¿por qué... ? ¡¡me enamoré!!

XV - PASADO (II)

EN LA CIUDAD

NARRADOR

-. Muy delicioso todo como siempre – halago mientras terminaba su taza de chocolate

-. Gracias, Santiago –Luz lo conocía porque diario venía en las tardes a tomarse un chocolate caliente con malvaviscos y una porción de algún postre también de chocolate

-. Solo digo la verdad – le restaba importancia – por cierto, ahí viene tu pesadilla – Luz puso los ojos en blanco porque era Beatriz

-. Niñita – siempre tan educada pensaba Luz

-. Buenas tardes – no podía ocultar la desazón de volverla a ver ahí - ¿Qué la trae de nuevo por aquí?

-.  Mira no tengo tiempo para tus juegos necesito que me des la ubicación de mi hija – Luz se mordía la lengua para evitar gritarle sus cuatro verdades en ese instante

-. Se lo repito no lo sé – dijo segura y enderezando su postura – la vi por última vez el día de su boda

-. Deja de ser una mosquita muerta – la tomó del brazo tan duro que Luz sentía como sus uñas se clavaban en su piel – y dime lo que necesito

-. Suéltela – Santiago se levantó y retiro su mano del brazo de Luz que intentaba no llorar – está en un lugar público y supongo que no le gustaría armar un escandalo

-. Ya salió el caballero de quinta – Santiago reía cada vez que Beatriz aparecía; pero esto ya le parecía demasiado

-. Mire lárguese – Luz hablaba entre dientes – o quiere que se lo grité

-. Malditos muertos de hambre – Beatriz se retiró haciendo resonar sus tacones por todo el camino hasta la vereda

-. Te encuentras bien – Santiago se acercó a ver su brazo del cual salía un poco de sangre por los rasguños que tenía

-. Sí – Luz estaba realmente molesta, porque no pudo defenderse como quería

-. ¿Tienes botiquín? – Luz señalo a la cocina y Santiago fue por algunas cosas, salió con algodón, alcohol y algunos curitas

-. ¿También eres enfermero? – dijo con una sonrisa

-. Te recuerdo que soy un poco de todo – le siguió el juego y la hizo sentarse para tratarse las heridas

-. Despacito – se quejaba por el ardor del alcohol en las heridas

-. Deja de ser tan llorona – Santiago empezaba a estresarse porque sentía que ella exageraba, estaba poniendo los curitas

-. Gracias – tomó lo que Santiago había usado y se fue a la cocina

-. Y yo que hice – Santiago se quedó confundido sin saber que hacer o decir, al final Luz le envió a otra chica para que le diera la cuenta y ella no volvió a salir.

Luz cerraba el local a eso de las diez ya que con la afluencia de gente que tenía todo lo que preparaban se acababa muy rápido, termino de cuadrar la caja y cerró el local empezó a caminar por la acera sintiendo el aire frío chocar contra su rostro.

-. Luz – vio a un costado a Santiago recostado en su auto - ¿puedo llevarte a tu casa?

-. No es necesario, buenas noches – Luz aún estaba molesta porque él ni siquiera la conocía para haberle hablado como lo hizo minutos antes

-. Por favor – siguió hablando cuando ella ya se había dado la vuelta para seguir su camino – es un modo de disculparme

-. Bien ya te disculpaste, pero no necesito que me lleves a ningún lado – hablo sin voltearse y sin moverse de lugar

-. Por favor – Santiago estaba a punto de empezar a rogar – es algo tarde y es peligroso, te prometo mantenerme callado durante todo el trayecto, por favor solo es para estar tranquilo… no te voy molestar – Luz estaba indecisa y no era capaz de moverse de su lugar

-. De acuerdo – dijo con cansancio y subieron a su auto Santiago era un parlanchín por excelencia y el estar callado le estaba costando demasiado, pero aun así lo logro

-. Gracias – Luz estaba quitándose el cinturón de seguridad cuando alguien toco a la ventana de Santiago y este sin imaginar lo que le esperaba la bajo para ver quién era

-. ¿Qué haces aquí? – Santiago estaba a punto de hiperventilar y empezó a mover su pierna de manera descontrolada

-. Por favor solo quiero saber dónde está Luis – grito una chica de cabello negro, piel trigueña, súper maquillada y vestida como si de una modelo se tratase

-. Te recuerdo que él te dejo muy en claro que nunca más quería volver a verte en su vida – Luz nota que él estaba incómodo y bastante enojado

-. Por favor necesito hablar con él necesito explicarle y…

-. BASTA – Luz pego un pequeño salto en su asiento porque no lo había visto así en esas semanas siempre parecía un chico dulce, tranquilo que no perdía los estribos con facilidad – lárgate de mí vista y no quiero que te vuelvas a aparecer por aquí en lo que te resta de vida

-. Por favor – repetía la chica que estaba echa un mar de lágrimas, Santiago arrancó el auto y aceleró hasta llegar a las afuera de la ciudad mientras Luz estaba con el Jesús en la boca porque había conducido como un loco maniático sin el más mínimo cuidado

Llegó y se bajó dando un portazo que por poco no la deja sorda, Luz pensó por un par de minutos si debía bajar o era mejor que se quedará en el auto al final decidió que lo mejor era bajar y ver que no cometa otra locura. Lo busco por un par de minutos hasta que sus ojos se acostumbraran a la escasa iluminación del lugar y lo diviso en el borde de un pequeño mirador que tenía una baranda demasiado baja hasta para un niño.

 -. Esta no es mi casa – trataba de sonar segura

-. Lo lamento, me descontrole un poco – hablaba sin mirarla solo miraba la ciudad iluminada

-. Si ya me di cuenta – ella también dirigió la mirada al frente al darse cuenta que él había llorado

-. Solo dame un par de minutos – pidió – necesito tranquilizarme y después te dejo en tu hogar

-. De acuerdo – Luz tenía la espinita de la curiosidad instalada en su ser y poder preguntarle o saber algo más de lo que había sucedido – pero lo que si te advierto es que si tu amigo lastima a mi amiga yo misma me encargo de torturarlo hasta que ruegue por su muerte




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