Predilecto

CAPÍTULO 8

ADAM.

Veo como la señorita cooper sale, los demás no se dan cuenta siguiendo en lo que les compete, escucho el sonido de las máquinas, nadie se atreve a mirarme a los ojos ni a hablarme si no es algo con relación a lo que hacen.

me ajusto la corbata y me enderezo los tirantes del traje y salgo. me quito los lentes y camino con seguridad, las secretarías me ven y se sonrojan, con voz temblorosa y baja me saludan, solo asiento a modo de saludo como respuesta. entre ellas cuchichean y me da risa internamente. muchos salen a su hora de almuerzo y como cuentan su vida privada a sus compañeros. son muy pocos los que me dan un trato como un compañero, sin embargo admito que me gusta más que me den el trato de Jefe.

me dirijo a mi piso y la señora Margot abordandome en seguida.

—¿Ya saldrá a comer señor? —me cuestiona la asistente.

—Sí.

—Bien, entonces yo también saldré, con permiso.

No le contesto y sigo avanzando hasta llegar a la oficina de Bruno.

—Listo.

—Listo ¿qué? —dice sin despegar la vista de la computadora.

—Vamos a comer.

Coge su chaqueta y lo sigo a la salida.

—Vamos, conozco un lugar donde la comida es muy buena.

—aquí eres el experto.

—eso sucede cuando vives en lugar ajeno a ti.

—cuándo quieras puedo hacer tu cambio a Alemania, claro tendrás un puesto inferior al actual.

—¿Por qué? —me mira con burla.

—no voy a quitar a mi personal para darte un puesto que dejas votado acá.

—Oh, yo creí que era porque no podías vivir sin mí.

niego, abordamos su auto y en cuanto el auto arranca cambia el tema y en todo el trayecto del camino va hablando del cambio climático, lo escuchó atentamente.

Llegamos a un pequeño establecimiento dónde la especialidad es la comida italiana.

Entramos y nos acomodamos en la mesa.

sigue hablando, mientras yo solo veo el panorama, es un lugar bonito, detallado, la decoración es cuidada y elegida en orden...

guarda silencio por un momento y lo volteo a ver con extrañes.

—¿Esa no es Caroline?

Dirijo mi vista a dónde él mira y efectivamente es ella, esta esperando su comida mientras ve algo en su teléfono y sonríe. hay personas que iluminan y ella es una de esas, cuando la veo he notado que mi piel se eriza, una sensación bonita, raro en mí.

—La invitaré con nosotros. —me palmea el pecho y se dirige hacia ella.

Conversan un par de minutos y ella voltea a mi sitio.

Poco después se acercan y vienen riendo de algún chiste que Bruno soltó.

Toman asiento y miro mal a Hartmann por no correrle la silla, pero me ignora.

—No creía que fueras fan de esa serie, no se ve que seas el tipo de persona que te guste eso.

—Te sorprendería la infinidad de cosas que me agradan y no saben. —mantiene la sonrisa dulce en sus labios.

—Para ser honesto todo te agrada, tengo años conociéndote y nunca he visto que algo te desagrade…

Los ignoro y a decir verdad dejo de escuchar de que carajos hablan, me concentro en los trabajos pendientes, en ideas nuevas para los modelos y en todo lo que mi mente pueda de trabajo, no tengo nada más en que pensar y mis compañeros de mesa hablan de temas que no tienen cavidad en mí.

Traen la comida y como en silencio mientras ellos siguen charlando libremente, la comida es exquisita, la salsa de tomate de la pasta tiene los ingredientes esenciales el sabor a orégano se queda en mi paladar, las albondigas están en su punto, siempre será placentero comer un platillo que sea elaborado con buena gana.

Siento una mirada cálida y mi cuerpo reacciona un tanto diferente, ella me está observando. ¿Me pregunto algo?, el estómago se me vuelca y a decir verdad me da un tanto de pena mirarla.

—Ignóralo, solo habla de trabajo. —le dice Bruno y este me mira mal.

—Tal vez está agotado. —dice con esa voz tan gentil que tiene.

—Tal vez es un Cretino.

—Oye, no seas cruel Bruno... —lo toma del brazo y le quita importancia al tema.

—no soy cruel, soy un divino ángel, lo sabes.

—Por supuesto que sí, eres mi ángel.

siguen hablando y al poco rato terminan sus platillos, saca su tarjeta para pagar, miro a Bruno y este ni se inmuta, la señorita viene a traer la cuenta, ella da la tarjeta pero Hartmann se niega y da la de él. discuten pues ella se pone en el plan de querer pagar, finalmente la mesera se marcha con la tarjeta de Hartmann.

Salimos y ella se dirige a su camioneta, esperamos a que suba y ponga en marcha el motor.

—No entiendo cómo esa mujer te puede soportar sin tener ninguna conversación, en mi equipo estaría mejor, pero ni siquiera le diste la oportunidad de elegir a cuál se iba.

—Soy su maldito Jefe. —alzo los brazos. —le guste o no, me tiene que entender de una forma u otra.

—Eres un idiota, la pobre tiene que pensar todo antes de que hagas tu particular suspiro que anuncia que algo te molesta, pero que no dices.

—Cómo si me importará, no es incompetente y por suerte entiende mis señas, me ahorra las palabras.

—Cómo si te fueras a gastar las palabras si las dices.

—No, pero no quiero.

—yo opino que le debes pagar más.

Suspiro.

—Tengo la dicha de conocerte muy bien, eres un maldito tacaño.

— ¿Te gusta? — ni siquiera sé porque lo pregunto.

—¿Caroline?

Asiento.

—No, es una chica que tiene un gran corazón y ve todo muy positivo, pero yo jamás la he visto como algo más, es una colega, amiga y la admiro.

asiento.

—¿Es soltera?—le cuestiono por fin.

me mira

—¿Te importa?

—No, pero... Olvídalo.

—Ni se te ocurra, tú sigue con tus cosas y a ella déjala en paz.

—entonces si es soltera, interesante.

—Adam Hoffmann, te lo diré una vez, Caroline Cooper descartala de tu lista, ni siquiera te determina como un hombre..., sus gustos son muy diferentes...




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