Predilecto

CAPÍTULO 22

ADAM

Me encierro en mi oficina y trato de contener mi maldita ira.

Respira, Solo trata de ser una buena persona con el mundo.

Ella tiene un alma amable, no porque hable bien con todos se alejará de ti…

—Buenos días, Adam—entra un despreocupado Bruno. —aquí esta todo el trabajo de dos semanas, tal y como lo pediste.

Le señaló donde los ponga.

—¿Por qué estás de malas? Es para que vinieras feliz.

Lo miro y segundos después vuelvo a la computadora.

—Eres un grano en el trasero.

se da media vuelta y sale.

 

Me he encargado de que mis prótesis, ortesis, programas y demás ayuden a la rehabilitación del paciente y del médico satisfactoriamente.

Con la tecnología que hemos descubierto y las grandes mentes que están en mi empresa hemos llegado a diferentes partes del mundo. Mi padre empezó con esto, siendo un gran Doctor y dueño de una de las clínicas más importantes en Alemania gracias a mí madre, que aparte de servicios médicos brindaba el material necesario para los demás hospitales.

Industrias Hoffmann empezó como distribución y no como diseñador, ahora gracias a mí, hacemos ambas cosas con un índice más alto en tecnología y ventas.

y claramente satisfacer al paciente.

 

Salgo y voy a verificar que todos estén realizando su debido trabajo.

—este año yo también donare una prótesis, gracias a su buen corazón me inspiro, Caroline.

No puedo evitar escuchar la conversación.

—¡Me alegro bastante John! No sabes lo mal que me siento cuando tengo que decidir por fin a quién debo donarla, ver tantos correos y solo poder elegir a uno. Si por mí fuera donaría más.

—Llevas ocho personas que les has ayudado, querida, eso ya es un cambio.

—Y llevo ocho solo porque mi padre me ha apoya en comprar también para otra persona.

—sin contar que también has donado sillas de ruedas y los dispositivos  auditivos. No te sientas mal, tú lo haces de corazón.

—Yo también comencé a donar, cuando Caroline entro a mi oficina el primer año y me pidió que le ayudara ya que no tenía el dinero completo… —comenta Bruno.

Carraspeo y los tres me voltean a ver con algo de temor.

—Ella termino de pagar, me encargue de que se le rebajará lo que le faltaba…—contesta rápidamente que apenas logro distinguir lo que dice.

—¿De qué me hablas? —me hago el desinteresado.

—Sé que escuchaste, tienes una vista y audición casi perfectas.

—¡Ya cállate!

trato de ignorarlo y sale con secretos míos.

—Y nada de paciencia, ¿verdad Adam? —Caroline se pone de pie y me mira con su habitual sonrisa. —hemos terminado.

Me muestra los avances y aunque quisiera poner mil excusas, realmente son de mi total agrado.

Asiento y todos suspiran.

—¿Ves qué es fácil hacerlos feliz? —Me susurra Caroline, tomándome del brazo para poder mantenerse en equilibrio.

—¿Qué?

—Vamos, no seas orgulloso.

—Si me das un beso puedo aceptarlo y dar la orden de que se vayan a un faltando cincuenta minutos de la salida.

Se sonroja y me sonríe negando.

—No haré eso en público.

—Bien, entonces pasa toda esta semana durmiendo conmigo.

—¿Qué? Obvio no.

—Hazlo por esta Horda de imbéciles con título, exceptuando a las mujeres, claro.

Me mira con desaprobación

—¿te he mencionado que eres un odioso?

Asiento.

—Me gusta el olor de tu perfume.

—¿Solo el olor de mi perfume?

—En realidad, me gusta todo Usted.

—Qué coqueta, Caroline.

—Chicos, el Ingeniero Hoffmann dice que pueden irse a casa, vayan y recarguen esas energías.

Hacen una algarabía y yo solo me alejo del lugar. mientras camino sonrío discretamente.

 

Salgo y espero a que ella llegue al estacionamiento, los demás me ven recargado en su camioneta y comienzan a hablar entre ellos, los ignoro como de costumbre.

—¿Quién es un buen Jefe?

—Yo no, así que andando a casa.

—Que modesto, iré a casa por ropa y después podemos ir a cenar.

—puedo mandar al chofer y podemos encargar la cena en la casa.

—estás muy distante hoy ¿Sabías?

Niego.

—empezamos con señas, ¿cómo estuvo tu día?

Sonrío.

—Excelente, y creo que los demás días serán igual. Sin mencionar que en parte de la mañana estuve muy molesto porque una despistada colega no dejaba de colgarse de sus compañeros. ¿Dónde quedo yo Caroline?

Siento mi cuerpo reaccionar de forma diferente cuando ella se acerca a alguien más, siento que dejará de elegirme y no quiero que eso suceda.

—¡Oye! Amo los abrazos, son un antiestrés. —me mira angelicalmente, — a ti no te gustan los abrazos, la vez que lo hice te pusiste muy tenso…

Llegamos a casa y suspendemos nuestra charla ya que Dunkel salta de un lado a otro. 




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