Por el Amor de la Princesa

Capítulo 6

Al día siguiente de la cita con Isabella, me preparé con toda normalidad para el desayuno. Bajé al comedor y me encontré con los demás seleccionados, quienes, según deduje, querían lanzarse sobre mí por ser el único que había tenido una cita hasta el momento. Me lanzaban miradas tan intensas que, si las miradas fuesen asesinas, probablemente ya habría muerto.

Me sorprendió mucho ver que un chico se acercó a hablarme. Tenía el pelo negro, liso, y piel clara.

—¡Hola! ¡Mucho gusto! Soy Óscar.

—Hola, mucho gusto —respondí sin mucha convicción. Quería estar seguro de si sus intenciones eran buenas o malas.

—Ey, no te voy a hacer nada. No soy como ellos —dijo, girando levemente la cabeza para ver a los demás. Algunos mantenían su mirada fija en nosotros; los demás estaban jugando ajedrez o leyendo un libro.

—Así pues, ¿cómo eres?

—Soy un buen amigo. Lo que más valoro es la amistad, la familia y la lealtad. No me creo capaz de traicionar a alguien que confía en mí.

Sonreí. Aquel chico empezaba a caerme bien. Si era cierto lo que decía, era un buen amigo.

Pero decidí no confiar tan rápido. Ya me había pasado antes con mis "mejores amigos". Descubrí con el tiempo que no les importaba yo, sino que querían que les proporcionara alimentos de mi granja con el pretexto de que los amigos se ayudaban. Y era cierto, pero ellos tenían dinero y muchas propiedades. Yo no tenía nada más que mi granja.

Pero eso estaba en el pasado. Debía centrarme en el presente.

—Me caes bien, ¿sabes? Eres el único que quiere hablarme, aun sabiendo que he salido con la princesa.

—Eso no importa. Ella es la que escoge. Odiándonos y peleando entre nosotros no va a ayudar en nada a conseguir su corazón.

Por fin un chico que pensaba bien.

—¡Buenos días!

Vi a la princesa entrar al comedor con su habitual energía contagiosa. Se sentó en la parte de adelante de la mesa, junto a sus padres, los reyes. Stefan no estaba junto a ellos. ¿Por qué este chico era tan misterioso?

Cuando terminamos de desayunar, nos dirigimos al salón, a una reunión que íbamos a tener con la princesa.

Entramos en orden al salón y lo que vi ahí adentro me dejó sorprendido.

Había varios soldados formados en fila. Cada uno tenía una foto en grande de nuestras familias. En mi caso, de mi padre.

Algunos mantuvieron la compostura y se dirigieron a su respectiva foto con elegancia. Otros no les importaron las formalidades y corrieron a ver la foto de sus familias.

Giré y noté a la princesa a mi lado.

Vi que tenía un cuaderno escondido en su espalda que trataba de ocultar.

Así que esta era una prueba.

Me paré derecho y caminé con elegancia, sin prisa, hacia la foto de mi padre. Al llegar, vi que la foto había sido tomada hace poco. En ella, mi padre aparecía con una sonrisa en toda la cara y el pulgar levantado.

Sentí cómo mis ojos se humedecieron. Cuánto extrañaba a este hombre, que me había preparado para la vida.

Limpié rápidamente una lágrima que amenazaba con salir al ver que la princesa se dirigía hacia mí.

—¿Tu padre?

—Sí.

—¿Le extrañas? ¿Quieres volver con él?

¿Era esta una pregunta trampa? Igual respondí con la verdad.

—Le extraño mucho. Nunca me había separado de él en toda mi vida.

Se fue. De la que me salvé al no responder que sí quería volver con él, pero que quería seguir aquí aún. Si no terminaba siendo el gobernante de Illaris, al menos nos quedaría gran ganancia solo por estar aquí.

Después de todo, ¿qué podría salir mal?

Tras el almuerzo, fuimos a unas clases de baile. Al parecer tendríamos invitados pronto, aunque no nos dijeron quiénes vendrían.

Bailar nunca me había gustado y nunca había sido mi punto fuerte. Realmente admiraba a esas personas que se movían con una elegancia que yo no podría alcanzar ni practicando toda mi vida.

Una doncella nos explicó los pasos de baile. Creo que su nombre era Livia.

Intenté bailar decentemente, pero fracasé cómicamente. Tropecé y casi caí encima de una doncella que hacía de pareja de baile. Pedí disculpas; ella asintió, se puso roja como tomate y se retiró del lugar.

Vaya que podía hacer enrojecer a las chicas con mis estúpidos pies de trapo.

Vi cómo Alex o Finn se movían con gracia. Al parecer ellos venían de una buena familia y habían tenido la oportunidad de tener un profesor de baile privado.

La reina llegó a revisar nuestro avance. Su cara expresaba la satisfacción y el orgullo que sentía al ver buenos bailarines. Pero cambió completamente, aunque lo disimuló, cuando vio mi forma de bailar. Aunque me alegraba ver que no era el único. Al parecer, todos habían notado que mi actuación no le había gustado a la reina, y los que faltaban trataron de hacerlo mejor. Pero lo hicieron peor. Uno hasta se tropezó con sus propios pies y cayó al suelo.

Regresé a mi habitación agotado después de tanto baile y me dormí.

Me despertó una chica con ojos de color miel.

—Señor Kile, la princesa solicita que los seleccionados bajen al jardín.

Apenas oí lo que dijo. Sus ojos... eran tan preciosos y su cara...

No teníamos permitido tener relaciones amorosas dentro del palacio que no tuvieran que ver con la princesa.

Pero lo que yo no sabía en aquel instante era que me iba a enamorar de esta chica. Y iba a terminar terriblemente arrepentido de haberlo hecho. Todo por una mala decisión.




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