Predilecto

CAPÍTULO 11

CAROLINE

 

Es una mañana tan tranquila que he decidido ir al parque a correr, he dejado el ejercicio por dos semanas y hoy que tengo la mañana libre decido hacerlo.

siempre que puedo me detengo a observar los paisajes que me ofrece el parque, siempre salga antes del amancer y disfruto de la llegada de la mañana, en un recorrido normal sin distracciones me tardó de dos a dos horas y media, pero como hoy vengo en modo admiradora detallo todo lo que puedo. 

Me detengo a sujetar mis agujetas cuándo veo a un hombre con un perro y una chica a un par de metros de mí, la escena es fabulosa, pues me imagino que estoy viendo una escena de película, si miras por un lado ves la ciudad y si miras por el otro ves los árboles, la escena se ve como si él  le fuese a pedir matrimonio a la chica en cuanto ella se distraiga viendo alguno de los paisajes que le ofrecen.

pero el hechizo de la imagen mental que me hice se rompe cuando el hombre se da la vuelta ignorándola, pero la chica sigue insistiendo en hablar con él.

Me río ya que parece exasperar al caballero, esa chica sabe lo que quiere y es a él. 

Somos tan insistentes cuando queremos algo.

Vuelvo a caminar pues solo son una pareja más de tantas, al pasar junto de ellos escucho como  él solo   suspira, por lo que no puedo evitar pensar en el Odioso suspiro que emite Hoffmann cuando algo le molesta. me tardo dos semanas entender ese patrón, es como una olla express suelta humo antes de que estalle. Pavlov debe de estar orgulloso al saber que el maldito de Hoffmann ya me tiene condicionada al escuchar cualquier suspiro. me siento como en la escena de el rey león cuando las hienas se burlan de Scar y dicen: "Mufasa" y las otras responden "Oigo su nombre y tiemblo". asi yo, pero con el: "Hoffmann, oigo su suspiro y no entiendo", me rio mentalmente, cuando paso a la pareja decido voltear y Bendito destino...

Volteo y miro que sí, efectivamente solo él podría Resoplar tanto.

Rescatalo, es lo primero que pienso, Le debo una, por haber hecho que llevaran mi camioneta a casa.

lo observo, tal vez deba dejar que le saquen canas de colores neón, que sienta lo que los demás sentimos al tratar con él. pero recuerdo que no soy capaz de eso, soy demasiado humanista para ver estresado a un pobre hombre que solo intenta seguir siendo él. sí, soy de las que ve una película de horror y cuando hieren al asesino me preocupó por su lesión, no me juzguen crecí con el lema de amar al prójimo...

soy demasiado sensible para esta sociedad en la que vivo, una vez rescate un colibrí que estaba encerrado en una oficina, el pobre de tanto volar cayó al suelo y ya no podía seguir, recuerdo haberlo tomado e impulsarlo a volar pero no lo hizo, así que opte por darle de beber agua y pasados los minutos pego el vuelo, me sentífeliz por ello. vuelvo a la realidad y recuerdo el problema principal, ayudar a mi odioso jefe. 

Se ve guapo, por eso es que no se quita a la chica de encima, lleva un pantalón azul, una Polo blanca y esos lentes Ray-Ban negros que se le ven muy bien.

—¡Aquí estás Cariño! —digo y ambos saltan. Como si realmente lo hubiese encontrado siéndome infiel. —Eres cruel Adam, he dado más de dos vueltas buscándote, pero bueno. Vayamos a almorzar muero de hambre. —Lo tomo del brazo y esta más duro que una piedra. Esta tenso. lo vuelvo a jalar pero no se mueve, e inconscientemente sus mejillas se tiñen de rojo.

La chica nos mira a ambos boquiabierta.

—Soy Caroline —le tiendo la mano y le sonrío.

Ella la acepta y me sonríe nerviosa.

—Le preguntaba sobre el perro, es muy obediente. —dice con voz temblorosa.

—A sí, nuestro bebé es una maravilla de mascota. —ahora la nerviosa soy yo.

—¿Cuánto tiene?

Dios, no sé. Miró a Hoffmann y no dice nada, típico. No sé sobre perros.

—Tiene bastante con nosotros. —le sonrío. —ya sabes, pierdes la noción del tiempo cuando compartes tanto tiempo con alguien que amas. 

—tal parece que sí y es tan bonito y educado. ¿cómo se llama?

—sin duda que es bonito, es nuestro bebé.

Miro que no deja de ver a Hoffmann y que de seguro no me ha puesto ni la más mínima atención a lo que he hablado, sus mejillas y su mirada me indican que este señor ha conquistado a esta chica.

—Te dejamos, cuídate.

—O claro, espero verlos la próxima semana.

Le tomo la mano a Hoffmann y lo arrastro conmigo, diciéndole adiós con la mano a la chica.

 

He sudado más que cuándo corría, sigo caminando mientras me regaño, Caroline Cooper debes dejar de ser el salvavidas de todos.

Siento un jalón de la mano, no recordaba que le estaba agarrando la mano a Hoffmann.

Me mira serio cuándo se quita los lentes.

—Discúlpame, yo solo pasé junto a ustedes y te vi y creí que tenías problemas. —me rio. —ahora son libres.

Asiente.

—Adiós, que tengas un buen fin de semana.

—Dunkel. —Dice.

—¿Qué?

—El perro se llama Dunkel y tiene cuatro años. — levanta las cejas.

—debiste haberlo dicho a la chica.

Tuerce la boca y le acaricia el pelaje al animal.

—Sé un buen chico y saluda.

Le hace una seña al perro y este se para en dos patas moviendo el rabo y me tiende una patita cuándo se sienta.

—¡Eres un buen chico! —amo a los perros, aunque nunca he tenido uno. —Qué bonito eres.

Él nos mira mientras yo sigo acariciando a su perro, solo quería un pretexto para hacerlo, la  verdad.

—Te dejo, en verdad muero de hambre.

—Creí que íbamos ir juntos. —dice lo que nunca hubiera pensado que diría. 

Lo miro. 

—por supuesto si nos dejas acompañarte, además la chica sigue viéndonos. —agrega de nuevo.

Giro hacía  atrás y efectivamente ella está viéndonos.




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