose de que todos reciban atención.

Los médicos del palacio y el personal de emergencia, que lograron sobrevivir, llegan corriendo para atender a los heridos. Siento una mezcla de gratitud y desesperación al verlos actuar con rapidez y profesionalismo.

Mis padres se acercan a mí, sus rostros reflejan la misma mezcla de miedo y determinación que siento.

—Isabella, debemos ser fuertes —dice mi madre, su voz firme pero llena de preocupación.

Asiento, tomando aire profundamente para mantener la calma. Sé que no podemos dejarnos vencer por el miedo. Este ataque no solo pone en peligro nuestras vidas, sino también la estabilidad de nuestro reino.

* * *

Estoy recostada en una cama, con la pierna vendada. El médico del palacio entra en la habitación con una expresión de preocupación, llevando consigo su maletín médico.

—Princesa Isabella, ¿cómo se siente hoy? —pregunta, revisando mis signos vitales con atención.

—Mejor, gracias. Aunque el dolor sigue ahí —respondo, tratando de esbozar una sonrisa.

El doctor asiente con seriedad mientras ajusta el vendaje en mi pantorrilla.

—Es normal. La herida fue profunda, pero está sanando bien. Necesitará reposo y cuidados constantes para evitar infecciones y complicaciones —explica, aplicando un poco más de antiséptico antes de volver a cubrir la herida con cuidado.

—Gracias por sus cuidados, doctor.

El doctor esboza una leve sonrisa, aunque trata de mantener su profesionalismo.

—Sus pretendientes están muy preocupados por usted. Debería salir un rato para hablar con ellos.

La Selección. Me he olvidado completamente de los seleccionados. La ceremonia de apertura salió totalmente mal y no he tenido la oportunidad de interactuar con ellos desde entonces. La gente seguramente está esperando un suceso romántico, al menos una cita con algún seleccionado. Probablemente mis padres han intentado restar importancia al incidente de hace dos días para no alarmar al pueblo. Es algo que suelen hacer para mantener la calma entre la población.

Me recuesto más en la cama, sintiendo el peso de la responsabilidad. Necesito asegurarme de que los seleccionados se sientan valorados y que la competición continúe, a pesar de las circunstancias.

—Doctor... —digo, llamando su atención.

—¿Sí, princesa? —responde, mirándome con atención.




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