Predilecto

CAPÍTULO 52

CAROLINE

En mi rostro se ha vuelto a iluminar mi sonrisa, no quiere decir que hace tres semanas no haya sonreído, sino que he vuelto a lo que me hace feliz y es mi empleo. adoro trabajar aquí por mil y un motivos, se sabe que aquí fue mi primer empleo, por lo que le tengo gran cariño a la empresa y a sus colaboradores. aun sigo trabajando con Francis, pero en las tardes amo regresar aquí y una que otra vez mancharme las manos de grasa.

aunque admito que he trabajado como nunca, Hoffmann se ha vuelto un jefe odioso, nada le gusta, nada le parece, ni siquiera lo veo tan seguido. punto uno; lo he ignorado, no quiero recordar nada. punto dos; se la pasa encerrado en su oficina y solo me manda montones de trabajo, incluso creo que me envía lo mío y lo de él con tal de tenerme trabajando horas extras, porque sí, soy la última en irme, a veces se queda también. voy y me despido de él y solo niega y mira su costoso reloj sin decir nada, volvió a sus señas y me dan ganas de gritarle que es un Odioso de primera, que volamos tan alto ambos y que el golpe al caer nos dio a los dos. 

lo peor de todo, es que tengo que salir corriendo como una loca de la empresa, apaga todas las luces y no había comentado, pero a mis veintiocho años me da un pavor la oscuridad, de hecho con Adam fue cuando comencé a dormir con las luces apagadas, por lo regular siempre procuro que haya una luz aunque sea mínima. los vigilantes se han de reír a mares viendome salir como una demente. por eso y más confirmo que Adam Hoffmann es un Odioso.

hoy es un día de esos, hoy tenía un mundo de trabajo, son las ocho de la noche y soy la última empleada dentro de la empresa, he quedado con Francis de ir a cenar en un rato y dudo que se haga. 

llaman a mi puerta.

—Adelante. —digo, sin despegar la vista de la pantalla, ya que estoy a nada de guardar el último archivo.

solo escucho el golpe seco de las carpetas cayendo en la mesa. me tapo la cara con las manos. Infeliz... ¿cómo me puede gustar tanto si es un infeliz? 

lo ignoro y apago el ordenador.

—Fue en vano que los trajeras, ya voy de salida.

no me dice nada solo mira su reloj y niega.

me pongo de pie tomando mi abrigo  blanco y mi bolso Hermès que él me regaló, se encamina a la salida, pero no abre la puerta. eso me hace voltear y veo que se recarga en ella, estirando sus largas piernas.

—me dejas salir, por favor. 

me mira pero no dice nada.

—si sabes que encerrar empleados es delito ¿verdad?

—Nada que mis Abogados no puedan resolver. 

enarca una ceja. estoy exhausta y no tengo nada de ganas de discutir. me siento en un sillón y nos quedamos sumergidos en silencio, un tanto incomodo.

volteo a verlo de reojo y veo que se esta mensajeando con alguien, tal vez es la fotógrafa, la he visto que ha venido dos veces y no por trabajo precisamente ya debió llevársela a pasar un rato agradable, sé que no se puede estar quieto y tiene que cumplir con su papel de hombre todo poderoso. 

 —en lugar de estar pensando en como perder el tiempo, deberías de ponerte a leer mínimo un documento. —me regaña.

me carcajeo, de coraje.

—si me dejarás salir, no estaría perdiendo mi maldito tiempo, tengo planes.

—Oh, créeme, de cualquier forma perderías el puto tiempo, ya veo que te encanta.—levanta el tono de voz y me doy cuenta que se escucha diferente.

miro el reloj y ya es la hora en la que debería haber llegado.

—eres... —mi celular vibra y es Francis, cada viernes desde hace cinco semanas hemos salido a cenar en plan amigos. 

—¿No planeas contestar? —me reta con su mirada.

lo ignoro y respondo la llamada, mientras hablo escucho como pone el maldito pestillo y haciendome entender que no saldré de su oficina. le digo a Francis que no podré ir.

—¿estás bien te escucho rara? —me dice.

—para ser sincera, no...—miro a su hermano que me sigue viendo como si fuera su peor enemiga,—estoy harta, cansada, tengo sueño y comienzo a creer que todo esto es un error. 

—¿quieres que vaya a tu casa?

—No, te veo el lunes, usaré el fin de semana para descansar.

se despide y cuelgo la llamada.

me pongo de pie y escucho como quita el pestillo, Gran hijo de...  «Inhala, exhala»

lo miro mal y paso junto de él, su permufe no tarda en llenarme los pulmones y hay un olor más, alcohol.

no puedo evitar irme y volteo a verlo.

—¿estás bebiendo? —lo miro mal, —Tú sí que no hayas cómo resolver las cosas de peor forma. 

no responde e intenta caminar adelante de mí, pero se va tambaleando. joder.

grito, estoy exasperada, no me agrada para nada este Adam, eso lo hace voltear y detenerse.

—Te llevaré a casa, la última vez que te vi así casi te matan y condenaste a todos los de tu alrededor a tu terquedad. 

no reprocha, no dice nada, ni siquiera sus señas odiosas y a mi la oscuridad no me preocupa. «me siento segura»

subimos a mi camioneta y otro silencio incómodo nos acompaña, no deja de verme mal, y la verdad no quiero preguntar nada, realmente estoy exhausta, creo que al final del día le haré caso a Francis y dejaré de venir a la industria. no tengo vida, solo es trabajo y casa, casa y trabajo. ya no salgo a cenar un jugoso filete con Alex, o a comer una salchicha callejera con Leslie, de hecho ya ni sé si viven en mi casa, los fines de semana solo los uso para dormir, limpiar y ver un poco de series, ni a correr salgo.

—Las llaves. —le digo. —¿sabes si quiera donde las tienes? Es el colmo, no sé cómo habrías hecho para llegar tú solo. 

—Tienes mucha prisa. —se rebusca en las bolsas del pantalón y me las da. Y puedo ver cómo traga saliva mientras los ojos los cierra y abre. 

abro y enciendo las luces, lo adentro, porque ni eso puede hacer, creo que en la oficina intentaba disimular, pues aquí esta peor, o le dio aire. no sé.

se deja caer en el sillón y se tapa los ojos.




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