Cap. 20
La entrega
Esa fue mi mejor navidad, amanecí con mi ángel entre mis brazos.
Luego de que aceptara mi propuesta fuimos a mi habitación, en cuanto cerré la puerta, la vi allí parada en el centro de la misma, atrayéndome como si fuera mi centro de gravedad, su rostro estaba sonrojado y su mirada era brillante y expectante. Volví a levantarme de la silla de ruedas y camine hacia ella con mi mirada fija en sus ojos café. Cuando la alcance la abrace fuertemente, con calma besé su frente, sus ojos uno por uno, su nariz, sus mejillas y por ultimo sus labios, despacio, probándolos, entregándole todo mi amor en ese beso que se fue volviendo más intenso y apasionado hasta que nos falto el aire, poco a poco nos fuimos despojando de nuestra ropa viéndonos, descubriéndonos, reconociéndonos. Yo tenía mi vista puesta en unas pequeñas líneas que formaban extraños diseños en su piel que la hacía ver enigmática, pero no me detuve mucho allí, la recorrí entera, la mire y admire en todo su esplendor y con mucha gentileza y amor la convertí en mujer, mi mujer… me sorprendió gratamente el darme cuenta que yo era el primero en su vida y que con nuestra promesa también sería el único, ella era mía por siempre.
Estaba extasiado mirando sus rizos esparcidos por mi almohada (que ahora seria suya), su cuerpo medio descubierto mostrando su piel clara donde pude apreciar otra vez esas extrañas líneas que parecían tatuadas en su piel, sus ojos cerrados y sus labios carnosos y sensuales que me incitaban a besarla una y otra vez. Esa imagen era lo que había anhelado por meses y era aun mejor de lo que imagine, sentir su olor y el calor de su cuerpo junto al mío me hizo sentir pleno y reconfortado, quería quedarme así siempre, que el tiempo se detuviera y seguir contemplando siempre esa escena, pero sabía que en lo sucesivo ese era el panorama a vislumbrar a cada despertar y una sonrisa medio bobalicona se extendió por mi rostro pensando en el futuro infinito y en la cantidad de veces que podría disfrutar de esta imagen tan sublime en mi vida. Ella era la mujer de mi vida y sabia que lo seria hasta el fin de mi existencia que esperaba fuera extremadamente larga.