Predilecto

CAPÍTULO 53

ADAM.

no supe a que hora Caroline trajo a Dunkel, me quedé dormido. debió haber pensado que andaba más ebrio de lo que era, la maldita migraña me tenía en la cuerda floja. y realmente agradezco que me haya traído a casa, me sentía pésimamente mal, y la visión de un ojo la tenía borrosa si no hubiese sido por ella me hubiera quedado en la oficina. 

Dunkel me lametea la mano y aun sigo con molestia de luz y sonido, en la madrugada me pare a orinar y me molesto mucho la mínima luz que había. odio sentirme mal y más en un día que no tengo trabajo y aunque así lo fuera no podría soportar la intensidad de las luces. 

me pongo de pie y voy a lavarme los dientes y la cara. 

abro la puerta de mi habitación y el olor a comida casera inunda mis fosas nasales, a mi asistenta nunca le pido que haga comida, todo lo como de afuera. y dudo que Caroline haya dejado las ventanas abiertas, pues mis vecinos están retirados. 

me quedo como idiota pensando en mil opciones en las escaleras, Dunkel pasa junto de mí corriendo.

la cabeza a un me punza y la vista aun no se me establece del todo. me tomo del sujetador de manos y bajo tan lento como un vil anciano, de hecho ya tengo algunas canas en el pelo y otras pocas en la barba y eso me irrita, no quiero verme viejo aún ¿Cómo voy a atraer si ya tengo pinta de viejo? 
y a parte padezco malestares, es la tercera vez en este mes que me da migraña. suspiro por todo lo que se cruza. 

pero no se borra de mi mente que en alguna casa está una mujer haciéndole de comer a su esposo y tal vez hijos, un verdadero hogar se identifica por muchas cosas, pero el olor a comida lo determina. sonrío al pensar que el hombre se ha de sentir feliz y amado por la mujer que madrugo y le preparo alguna sopa caliente para el frío, una mujer que cocina a un hombre no es porque sea él machista, una mujer que suele cocinar es porque le gusta y comparte un don con quienes quiere.

reviso las venatanas y están cerradas, la puerta esta bloqueada y dudo que el chofer haya venido a mi casa a hacer comida. estoy aturdido, veo el reloj y realmente es tarde, para mí que madrugo sea el día que sea. son las nueve.

no veo a Dunkel, lo llamo pero no viene y es cuando mi cuerpo acciona, lo busco por todos lados y por último voy a la cocina, donde el aroma a comida se intensifica.

veo a Dunkel comiendo y a la mujer que bebe café sentada sobre un taburete viendo la nieve caer a través del ventanal.

siente mi presencia y voltea.

—Buenos días. —me mira y se tensa.

—Buen día.

se pone de pie y se alisa la blusa de pijama. ¿de dónde la saco? no sé. tal vez antes de venir a traer a mi perro fue a su casa.

—Me tome la molestia de quedarme en tu casa anoche, cuando llegamos estabas dormido y te quejabas, te estuve dando agua y dormí en la habitación de a lado.

—Gracias.—no la miro a los ojos.

—Y hoy me tome la libertad de cocinar, tu estufa estaba nueva, tenía que estrenarla —sonríe y comienza a dejar la vergüenza , — y fui temprano al super, porque no ibas a alimentarte de cerveza, vino, nueces y galletas.

sonrío.

acaricia a Dunkel y yo me encamino a ver que fue lo que preparo.

—Es sopa de verduras con pollo, jugo de naranja, gelatina, fruta picada y para la tarde te hice filete de pescado con verduras y arroz. —la miro, —ya sé que es comida para enfermos, pero en mi opinión no sé me ocurrió otra cosa. de hecho siéntate que te sirvo.

se lava las manos y va sirviendo para los dos.

— te compre unas pastillas, te la tomas después de que almuerces.

—Gracias, en verdad, nadie se ha preocupado tanto por mí, ni mucho menos me ha hecho comida para enfermo. Así que sí sabe cómo huele me vas a tener pidiéndote esto siempre que pueda. 

me sonríe y me sonrojo de lo bonito que siento al verla sonreír solo para mí.

comenzamos a comer y al inicio no quiere hablar de nada, según porque no quiere que me moleste el sonido. pero la incito a que lo haga, y se nos va parte del almuerzo y de la mañana hablando de tantas cosas.

me voy a acostar, pues aún me siento mal y no quiero preocuparla más. 

después de un rato me lleva suero para que lo beba y según ella no este deshidratado, he orinado como nunca, con tanto líquido que me ha dado. pero no importa mientras este aquí que me envenene si quiere. 

me quedo dormido y solo me despierto para orinar, la veo que está recargada en la puerta.

—¿cuánto llevas así? —me pregunta.

—anoche, ya viste.

—no me mientas, te he estado observando y te ves fatal, mal dormido, mal comido y con estrés extremo, tu cuerpo esta constantemente tenso y a eso súmale que haz estado bebiendo. 

—no he estado bien, ahora que lo mencionas he tenido migraña más de tres veces en lo que va del mes, pero se quitaba rápido, esta vez fue la excepción.

se acerca a la cama y me abraza por la espalda, depositandome un beso en el hombro y se me hace el acto más precioso. 

—No sé que te está sucediendo, pero sabes que estoy para lo que ocupes.

no contesto y me trago el cúmulo de sensaciones, de todo.
—¿verdad? 

—no necesitas recordármelo, lo tengo presente y claro, Caroline. —le besó la frente y aspiró su aroma que suele tener, me encanta, toda ella. 

—estaré a bajo preparándote más gelatina, si necesitas algo me llamas, me quedaré hoy y mañana temprano me voy.

—Gracias, si ocupas irte hoy no hay problema, seguiré durmiendo que en verdad tenía mucho que no lo hacía. —no me suelta y yo también la aprieto cuando decido abrazarla, no quiero soltarla, quiero que se quede conmigo. 

—Ya dije algo, ve y duerme.. 

y como si los problemas se escaparan de mi mente duermo como nunca.

en la maña siguiente es lo mismo que la anterior, olor a comida casera y la hermosa mujer de ojos verdes siendo ella en mi cocina. 

—Creo que comenzarás a mal acostumbrarme, y no está bien eso.




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