Isabella
La transformación del palacio es notable: el personal se reorganiza en silencio, los vestuarios están perfectos y las habitaciones se preparan con cuidado para recibir a nuestros tan esperados invitados. Esta noche, la monarquía francesa visita nuestro reino, y cada rincón debía resplandecer con la magnificencia de una alianza largamente anhelada. Para mi padre, este encuentro es la oportunidad de toda una vida, y la posibilidad de un error o de que alguno de los seleccionados cometa una metida de pata irreversible lo llena de una ansiedad evidente.
Frente al espejo, repaso cada detalle de mi vestido. Sé que esta noche el Report reúne más miradas de lo habitual, todas ansiosas por descubrir las novedades de la competencia. Debo proyectar la imagen de la princesa segura y decidida que el reino espera sin titubear.
Livia me acompaña a la puerta de mi habitación, hablándome con dulzura y dándome palabras de aliento para que todo salga bien.
Bajo por las imponentes escaleras hasta el estudio, donde me recibe, como siempre, Andrés Delacroix con su mirada misteriosa. El ambiente se carga de tensión y expectación: los seleccionados ya se han reunido en sillas de madera dispuestas en fila, mirando fijamente hacia la cámara, mientras el equipo técnico ajusta las luces para lograr el ambiente perfecto.
Me siento en mi lugar asignado y, para mi alivio, veo a Stefan entre los demás. Su presencia, casi milagrosa, sugiere que mi padre ha recurrido a métodos poco convencionales —quizás hasta de mala tinta— para asegurarse de que esté allí.
Eché un rápido vistazo a los candidatos. Algunos se notan nerviosos, jugueteando con sus corbatas o alisando sus trajes impecables, mientras que Kile, el chico de mirada sincera, me mira fijamente. Ese silencio tan cómplice, junto con el tímido rubor que se dibuja en su rostro al apartar la mirada, me saca una sonrisa que rápidamente trato de ocultar al concentrarme en la cámara.
Finalmente, comienza la grabación. Andrés, con la profesionalidad de siempre, sonríe y dice:
—Buenas noches, ciudadanos de Illaris. Nos encontramos en el palacio real para compartir los avances de este emocionante proceso de selección. Esta noche, la princesa Isabella, nuestra futura reina, nos cuenta su experiencia con los seleccionados. Princesa, ¿cómo es este tiempo junto a ellos?
Respiro hondo y, con voz serena, respondo:
—Es un período lleno de aprendizajes. Cada uno de los seleccionados demuestra cualidades únicas, ayudándome a comprender y valorar las diversas realidades de nuestro pueblo.
El reportero, claramente entusiasmado, interviene:
—¡Qué respuesta tan inspiradora, su alteza! Hablando de los seleccionados, ¿alguno destaca en estos días?
Observo brevemente los rostros expectantes en la sala y, manteniendo mi calma, contesto:
—Sería injusto destacar a uno solo, ya que cada uno da lo mejor de sí. Sin embargo, he compartido momentos importantes con varios de ellos.
Andrés asiente y luego pregunta:
—Entendido, su alteza. Ahora, una pregunta que preocupa a muchos: ¿cómo se siente al saber que sus decisiones afectan no solo su destino, sino el de todo Illaris?
Hago una pausa, dejando que el peso de la responsabilidad se note, y respondo:
—Sin duda, es una gran carga, pero también un privilegio. Cada decisión la tomo con un compromiso firme hacia nuestro pueblo, guiándome tanto por el corazón como por una mente consciente de lo que está en juego.
La cámara recorre la sala mostrando los rostros: algunos evitan mi mirada, mientras otros absorben cada palabra. Entre ellos, el de Kile resalta, oscilando entre desafío y expectación.
El reportero se dirige entonces a uno de los caballeros:
—Señor Alex Turner, ¿cómo describe su experiencia en este proceso?
Alex respira hondo y, con tono calmado, dice:
—Este proceso es mucho más que un desafío; es una verdadera lección de vida. Al principio tenía pocas expectativas, pero la presencia y determinación de la princesa Isabella cambian por completo mi forma de ver las cosas. Ahora, cada día cobra un significado especial.
Noto una leve irritación en el rostro de Kile mientras el reportero continúa:
—Señor Gabriel Scott, ¿qué opina sobre la rivalidad en esta competencia?
Gabriel, un joven de cabello rubio, se encoge un poco en su silla, dejando entrever un nerviosismo palpable, pero responde con claridad:
—Es natural que exista rivalidad cuando la ambición se mezcla con el deseo de superarse. Sin embargo, todos compartimos el mismo objetivo; al final, quien sea elegido demuestra ser digno de estar junto a la princesa Isabella.
Andrés Delacroix esboza una sonrisa misteriosa, demostrando que entiende perfectamente los complicados juegos de poder que se tejen en ese momento.
Sin perder el ritmo, el reportero se dirige a otro candidato:
—La princesa Isabella ha mostrado ser una líder fuerte y compasiva. Señor Henry, ¿cómo cree que podría complementar su papel como reina?
Henry, con un leve sonrojo y vacilando un instante, responde:
—Creo que mi capacidad para escuchar y entender distintos puntos de vista es fundamental. Mi meta es apoyarla en cada paso y aportar de forma genuina a la visión del reino.
Otra pregunta surge:
—¿Cuál cree que es su mayor debilidad en este proceso y cómo piensa superarla?
El candidato, con timidez, confiesa:
—Creo que mi mayor debilidad es ser demasiado analítico. Pero estoy trabajando para ser más espontáneo y dejar que mi verdadero yo se muestre sin reservas ante la princesa.
Cada pregunta revela nervios y, a la vez, una gran determinación. Observo con atención cada gesto y cada palabra, intentando descifrar quién de ellos podría realmente acompañarme en este camino.
Cuando el reportero, visiblemente cansado, recibe una señal discreta de mi padre, la transmisión llega a su fin. Suelto un suspiro de alivio, sintiendo cómo la presión casi me aplasta, pero recordando que aún me espera la tarea de atender a los invitados y participar en la cena con los seleccionados.