No tenían del todo claro que el enemigo hiciese ese salto con tal de quitarse al profesor de encima, pero según los últimos hechos, parecían desesperados y harían lo que sea con tal de cumplir su plan. Aunque también podían hacer todo lo contrario, hacerles perder el tiempo dirigiéndose hacia allí para algún tipo de trampa. Pero sea como fuese, se vieron obligaros a forzar un nuevo salto justo al momento en el que sus padres se conocieron. Así que tras cumplir con su última misión, se fueron a descansar a la base secreta del profesor.
– Tengo una pregunta – Chloe se percató de una cosa de la que no se había dado cuenta antes –. ¿En la pizarra del granero había siete saltos? ¿Por qué siete? – Miró al profesor, que estaba programando algo en un viejo ordenador –. Los enemigos pueden hacer saltos infinitos hasta que logren cambiar la humanidad, ¿no? Podrían estar así meses o años, ¿no es así?
– Por supuesto – asintió el profesor –. Pero todo tiene su sentido – agregó mirándola por encima del ordenador –. En palabras simples… Todo se debería de acabar con el último salto, ya que mientras nosotros estamos aquí, el gobierno sigue con sus planes… Y si todo va bien, mañana mismo apagaran las maquinas, ya que tanto la del enemigo como la mía funcionan igual…
– ¿¡Mañana mismo!? – Se exaltó Chloe –. ¿Podemos quedarnos atrapados? – Se asustó.
– Tenemos hasta las 18 horas de mañana para volver al granero – comentó seriamente –. Y no bajéis la guardia – lo soltó por Edén, que se había descalzado y parecía que se iba a echar una tremenda siesta ahora mismo –. Vamos a saltar ahora mismo en cuanto acabé de programarlo.
– ¿Qué? – Masculló Edén.
– A no ser que prefiráis hacer dos saltos mañana con el tiempo justo… – Le insinuó Albert –. Será mejor hacer el salto ahora, aprovechando que hemos llegado pronto. Así que os aconsejo que os preparéis.
– De todas las maneras… – Volvió a mirar a Chloe –. Hay una nueva variable en todo esto que no había calculado nunca, y es que estáis vosotros aquí conmigo… Quizás por esa opción el gobierno no apague las maquinas… – Pausó –. Pero conociéndoles… Me temo que les dará igual que os quedéis atrapados o no, harán lo que sea con tal de callar a vuestros padres. Así que por el bien de todos, tenemos que acabar con esto de una vez por todas – sentenció mirando al ordenador.
– Pero otra variable que no has tenido en cuenta, ha sido el salto que vamos a hacer ahora, ¿no? – Agregó ella –. Lo significa que siempre habrá opciones a que ocurran otras cosas diferentes…
– Exacto… Y eso es de lo que tengo más miedo – susurró Albert –. Creía que tenía todo contralo, pero ya he visto que no…
– Y hablando de eso, no hemos pensado en una cosa – comentó Chloe de nuevo –. Se nos ha olvidado que el portal del granero sigue funcionando – el profesor no entendió por donde iba –. Ellos saben que la siguiente vez será la última, así que si están dispuestos a salvarnos… Enviaran a mucha gente a por nosotros dos – miró a su hermano.
– ¡Mierda! – El profesor ya entendió lo que dijo –. A parte de encargarnos de los enemigos también tendremos que esquivar a los del gobierno, genial…
El profesor se tiró media hora hasta que programó el salto nuevo, fue ahí cuando todos estaban ya preparados y frente a la pared en la que no había nada, donde esperaron a que Albert abriese el portal, cruzándolo los tres sin más miramientos y con muchas preguntas en la cabeza aun.
Cuando saltaron, aparecieron en un callejón lúgubre y que olía fatal de los fatales, así que salieron corriendo de allí para dirigirse a la calle principal, observando Chloe y Edén que todo su alrededor se asemejaba correctamente al año al que habían saltado, 1960.
– No debemos de temer porque nos vean, ya que mis padres ni si quieran saben que existimos… O más bien, existo – aclaró el profesor, que estaba más serio de lo habitual, de hecho, nunca lo habían visto así.
– ¿En dónde se conocieron? – Preguntó Edén sin filtro y directo al grano.
– Según las historias de mis padres… Se conocieron en la esquina frente a la hamburguesería que hay cerca de aquí, seguidme – Albert empezó a andar por la calle con la mirada puesta hacia delante, donde recorrieron unos cien metros hasta llegar a la esquina contraria a donde les había comentado –. La hora es aproximada, me dijeron que era a las diez y cuarto de la mañana… Así que nos tocará esperar aquí hasta que ocurra – les explicó apoyándose en la pared mientras que Chloe y Edén se ponían a jugar con una piedra que había en el suelo.
Pasaron unos minutos hasta que por fin, Albert reconoció a su madre y a su padre, ella venia de la calle este e iba guapísima con su vestido morado y unos tacones negros, y él venía de la calle norte leyendo un periódico y vestía con un traje negro, ya que trabajaba en una imprenta.
– Va a ocurrir… – Susurró el profesor quitándose de la pared, haciendo que Chloe y Edén dejasen de jugar para ponerse a mirar la esquina de la hamburguesería, donde vieron como los dos se chocaron por culpa del padre, ya que al ir con la mirada puesta en el periódico, no se percataba de lo que había en su alrededor.
– ¡Oh, perdón! – Soltó el padre y justo al instante los dos se cruzaron las miradas, fue ahí cuando saltó esa chipa mágica llamada amor –. ¿Se encuentra bien? – Intentó arreglarse su traje arrugado a la vez que doblaba el periódico para quitarlo de en medio –. ¿Le he hecho daño? Lo siento, iba distraído – comentó sin que la mujer respondiese a nada de eso, viendo el hombre que había tirado su bolso al suelo, así que se agachó antes que ella para recogerlo y ofrecérselo –. Espero no haberlo roto – agregó de nuevo, siguiendo ella sin responder nada aun.
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Editado: 20.09.2024