El doctor miró fijamente a Olivia mientras ella solo lloraba sacando un mundo de inagotables sentimientos que ni ella misma podía entender.
—Me duele mucho...todo ésto... creí que...era feliz que...eso era la felicidad y no...no existe tal...cosa, solo es un espejismo...un engaño...ahora entiendo, fuí ilusa, creyente del ser humano...hoy ríen de mí...—dijo pérdida a tal punto que soltó su mayor sentimiento— Odio mi inocente vida, ser bueno y noble es detestable al parecer, por eso ríen de mí! ¡Usted también lo hará al yo salir de aquí, ¿A quién diablo le importa esto si no a mí y a...mi padre?!
—No puedes culpar al mundo por dos personas que te hirieron...Olivia, ya pasará está tormenta.
—¡A nadie le importa, la única que no sigue igual soy yo...!
Olivia después de desahogar y sacar todo lo que traía dentro se quedó un rato escuchando las sugerencias médicas, ella recordó que no siempre su vida fue fácil.
—¡Sus palabras no ayudan, doctor...¿y tengo que pagar por ésto?! —dijo con frenesí.
—¿Algo más que tengas que decir, Olivia? —preguntó el psicólogo al verle su rostro inquieto y su molestia consigo misma.
—Yo podré con ésto doctor, usted me acompañó en los momentos más difíciles de mi vida, aquel accidente en dónde perdí a mi madre y donde nunca más he podido tomar el volante de un auto. Creo que tengo tarea y no quejas, no lamentos, pero si tareas que me ayuden a sacar de mi este maldito dolor.
—A pesar de lo sucedido, eres afortunada Olivia...lo eres, también muy fuerte y vas a poder.
—Gracias por nada, no veo la fortuna...He tenido una vida que quizás para muchos, perfecta, pero realmente, no lo es...tengo asco y vergüenza, lo peor es que no soy culpable, no lo soy.
—Okey...es bueno que lo entiendas. —dijo el doctor mirando en sus ojos un alma muy lastimada— ¿Cómo ves tu vida ahora, Olivia? Quiero escucharte.
—Real doctor, una vida real y llena de odio y desprecio, supongo que ésto me acompañará...—sonrió levantándose de aquel sillón como si se soltara de un montruo— sin magia, y sin perfección...solo normal....todo se fue al diablo. —espetó con airado susurro- Tendré cuidado de quien me rodeo de ahora en adelante
—¿Olivia, a dónde vas? —preguntó el médico al verla abriendo la puerta— aún no termina su sesión.
—Por mi está bien, créame, disculpe...ahora si entiendo, usted me ha ayudado mucho, no necesito un chofer al volante, seré mi propio chófer, vivir más y soñar menos.
—¿Olivia, estás bien? —preguntó el psicólogo y caminó detrás de ella preocupado de su reacción al verla salir del consultorio.
—Todos en este mundo vamos aprendiendo, créeme doctor, ha sido todo ésto una gran lección para mí...yo viviré con ésto, si supe aprender a vivir sin mi raíz, sin mi norte, sin mi dirección...eso era mi madre, todo lo demás será un paseo, y lo bueno será que...yo conduciré mi vida. No esperaré nada de nadie.. seré yo...siempre...
—Olivia, vuelve a tú sillón...por favor. —dijo el psicólogo mostrándose preocupado.
—¿Qué sucede? —preguntó su padre al verla despedirse.
—¡Adios doctor, espero no verlo más! —Olivia abandonó el consultorio y su padre la siguió hasta el estacionamiento sin ella detenerse, la vió enfocarse en la dirección del chófer y el hombre hizo un silencio repentino.
—Papá dame las llaves del auto, —espetó con amargura— quiero conducir.
—No puedes, mi amor...hija, tienes años sin hacerlo.
—Sí puedo, claro que puedo...ésto lo voy a hacer.
—¿No me escuchas, mi amor? Hija....
—Papá, dame las llaves del auto, y sube conmigo, yo conduciré, no morirás como mamá ¿Okey?
—¿Qué? No Olivia, tú no puedes hablar así...¿Qué te pasa? ¿Por qué tú enojo? ¿Por que reaccionas así?
—No estoy enojada contigo y te lo repito, no vas a morir como murió mi madre y tampoco lloraré durante cinco años más por lo que no puede ser, por más que supliqué a Dios que ella no me abandone, mamá murió...era inevitable como ésto, es inevitable éste rompimiento con Alonzo y con Dana, son gente de pasada, así como es inevitable que yo dejé de ser Olivia Santander, tu hija, por favor papá...confía en mí, volvemos a ser tú y yo...solo tú y yo.
Olivia recibió las llaves del auto, subió en él bajo la mirada de su padre, lo encendió y con inseguridad tomó el control frenando a cada momento como una novata hasta sentirse segura.
El padre de Olivia estaba sorprendido, ella siempre lloró con amargura y prometió que jamás volvería a conducir después de la tragedia en dónde perdió a su madre.
—Hija...—sonrió extrañado el hombre— ¿Cómo es posible? Ha sido ésto....una sorpresa para mí, jamás creí que podrías...
—Nadie va a conducir mi auto, ni mi vida...eres mi padre, lo único que realmente tengo. Te llevaré a casa e iré al consorcio, tengo cosas que hacer.
—¿Segura, hija...?
—Muy segura papá...nadie va a direccionar mi vida...y nadie me cuestionará, a nadie se lo permitiré.
***
Olivia Santander entró al consorcio siendo ya muy tarde, llevaba en sus manos una hermosa caja blanca con un delicado lazo beige.