Predilecto

CAPÍTULO 34

CAROLINE.

Ha pasado una semana desde que me he adaptado a la compañía de Gladys, es un poco seria, pero yo trato de llevarme bien con ella, aunque ella no me lo permita. Sé de parte de Francis lo que sucedió con Adam y ella, solo eso. Adam jamás la ha mencionado, a menos que sea para cuestiones contables, a veces no la mira y hace como si su presencia no hubiera hecho ningún cambio, como si ella no hubiese venido.

a comparación de mí ella luce colores extravagantes y tonos fuertes, mientras yo soy puro color pastel, somos muy distintas, que a veces dudo que ambas salimos con el mismo Adam.

También Adam descubrió a mi avispa, hubiese deseado que no lo hubiera hecho ya que pego el grito en el cielo. 

—¿Esto es un peligro lo entiendes? Puedes partirte la cabeza, Caroline. —dice mientras se desata el nudo de la corbata. 
—No pasa nada, ando con cuidado. 
—Esas cosas son peligrosas, ¿sabes cuantos accidentes hay por motos? Bastantes Caroline, además las llantas están un poco desgastadas.  No voy a permitir que la sigas manejando. 
—¿Qué? eso sí que no, es mi moto y la manejo cuando quiera, deja de ser tan extremista. 
—No soy extremista, solo cuido de que no requieras una prótesis de las que fabricas. 
 

se queda callado, como si se imaginara algo peor que una prótesis en mi cuerpo, sus ojos me enfocan pero luego quita la mirada de mi y borra el atisbo de preocupación. 

—ya dije algo, Caroline. 
—yo también. manejo con precaución. 

—no cambiarás de idea ¿verdad? 
niego. 
—¿qué necesitas para cambiar de opinión? un auto nuevo, pide el que quieras y lo tendrás, —me mira y niego, —vamos cooper, pídeme algo y deja esa moto. 

—quiero una vespa morada ¿me la compras? 

suspira y niega, exasperado. 

—tú dijiste. 
—Algo que no sea una moto mujer. 
—No entonces no quiero nada gracias. 
 

la gente pasa y nos mira en nuestra discusión. 

—Anda, mejor súbete atrás y te llevo a comer. —le suelto y niega. —anda, por favor. ¿s? 

me mira y me mira. 
—hoy mismo cambias las llantas de esta monstruosidad por unas nuevas, y te pondré a alguien que te siga cuando la uses, de ese modo estaré más tranquilo, ¿estamos? 
—solo si te subes y vamos a comer. 
mira a todos lados y niega, pero cuando ve que me voy a subir e irme sin él, se las apaña para subirse y me da gracia la imagen que debe de verse él tan grande y en una moto tan péquela. Le paso el casco que traigo de repuesto. 


—como humillarme por la mujer que me gusta, parte uno. —dice en mi oído mientras me deja un beso. —lo vas a pagar Caroline Cooper. 
—Deseosa. Abrázame, no quiero que te me vayas a caer. 

 

una vez que me rodea la cintura acelero y escucho como gruñe, me rio a carcajadas mientras él vocifera no se que. 

después de unos metros recorridos me suelta y lo siento más relajado. 
—¡Has escalado El Monte Everest, Saltado en paracaídas, comido cosas raras, pero le temes a una vespa! Vaya alemán. 

—Antes no me importaba morir, ahora si. —me vuelve abrazar, —porque te conocí y eso le dio más sentido que todo lo anterior. Además no temo por mí. 
 

una vez que comemos vamos a cambiar las llantas, después vamos a comprar dulces a la tienda de mi padre y se asombra cuando come paleta de maple, compramos varias cosas y nos vamos al cine, ya no volvemos al trabajo y eso me es raro en él. Lo llevo a su Casa y yo me voy a la mía. 

 

Hoy Adam no quiso ir a trabajar y vamos a algún sitio, me pidió que trajera ropa cómoda y calentita.

Incluso dejo a Dunkel, ya que a dónde vamos le puede hacer mal. muy raro en Adam, Dunkel es como su sombra, siempre salen juntos, incluso hay días en que lo lleva a la oficina, tiene su propio cuarto para que este sin que nadie lo moleste. o que no vaya a comer nada, la vez pasada se trago una ficha y eso hizo que Hoffmann lo llevara a un Veterinario de emergencia. es más que solo su mascota.

Ni idea a dónde vamos, este hombre no dice nada. 

—¿A dónde vamos? —preguntó por décima vez. 

—Ya te dije que es sorpresa.

—No me gustan las sorpresas. Porque me dan ansiedad.

—Entonces deja de preguntar, no me gusta que te preocupes.

—Dime.

—No.

—Eres un Odioso Adam Hoffmann.

—Y tú una impaciente.

—Sí, odio las sorpresas.

—Tú eres las que les dices a todos que les compraste de regalo de navidad, ¿cierto?

—En efecto, no puedo guardar ese tipo de cosas.

—Pues, lo siento, tendrás que esperar.

Me volteo y trato de dormir, es muy temprano a parte de todo.

—¿No puedes dormir?

—No, Adam.

—Puedes poner música, si gustas.

Asiento.

Enciendo la música y me quedo con la boca abierta al escuchar, que no esta Rammstein o Metallica sonando en su auto.

—¿De cuándo acá lo escuchas?

Mueve los hombros hacía arriba.

Miro por la ventanilla y apenas la noche se esta despidiendo, la mañana comienza a tomar posesión, el sol se ve a lo lejos como un pequeño foco.

Escucho la canción, como todas sus canciones, está la sé.

Es una un poco romántica y me sorprende que Adam la haya escuchado. “It’s now or never”

—Creí que te gustaría escucharlo.

Asiento y lo beso.

—¿Te gusto?

—por supuesto, si no te conociera pensaría que me la estás dedicando.

—Tal vez, pero no. 

Bajamos y tomamos el avión privado que nos llevará, no sé a dónde.

Aterrizamos y se dónde estamos.

Lo volteo a ver, pero me ignora.

Los sentimientos crecen dentro de mi pecho.

Le prometí a mamá volver un día con la persona más importante de mi vida…

—¿Ya sabes dónde estamos verdad?

—Por supuesto que lo sé.

—Iremos en crucero, por este día completo.

Abordamos un auto y vamos en silencio, él va dando órdenes desde el celular y yo voy pensando en todo. Esas llamadas lo tienen tenso pero a su vez entusiasmado. Se me ha pasado preguntarle de que tratan. 




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