Predilecto

CAPÍTULO 32

CAROLINE

El fin de semana fue como un sueño, Adam conquisto a mi padre y los amigos de este. Incluso mi padre me envió las fotos que les tomaron a todos juntos, incluido Dunkel. debo reconocer que Adam es un guapo de primera. 

con sus ojazos Azules, su cabello rubio oscuro y esa barba que lleva, le da un toque más serio. me encanta como se ve con traje, pero él con camisas tipo polo, son un plus extra. pero en secreto, me gusta más desnudo y bajo las cálidas sabanas de seda.

A noche decidí ir a mi casa a dormir, allí tengo todas mis cosas, con Adam solo me he llevado lo necesario y cada que puedo cambio la maleta, soy una mujer que esta muy acostumbrada a su casa y por nada del mundo se cambiaría, ambos necesitamos nuestro espacio.

Ya he comprado el café y voy directo al trabajo, hoy decidí salir de mis trajes de oficina y a decir verdad voy muy desarreglada. Además de que me da más comodidad ir así en mi pequeña avispa. 

Llevo unos Jeans rotos, una camisa Oversize con un estampado de Marilyn Monroe y unos Vans.

El cabello lo llevo en una Coleta alta.

Aquí el reglamento de ropa no es tan necesario, al menos que tengamos una venta o conferencia, hoy es un día normal.

los vigilantes al mirarme silban. 

—Casi no la reconocemos señorita Cooper.

—No le haga caso a mi compañero, se ve guapísima.

—Gracias, —les sonrío, —aquí está su café muchachos, disfrútenlo.

Asienten e ingreso a la empresa.

—Que belleza que es Caroline.

—Gracias John.

—Tu naturalidad es natural.

—Que gran juego de palabras…

Me rio y John se pone como un tomate.

—Soy pésimo halagando, mejor me voy.

—No te preocupes, comprendí el punto.

asiente mientras camina sin verme.

los hombres cuando halagan se tensan, son tímidos al mostrar un gusto por el sexo opuesto. sin embargo, se debe agradecer, mientras sea de buena manaera, ya saben, sin afan de ofender a nadie. no debemos etiquetar como acoso todo. mejor, debemos ser cautelosos y respetuosos. 

Subo y no veo a nadie.

Me encierro en mi oficina y arreglo los documentos que tengo sobre mi escritorio.

Así se me van dos horas.

Salgo y bajo a entregarle unos archivos a Bruno.

—Buenos días, Bruno.

Salta cuando entro y me mira como si hubiese visto un muerto.

—¿Resaca? ¿Te traigo aspirinas?

cuestiono mientras me mira como si no me conociera. este hombre y sus resacas que  son de muerte.

—Hola Carol, no, gracias.

—¿Qué tienes?

—Nada, te ves guapísima, este es tu estilo, todo despreocupado. 

—Gracias, pero también adoro los trajes.

—Con lo que te pongas te ves bien, recuérdalo.

—Gracias, pequeño Bruno.

—No es nada, que nadie intimide a Caroline Cooper, que si no me conoceran. ¿Estamos? 

—ay, te quiero tanto amigo.

—Futuro cuñado, por favor.

—¿Dejarás que Les te domine?

—No tengo opción y quiero ser feliz.

—Adoro ver a los hombres enamorados, bueno ya sabes, nunca he tenido uno.

—Es lo que crees, pero a donde vas, dejas una huella enorme.

le sonrío, no sé que decirle.

Le entrego los papeles y me mira como si quisiera decirme algo, pero se calla.

—¿Todo en orden?

—Sí, claro. —nos quedamos viendo en silencio por un par de minutos, —a Adam le vas a gustar mucho más.

—Te dejo, estás muy extraño hoy.

—¿Yo? para nada.

—Sí, tú.

No dice nada y me voy a ver como están trabajando los demás.

En eso escucho un delicado taconeo detrás de mí.

Volteo, porque este taconeo no lo reconozco es muy delicado.

Y miro a una preciosa Castaña de ojos marrones claros, labios de un rojo carmesí, a decir verdad, va toda de rojo, su vestido tubo, sus tacones. de esas que crees que hasta su conjunto interior fue seleccionado del mismo tono. es una belleza.

No tiene ni una sola arruga, eso debe ser porque no tiene ninguna expresión en su rostro.

Pasa junto de mí y me observa de arriba abajo, ya sabes, ese delicado movimiento de ojos, pero que te juzgan hasta lo más recóndito de tu alma.

—Buenos días. —le sonrío con amabilidad.

—Buen día.

sigue avanzando y camina como una modelo, tiene estilo. 
 

como no tengo nada que hacer Voy a ayudar a los mecánicos e incluso me embarro un poco de grasa.

No me interesa, se puede quitar.

—Señorita, usted siempre tan amable.

—No es nada Carter, es trabajo de todos. ¿Disfrutaron su café?

—Por supuesto, es usted un Ángel.

—No exageres.

—además no se me olvida la mecánica, una de mis cosas favoritas, ya que la mayor parte del tiempo estoy encerrada en un laboratorio sin tocar una pieza. así que dejenme ser feliz. 

me mira con cordialidad.

Carter, es uno de los mecánicos más antiguos y es un amor de señor. bueno, yo veo de todos su mejor concepto.

Así me paso gran parte de la mañana.platico con los muchachos y sacamos el trabajo que es correspondiente del área. 

 

Voy a salir a comer y veo que Adam esta de espaldas.

Lleva un traje a la medida color gris, se quito la chaqueta y solo se dejo el chaleco, las mangas como de costumbre las lleva dobladas.

Esta con la chica del taconeo delicado, así que paso de largo. Pero me llama la voz de esa chica.

—Oye, en mi oficina derrame café, limpia.

Retrocedo y la veo con intriga.

—¿Disculpe?

—Ya dije, no repito.

Miro a Adam que no dice nada, solo mete sus manos en los bolsillos del pantalón y observa mi vestimenta minuciosamente.¿no está escuchando o está embobado viéndome? 

—Escuche perfectamente, pero no soy ninguna empleada del Aseo.

—¿Entonces?

—Soy la Ingeniero Caroline Cooper, la puedo ayudar con algún sistema, alguna falla en alguna pieza, o simplemente puedo enseñarla a como limpiar unas cuántas gotas de café, es más simple que entender mi trabajo profesional.




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