¿por qué... ? ¡¡me enamoré!!

IV - EL VIAJE

NARRADOR

Paula y Luz llegaron al apartamento de esta última, lo primero que hizo Paula fue darse una ducha y ponerse cómoda.

-. Ya me vas a decir que sucede – dijo Luz desde la cocina

-. Mañana voy a viajar a una hacienda de la familia Montemayor – Luz se quedó perpleja – sé que es inesperado, pero lo necesito porque si sigo aquí voy a morir de asfixia por mi madre

-. Pero… - Luz abría y cerraba sus labios sin que algún sonido saliera de estos – el negocio y…

-. Sé que tú podrás hacerte cargo – Paula tomó sus manos y le rogó – te lo suplico dame ese tiempo

-. Pero es como si me abandonarás – Paula le hizo mala cara

-. No es así – refutó – siempre hemos luchado juntas y solo te pido este tiempo para mí, todo está encaminado y nadie mejor que tú conoce como tener las riendas de todo en sus manos

-. Como quieras – molesta se fue a su habitación y Paula lloró algunos minutos en silencio, después tomó algo de dinero y fue a comprar algunas cosas que le hacían falta para el viaje en especial ropa ya que no tenía nada que abrigase para la época de lluvias.

Fue a su departamento del cual su madre no tenía ni idea y alisto una maleta y un maletín; los llevó a casa de su amiga a la cual encontró en la sala con un pote de helado en sus manos… pasó directo al cuarto de visitas, algunos minutos después un leve toque en su puerta la hizo salir

-.  Sigues molesta – dijo bajito

-. Yo – Luz la miró y ambas sabían que habían llorado – lo siento, es solo que no quería sentirme sola de nuevo – Paula la abrazó

-. Ahora existe los celulares – le dijo con diversión – solo prométeme que te cuidaras

-. Dalo por echo – se abrazaron y rieron

-. Te quiero hermana – dijo Luz

-. Y yo a ti – Paula la abrazo porque ella era la única que de verdad se comportaba como su familia – por favor solo espero que todo salga bien

-. Si no me pegas una llamada yo voy volando para allá – Paula asintió y miraron una película para luego ir a descansar

EN LA CASA MONTEMAYOR

El personal de seguridad estaba sacando a Beatriz ya que había armado un escándalo al no poder ubicar a Paula y el abuelo decidió que hoy le daría un poco de lo mucho que merecía por lo que hizo y hace sufrir a su hija.

-. No me pueden hacer eso soy de la familia – gritaba mientras se resistía, gritaba y pataleaba – voy a hacer que los despidan

Ricardo intentaba no reír, mientras Cecilia sentía vergüenza ajena quería que la tierra se la tragará; Beatriz seguía forcejeando, pataleando y gritando a los cuatro vientos tratando de hacer valer su disque posición.

Después de unos minutos transcurridos del espectáculo tan bochornoso de la madre de la novia no podía faltar los comentarios

-. Qué vergüenza – decía Cecilia al lado de Ricardo y el abuelo – todos están murmurando

-. Déjalos – el abuelo estaba feliz con lo que había hecho – que hablen porque al final todos ellos dependen de nuestro dinero – alzó un poco la voz para que las personas alrededor lo escucharán y en ese momento los murmullos empezaban a cesar

-. Papá – Ricardo estaba muy orgulloso – tú si sabes cómo manejar a la gente

-. Tantos años recorriendo este mundo – se acomodó el saco – la experiencia es lo que cuenta

-.  Ya lo veo – concedió Ricardo

-. Es que no se sienten apenados – Cecilia siempre se preocupaba por los demás y no solo por ella

-. Hija - el abuelo la miro con ternura – debes aprender que en la vida todo está en las decisiones que tomes.

Siguieron tranquilas con la fiesta hasta que la gente empezó a despedirse, Luis estaba junto a Santiago bebiendo como despedida porque no estaba seguro de cuando iba a regresar

-. No tienes fecha de regreso – Santiago preguntaba por enésima vez

-. Ya déjalo por la paz – Luis sabía que extrañaría a su amigo más de lo que le gustaría admitir y más aún algunas cosas de la ciudad

-. Eres mi hermano de otra madre y no solo te acabas de casar, sino que también te vas de mi lado – dijo con dramatismo

-. No exageres debes prometer ir de visita – lo mira de manera asesina

-. De acuerdo – dijo levantando las manos en señal de rendición

-. Eso espero – le advirtió Luis

-. ¿Por qué desean mandarte al fin del mundo? – Luis rio con exageración

-. Por favor – dijo al recuperar el aliento – es solo un viaje algo largo, y sabes que es para poder recuperar la hacienda de mi familia que ha sido testigo del nacimiento de nuestra historia y progreso

-. Mucho sentimentalismo – Santiago limpio sus lágrimas falsas – al menos espero que la casa este en pie – Luis sabía que la hacienda estaba prácticamente en ruinas, deshabitada y abandonada

-. Creo que lo tendré que hacer de cero

-. ¿Crees que tu esposa acepte? – Luis se encogió de hombros, él ya tenía su meta fija y no estaba seguro del tiempo que le tomaría hacerlo

-. Depende de ella porque la verdad esto está para largo – bebió su vaso de un solo trago

-. Entonces buena suerte amigo – tomaron un poco más y se fueron a descansar.

Cerca del medio día Paula llego con un par de sacos, una maleta, un maletín y un bolso mediano negro; el chofer pidió sus cosas y las subió a la camioneta… en otro camión llevaban lo necesario para instalarse y ahí ella se enteró que la nana de su esposo los acompañaría al igual que el chofer ambos eran mayores, aunque no tanto como para decirles abuelos (tendrían unos cuarenta y cinco o cincuenta años).

La señora Rosa (nana de Luis) y Antonio (Chofer de la familia) fueron copiloto y piloto respectivamente, Luis y Paula subieron en el asiento de atrás y empezaron a conducir. La carretera en su mayoría era asfaltada, con el pasar de las horas había pueblos muy alejados, el ruido disminuía considerablemente y la naturaleza ganaba terreno.

Paula no supo en qué momento se quedó dormida, Luis observó su rostro en calma y una sonrisa involuntaria se dibujó en su rostro. Rosa que lo observaba por el espejo retrovisor sonreía porque sabía que Luis estaba enamorado o mínimo ella le gustaba y rogaba porque esa muchacha le correspondiera de la misma forma y no lo hiciera sufrir.




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