Predilecto

CAPÍTULO 13

ADAM

Después de tener varias videollamadas con varios clientes que duran una eternidad, que hacen mil preguntas cuándo toda la información necesaria esta en los PDF que se les envían.

—señor, ¿quiere algo?

—¡NO!

—¿Puedo ir a comer ya?

—No me veo reteniéndola Margot.

—Con permiso.

Se va, cerrando la maldita puerta con tanta delicadeza.

Me voy a parar cuándo me llega un mensaje.

CAROLINE COOPER: ¿sigue en pie el almuerzo?

Le envío un rotundo, No.

Tomo mi chaqueta y salgo a despabilarme un rato, Bruno me marca infinidad de veces lo cual ignoro.

En el estacionamiento veo una pequeña cosa amarilla muy llamativa, por instinto guío la vista a las llantas, no son viejas pero tampoco son nuevas para andar en circulación. La mayoría de accidentes suelen ser por motocicletas, no sé quién sea el irresponsable de esa monstruosidad, solo espero que no me meta en líos por ello. 

Llego al pequeño restaurante, la mesera y gente que comen me ven como un maldito extraño por comer solo, lo cual me importa nada.

veo como la gente sonríe por lo que hablan, me recuerda la gente de Latinoamérica esas personas siempre ven la forma de ver el mundo positivo, me es imposible no recordar la gastronomía de esos lugares, sus costumbres y tradiciones. Tal vez necesite unas vacaciones y por primera vez en muchos años lo considero seriamente.

Veo a las familias con sus hijos y me es imposible no imaginarme en algún momento viviendo esa etapa, aunque me aterroriza, sé que es un imposible.

Regreso a la oficina una hora después y le pido a Margot que nadie me moleste.  

siento algo raro en mi cuerpo, supongo que algo me cayo mal.

ni idea de que puede ser, pero como buen jefe me pongo a terminar mi día con determinación.

antes de salir me enfoco en averiguar quién es el dueño de la Vespa, pero llegó tarde porque cuando salgo ya no esta en el estacionamiento, solo espero que sea la única vez que encuentro esa pequeñez en mi empresa. 

***********************

Me despierto, es viernes un día lluvioso.

Desde el lunes Caroline, no me volvió a llevar café supongo que como toda mujer se molestó, o ya se canso de llevarle café a media empresa, espero que sea la segunda.

 

Bajo con mi paraguas dispuesto a trabajar este último medio día bien.

—No es nada, hoy se amerita más el café, chicos. —escucho la voz de caroline.

Llegó hasta ellos y veo que sostiene ella su café. La miro y ella me saluda con un Buenos días Hoffmann. Si, está enojada.

No le contesto y sigo avanzando, si esta enojada conmigo se tendrá que contentar sola.

Escucho que me siguen y después la voz de Bruno se suma a la conversación.

—¿Saldrán hoy?

—Hola Bruno, ese es el plan.

—Me mandas ubicación y hora.

—Bien, entonces seremos cuatro.

—Sin duda, ya quiero divertirme, he trabajado bastante y mi jefe es un toca pelotas profesional...

Ignoro sus planes. Saliendo de aquí pueden hacer de su vida lo que les plazca.

Subo al elevador y Caroline sube también con su enorme sonrisa viendo el celular.

Carraspeo.

—disculpe, no sabía que usar el celular estaba prohibido.

—No lo está.

Me va a contestar cuándo recibe una llamada y la contesta con afán, maldigo al que me ha quitado la oportunidad de hablar con ella.

—¿Cómo estás? ¿qué tal el viaje?

Siento algo extraño en el estómago, algo que nunca había sentido. la comida de aquí no me esta cayendo bien.

—Te veo en la tarde, Alex.

Cuelga y me mira, pero la ignoro, estoy molesto con ella y ni siquiera sé el motivo.

el ascensor me sofoca, no sé como romper el hielo, ni como hablar sin que se escuche crudo lo que diga. 

En toda la semana no salí de casa, tuve a la señorita Cooper en mi mente siempre, incluso me sorprendí a mí mismo viendola sin que se diera cuenta y me deteste porque me sentí un maldito acosador, pero es que en verdad su personalidad es atrapante, comparo el ambiente de la empresa de alemania y el de aquí y no son en nada parecidos, pues aquí tienen a una Cooper, una mujer que irradia luz como si fuera el maldito sol, o como si fuera la luna en las negras noches. Es apasionada, entregada, delicada... 

Horas después la mando llamar con Margot.

—¿Qué sé te ofrece Hoffmann?—me dice desde la puerta. 

—Dime Adam. 

—te escucho.

Le digo que me acompañe al taller de diseño y me sigue totalmente callada. ¿Por qué no me pregunta sobre mi día? ¿por qué no habla?

Y lo peor es que hago yo pensando el porque no me quiere preguntar eso y me molesto más.

Nos sentamos ella hace algo en la computadora mientras yo diseño, no habla, no dice nada, solo de vez en cuando lo hace entre dientes cuando lee algo. Algo no esta bien con ella y me culpo por mi forma de ser. 

 Me enojo y tiro todos los diseños que hemos elaborado.

—¿Qué pasa? —me mira con sorpresa. 

—¡Largo! —me he jurado que no voy a tener a nadie a mi lado a la fuerza, independientemente de quién sea. no quiero revivir la historia de Evi. 

—¿Hoffmann te sientes bien? —me averguenzo más cuando veo que en su mirada hay preocupación, no merezco que alguien se preocupe de esa forma por mí. 

—¡Sí! ¡A hora largo!

—Deja de ser tan odioso.

—¡Cómo si me importará!

Siento la sangre hervirme y la aceleración de la respiración.

Mando llamar a alguien que limpie todo este desastre mientras los demás ingenieros ven lo que acaba de ocurrir.

—¡Pónganse a trabajar!

Llego a mi oficina y azoto la maldita puerta.

—¿todo bien señor?

me asusta.

—¡Maldita sea, fuera de aquí Margot!




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